Fui invitado a una conferencia en Columbia University y tome la dirección opuesta del subway, al salir a la calle no vi un rumbo que se asemejara a un barrio universitario. Le pregunte a una señora:
– ¿Columbia University?
– Usted no es de aquí verdad, tenga cuidado aquí es muy peligroso.
Después pasó un hombre muy bien vestido, le hice la misma pregunta y me dijo que lo acompañara.
Resulta que estábamos en medio de Harlem, la gente me veía con ojos de odio, hasta que con una patrulla a una cuadra, el me dijo: ahí está Columbia, y entonces entendí que me protegió.
Cuando vivía en Jerusalén me hicieron una oferta para vivir en el barrio de Silwan, junto al muro de los lamentos, la renta era muy barata y el apartamento espacioso, el único problema es que el dueño vivía en el piso superior, solamente hablaba árabe y tenía restringida el agua. Se me hizo fácil remover el control y el agua se derramó, el bajo a reclamar y solo entendí moya (agua), fuera de eso el tiempo pasaba sin sobresaltos, hasta que durante la primera nevada me atacaron grupos de árabes, lo que me llevó a entender que mi período de convivencia con los árabes había terminado.
En los dos lugares yo pensaba, soy pacifista y simpatizo con las causas de ambos, porqué me atacan, y fue entonces cuando comprendí que me odiaban.
Me odiaban por ser diferente a ellos y por ser similar a aquellos con los que tienen aborrecimiento de larga data.
He estado tratando de entender señales de aversión y encono y no encuentro una razón lógica, a no ser por diferencias religiosas y odio irracional.
La migración judía a Nueva York a principio del siglo XX, era socialista y de clase trabajadora, fundaron algunos de los sindicatos más importantes y han apoyado a las causas de las minorías. Hoy sin embargo, las instalaciones judías en Estados Unidos deben estar resguardadas por guardias de seguridad.
Ni esperanzas que la izquierda idiota reconozca la contribución judía humanitaria y progresista. Desde formulaciones teóricas y literarias que abogan por la justicia hasta experimentos sociales como el Kibutz o los desarrollos científicos en bien de la humanidad y que se han traducido en un número inusual de premios Nobel.
Bajo una careta pseudo teórica de repudio a un aliado del imperialismo yanqui, que es una sobre simplificación ridícula, esa izquierda, unida a una derecha frenética y neo nazi, extienden su odio a los judíos, aunque lo vocalicen como anti Israel, anti Netaniahu, o anti sionista. Parte de esta realidad son los dichos imbéciles de Lula (Brasil) y Petro (Colombia) que comparan a los israelíes con nazis y a la guerra contra Hamas como nazi.
En el terreno de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos y el inicio de políticas de inclusión que buscan enterrar el legado del esclavismo y la profunda discriminación racial, destaca la lucha de Martin Luther King. En su entorno cercano se cuentan dos rabinos que además eran muy amigos suyos, Israel Dresner, conocido como «el rabino más arrestado en Estados Unidos» y Abraham Joshua Heschel, gran filósofo y activista que trabajaba con King en la defensa de los derechos humanos, King decía de él que era un gran profeta.
La alianza judeo-afro americano ayudó a promover y hacer efectiva la Ley de Derechos Civiles de 1964. Sin embargo, hoy el movimiento Black Lives Matter es profundamente judeofobo, sin entender que los judíos no fueron la causa de su esclavitud, ni del racismo en su contra, comparten la desgracia de haber sido oprimidos y perseguidos, pero su odio es más fuerte que el entendimiento y no es muy difícil tender puentes de colaboración política con ellos hacia agendas progresistas como sucedió el siglo pasado. Muchos afro americanos ejercen una discriminación contraria y odian todo lo “blanco”.
Hay quién sostiene que el giro de los afro americanos se dio en las prisiones. Ellos representan el 12% de la población de Estados Unidos, pero constituyen el 40% de la población carcelaria; se supone que ahí fue donde cayeron bajo la influencia musulmana.
El odio puede responder a un agravio, a una elaboración religiosa (como el deicidio), a una situación histórica (despojo de México). Se considera irracional, porque al parecer nadie en su sano juicio puede dar por válido algo inventado hace 2,000 años y descargar su ira contra los descendientes de ese supuesto hecho.
EL odio es una de las emociones humanas más poderosas, ha causado y causa sufrimiento y dolor, y aún cuándo hay llamados para frenar los sucesos masivos alimentados por el odio, estos se empecinan en sostenerse: ya sea apuñalando a alguien, quitarle los derechos a un grupo, hundir en la ignominia a otros y para qué seguir con el inventario de maldad derivado del odio.
Yehezkel Dror habla de la necesidad de la humanidad de luchar contra el mal mayor, pero tal vez habría que reconocer que detrás de ese mal se oculta el odio, cualquiera que sea su causa.