Debajo de los números rojos que indican que el dólar se vende en 19.55 pesos mexicanos, Horacio sacia el hambre con un guisado de nopal que acompaña con hartas tortillas de maíz, una escena en la ciudad fronteriza de Tijuana que refleja dos crisis, la económica y la de los deportados.

Horacio es uno de los 235,413 deportados que Estados Unidos registró en su año fiscal 2015, uno de los aproximadamente 55,000 que México recibió ese mismo año por esta frontera.

Desde entonces Horacio sobrevive de trabajos callejeros y de la caridad de organizaciones, porque del gobierno mexicano, dice, no ha recibido ninguna ayuda.

Horacio en las dos crisis, la económica y la del deportado.
Horacio en las dos crisis, la económica y la del deportado. Jorge M. Almada
Horacio se rehusa a ser fotografiado, da la espalda y ya no quiere hablar de lo que les espera a sus paisanos que viven indocumentados en Estados Unidos ante la deportación masiva que planea Donald Trump.

«Yo solo quiero comer», dice mientras enrolla una tortilla.

Tijuana la noble

La gorra del club de fútbol Chivas de Guadalajara delata el origen de Felipe Cuevas, quien en 1975 acompañó a sus padres en el viaje al norte para establecerse en Tijuana, una ciudad que históricamente ha dado refugio a migrantes de todas las regiones de México.

«Yo sólo trabajé un año en Estados Unidos, allá por San Francisco, pero no me gustó la forma de vida, por eso me regresé a Tijuana», cuenta don Felipe, quien trabaja el puesto de tacos que hace 37 años instaló su padre en la colonia Buenavista.

Como indocumentado que fue, Felipe tiene simpatía por sus paisanos que trabajan «al otro lado», como en esta ciudad le llaman a Estados Unidos, pero lo que a este taquero le preocupa, son quienes llegarían con antecedentes criminales.

«Mucha de la gente que deportarían es gente buena», dice don Felipe, «Tijuana es noble y recibe con los brazos abiertos, pero no manden a los ‘malandros’ (delincuentes), a esos déjenlos en la cárcel».

El temor por la deportación de personas con récord delictivo, coinciden muchos, es que a falta de empleo y de programas de reinserción social, podrían caer en las garras del crimen organizado.

El problema en números rojos

Donald Trump ganó la presidencia apoyado en la promesa de que expulsaría a los 11 millones de indocumentados que se estima hay en Estados Unidos.

De esa cifra, se calcula que en California radican 2.3 millones, pero sólo 1.6 millones son mexicanos. Si el plan de deportación masiva del presidente elector se aplica, la gran mayoría llegaría a Tijuana, una ciudad que oficialmente tiene 1.7 millones de habitantes.

Entre 2010 y 2015, según datos oficiales, alrededor de 450,000 mexicanos fueron deportados por Tijuana, de los cuales se estima que alrededor de 100,000 se quedaron a vivir en la ciudad.

Muchos de ellos, como Horacio, pasaron a engrosar las filas de la indigencia, mientras que otros tantos quedaron atrapados en las drogas.

Aunque gran parte de ellos sobrevive con trabajos informales, como limpiando carros que hacen fila para cruzar a Estados Unidos, las autoridades locales suelen culparlos por el incremento de delitos comunes que ha experimentado la ciudad en los últimos años.

Lo que demostraron los haitianos

Si la ciudad de Tijuana no fue capaz de responder adecuadamente a la ola de aproximadamente 7,000 migrantes de Haití que llegaron este año, qué se puede esperar si la administración de Donald Trump deporta por esta frontera a cientos de miles de indocumentados que radican en California, cuestionan activistas.

“Un gran problema”, responde el padre Patrick Murphy, director de la Casa del Migrante de Tijuana, un albergue que ofrece refugio a quienes llegan deportados a esta ciudad o con intención de cruzar como indocumentados a Estados Unidos.

Actualmente el ambiente en Tijuana es de incertidumbre y por ello los directivos de 17 casas de atención al migrante ubicadas a lo largo de la frontera se reunieron la semana pasada para analizar cómo podrían responder en caso de que se registre la llegada masiva de deportados, señaló el padre Murphy.

Los cinco albergues que ofrecen techo a migrantes en Tijuana están a su máxima capacidad con la llegada de los haitianos.

Desde junio, el refugio que dirige el padre Murphy incrementó el número de personas atendidas al mes de 650 a 900.

«Si empiezan a llegar por miles será un gran problema, pero también un desastre para la economía de Estados Unidos», agregó.
Sin plan de respuesta

«Esperamos lo peor, porque la ciudad no está preparada», advirtió Yolanda Varona, quien fundó en Tijuana la organización Dreamers Moms USA Tijuana A.C. luego de que fuera deportada en 2010.

Tal vez los únicos que podrían conseguir trabajo serían los jóvenes Dreamers, ya que al ser bilingües serían contratados por empresas de telemercadeo o «call centers», comentó.

Ninguna de las estancias de gobierno, recalcó Varono, se ha preocupado por establecer un plan de respuesta, ya que son las organizaciones civiles las que siempre han atendido a deportados y migrantes, pero ante un posible regreso masivo de mexicanos, la nobleza de la ciudad no sería sufiente.

Univision Noticias trató de contactar a la directora de la Comisión de Asuntos Fronterizos de Tijuana, Martha Leticia Castañeda, pero no respondió. Sin embargo, en declaraciones hechas a la prensa local, la funcionaria reconoce que la ciudad ha sido rebasada con la llegada de los haitianos.

Desempleo y con el devaluado peso

Para José Moreno Mena, director de la Coalición de Pro-Defensa del Migrante, las deportaciones tendrían un gran impacto social, no sólo en Tijuana, sino en todas las ciudades fronterizas de México.

«Porque el gobierno mexicano no está preparado, nuestra economía está en crisis y no se están generando empleos, ni siquiera para atender a los jóvenes que salen de las universidades», mencionó.

La llegada de miles de mexicanos deportados, consideró, generaría una gran demanda de empleos, además de que su reinserción a la sociedad resultará muy difícil porque muchos de ellos han vivido la mayor parte de su vida en Estados Unidos.

«El panorama para la frontera», agregó Moreno Mena, «es sombrío».

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