A una semana de que concluya este 2023, resulta oportuno comentar sobre aspectos que resultan relevantes de cara al cambio de administración que habrá de ocurrir el próximo año, después de que los mexicanos hayamos acudido a las urnas en junio de 2024. Lo anterior es relevante pues a pesar del descomunal esfuerzo del gobierno del presidente López Obrador para construir ficticiamente una narrativa que tenga como ejes centrales que la economía mexicana va de maravilla, que la inseguridad ha disminuido y que la corrupción ha sido prácticamente eliminada, la cruda realidad es otra. Ejercicios de opinión realizados en procesos electorales previos señalan que, al momento de depositar su voto, los mexicanos sí realizan una evaluación personal sobre las variables que les preocupan.
Por ejemplo, la inseguridad sigue siendo un tema que los mexicanos colocan como la preocupación más relevante. Ahí está la encuesta más reciente de la encuestadora Lorena Becerra que muestra que, por mucho, la inseguridad es el principal problema en la Ciudad de México. En este contexto, no obstante el desesperado esfuerzo del gobierno para minimizar incidentes graves, incluyendo los señalamientos del presidente en sus conferencias mañaneras, no puede pasarse por alto el impacto provocado por sucesos como el de Texcaltitlán, en el Estado de México, a principios de este mes, donde la desesperación de sus habitantes que presionados por la extorsión creciente a la que eran sometidos por el crimen organizado y ante la ausencia de la fuerza del Estado optaron por tratar de resolver el problema por su propia mano, lo que resultó en 14 fallecidos y 10 personas secuestradas por el grupo criminal.
Algunos días después supimos del asesinato de cinco estudiantes de medicina en Celaya, Guanajuato, estudiantes a los que el presidente victimizó en su conferencia mañanera, explicando su asesinato porque supuestamente le habrían comprado droga al grupo equivocado, como si hubiera grupos reconocidos por el gobierno como los buenos para comprarles drogas. Tristemente, después supimos del horror que vivieron un grupo de jóvenes durante una posada que celebraban en Salvatierra, Guanajuato, donde fueron asesinados 12 de ellos.
A estos graves hechos hay que agregar que en los días recientes fue asesinado un político en Acapulco, y un matrimonio que había sido secuestrado en Taxco, también en Guerrero, apareció asesinado ayer. Adicionalmente, están las horas de pánico que vivieron los habitantes de Villahermosa, Tabasco la noche del viernes 22, ante el despliegue y demostración de fuerza por grupos de personas armadas que para todo mundo fue evidente no eran parte de fuerzas de seguridad. Este panorama de inseguridad que no cede es el que preocupa de manera central a los mexicanos.
En adición a ese preocupación central, los mexicanos habremos de evaluar el desempeño de este gobierno en el manejo de la economía, que a pesar de lo que presume, en sus primeros cinco años ha exhibido ser un gobierno averso a las reglas, y por tanto a la certidumbre, más guiado por los caprichos y las coyunturas, que ha preferido desmantelar el andamiaje de un estado moderno, buscando más opacidad y por tanto menos rendición de cuentas, así como mayor poder discrecional, y desde luego, una creciente base clientelar.
Para empezar, en cinco años, el Producto Interno Bruto per cápita ha caído casi 1.0 por ciento, mientras que, durante el sexenio del presidente Peña Nieto, creció en 5.5 por ciento. Y el resultado no es peor en parte a dos factores que han contribuido a que la economía tenga un mejor desempeño en este 2023: el contraintuitivo creciente gasto de los consumidores en Estados Unidos, a pesar de las altas tasas de interés, que ha impulsado las exportaciones de México a esa economía, y el irracional gasto público en los megaproyectos de la 4T como Dos Bocas, el Tren Maya o el Corredor Interoceánico, proyectos que más pronto que tarde exhibirán que no podrán consolidarse por haberse hecho por capricho. Es decir, no estamos frente a un resultado que se explique por un cambio estructural o una condición de largo plazo, ha sido la coyuntura y la buena suerte lo que ha ayudado. ¿De qué será capaz el gobierno para evitar una mala evaluación en 2024?