En México más de 50 % de las especies de anfibios se encuentra en riesgo o en estado crítico de extinción, cifra mayor a la recientemente reportada en el ámbito mundial: 40.7 %, reveló la investigadora del Instituto de Biología (IB) de la UNAM y participante en un estudio internacional, Gabriela Parra Olea.
En entrevista, explicó que esas cifras fueron presentadas en la revista Nature bajo el título “Ongoing declines for the world’s amphibians in the face of emerging threats”, estudio liderado por Jennifer A. Luedtke de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y en el que participan más de 100 expertos de todo el mundo, los cuales revisaron 8,011 registros que son parte de la Lista Roja elaborada por la UICN.
Al analizar en conjunto a los anfibios de nuestro país, la principal amenaza es el cambio de uso de suelo, pues la mayor parte de las especies son microendémicas; es decir, que su área de distribución total es muy pequeña y si se transforma el bosque a pastizales, por ejemplo, básicamente desaparece el hábitat de la especie entera, acotó la universitaria.
La experta del Departamento de Zoología recordó que su labor en este trabajo inició en 1990 cuando se sumó al equipo internacional que revisa en el orbe las poblaciones de anfibios y forma parte del grupo de especialistas que estudian la presencia de un hongo parásito que afecta la piel de estos vertebrados.
“Las que hemos buscado deberían estar dentro de las Áreas Naturales Protegidas porque son las que creemos que pudieron ser afectadas por la gran epidemia del hongo Batrachochytrium dendrobatidis, que ha llevado a numerosas especies al borde de la extinción o a la extinción”, alertó.
Parra Olea agregó que luego de la anterior evaluación presentada en 2004 –cuando se advirtió del declive de los anfibios– a la fecha se ha declarado la desaparición de unas 200 especies en el mundo. Sin embargo, para México no ha sido el caso, ya que tienen que esperarse entre 15 y 20 años antes de determinar su ausencia total, pues se sabe que algunas salamandras desaparecen, pero se vuelven a encontrar posteriormente.
Una dificultad de por qué no podemos declararlas extintas fácilmente es porque se entierran, no sabemos cuánto lo hacen; pueden pasar años en la profundidad y cuando las condiciones ambientales son propicias vuelven a salir, precisó.
En nuestro país hay un porcentaje importante en categoría de riesgo, ya sea amenazadas o críticamente amenazadas, por lo cual es la segunda nación en el continente americano –después de Colombia– en experimentar gran pérdida de anfibios.
Casos investigados
Uno de los estados más estudiados por el equipo de Parra Olea es Oaxaca, donde científicos de Estados Unidos documentaron en la década de 1970 abundante presencia de anfibios, por lo que visita constantemente el lugar para observar si se encuentran los reportados en ese entonces.
De las especies que viven en México y están en la Lista Roja, la investigadora puso como ejemplo Pseudoeurycea unguidentis, que habita en las montañas de dicha entidad federativa y que fue muy abundante hasta la década de los 70 del siglo pasado, pero no se le ha vuelto a encontrar desde entonces. Otro ejemplo es Isthmura naucampatepetl una pequeña salamandra que habita en una región pequeña de Veracruz y se considera en grave peligro; también está el caso de la salamandra de bromelia de Xolocalca (Dendrotriton xolocalcae), cuya población sólo se encuentra en una región de Chiapas.
También hay especies que los expertos han buscado, pues en teoría deberían estar en términos de conservación de hábitats porque se localizan en áreas naturales protegidas; hasta el momento no han sido encontradas, por lo que posiblemente estuvieron vinculados a la extinción por la Batrachochytrium dendrobatidis.
La científica recordó que la principal crisis por la micosis en los anfibios se dio sobre todo en la década de los 80 del siglo pasado y aquellas especies que se encuentran ahora son las que sobrevivieron.
“Batrachochytrium fue la Covid de los anfibios; extinguió muchas poblaciones, probablemente varias especies. Lo que se encuentra hoy es lo que sobrevivió a esa epidemia en los 80, pero no significa que lo peor ya pasó. Al final siguen siendo vulnerables a enfermedades infecciosas emergentes, propiciadas, aumentadas o catalizadas por el cambio climático global”, reflexionó.
Por ello, es necesario poner especial atención a todo: a los efectos que se tienen con las alteraciones antropogénicas, modificaciones de uso de suelo, el cambio climático global; al final son animales muy vulnerables, muy sensibles, los perfectos marcadores de la salud del ecosistema.
Esperanza
A pesar de la situación, Parra Olea consideró que hay esperanza, ya que, por ejemplo, en Veracruz fue talado por completo un bosque para sembrar cafetales, pero posteriormente fue abandonado. En la actualidad el sitio se recuperó y un estudiante halló y documentó una especie de anfibio buscada desde 1997.
En ese sentido, la investigadora afirmó que la conservación del hábitat es la estrategia número uno para preservar las especies; es decir, talar lo menos posible y convertir la mínima cantidad en pastizales. Además, hay que compartir información con los habitantes de las comunidades locales porque ellos son quienes realmente tienen la capacidad de conservar el lugar.
De acuerdo con el estudio “Ongoing declines for the world’s amphibians in the face of emerging threats” –Disminuciones actuales de los anfibios del mundo ante las amenazas emergentes–, publicado por la revista Nature (https://www.nature.com/articles/s41586-023-06578-4), los anfibios son los vertebrados más amenazados en el mundo, ya que el 40.7 % de las especies están en riesgo de extinción, siendo las salamandras y las especies habitantes del neotrópico las que experimentan mayores afectaciones.
“Las enfermedades y la pérdida de hábitat provocaron el 91 % del deterioro de su estado entre 1980 y 2004. Los efectos actuales y proyectados del cambio climático son cada vez más preocupantes, provocando el 39 % de los deterioros de su estado desde 2004, seguidos por la pérdida de hábitat (el 37 %). Aunque los signos de recuperación de especies incentivan acciones de conservación inmediatas, se necesita urgentemente una mayor inversión para revertir las tendencias actuales”, alerta la investigación.
Las mayores concentraciones de especies amenazadas se encuentran en las islas del Caribe, Mesoamérica, los Andes tropicales, las montañas y bosques del oeste de Camerún y el este de Nigeria, Madagascar, los Ghats occidentales – ubicados en la India– y Sri Lanka.
“Otras concentraciones notables de especies amenazadas se encuentran en el bioma del Bosque Atlántico del sur de Brasil, las Montañas del Arco Oriental de Tanzania, el centro y sur de China y las Montañas Annamitas del sur de Vietnam”, añaden los investigadores.
Asimismo, apuntan que “al considerar a todos los anfibios en peligro, las amenazas más comúnmente documentadas son la pérdida y degradación de hábitat”, que han sido ocasionadas principalmente por “la agricultura (el 77 % de las especies afectadas), la recolección de madera y plantas (el 53 %) y el desarrollo de infraestructura (el 40 %); otras que resultan comunes son los efectos del cambio climático (el 29 %) y las enfermedades (el 29 %)”.