Mario Vargas Llosa declaró en 1990 que «México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo. No es la URSS. No es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México». Acto seguido, agregó: «es la dictadura camuflada… Tiene las características de la dictadura: la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido y de un partido que es inamovible».

Abogado por la UNAM. Dedicado a investigar la verdad oculta de la historia de México, ha escrito 20 novelas históricas y 5 ensayos de diversa naturaleza. Ha impartido conferencias en México y en el extranjero. Es conductor de un programa de televisión y comentarista en distintos medios de radiodifusión. Ha publicado más de 4,000 artículos. Es columnista en el diario Reforma, en El País y en el Chicago Tribune, Hoy, entre otros más.

Bien sentenciaba el politólogo polaco-estadounidense Adam Przeworski: «La democracia es un sistema en el que los partidos pierden elecciones», sí, en efecto, solo que en la antigua dictadura perfecta, la presidida por el PRI durante varias décadas, el gobierno jamás perdía las elecciones hasta que al final del gobierno de Zedillo se dio finalmente la alternancia y llegó el PAN al poder. Hacer elecciones no es difícil. Lo difícil es lograr que el perdedor de las elecciones reconozca su derrota.

En el actual contexto político electoral López Obrador, un auténtico emisario del pasado, según la doctrina echeverrista, pretende instalar una nueva dictadura, ésta imperfecta porque en el presente y en el futuro inmediato, no se votaría para elegir al titular del Poder Ejecutivo, sino al gerifalte de los 3 Poderes de la Unión controlados por una sola persona: ¡AMLO! Se trataría de un violento golpe de timón para volver al país de un solo hombre presidido por caudillos, virreyes y tlatoanis, como aconteció siglos atrás. Los mexicanos ya no elegiríamos a un Presidente, ¡qué va!, sino a un nuevo tirano, otra santísima Trinidad política, titular camuflado de los 3 Poderes de la Unión.

Si bien es cierto que a lo largo de la interminable Dictadura Perfecta se cometieron terribles errores propios de la concentración absoluta del poder, no es menos cierto que se crearon múltiples organismos autónomos, contrapesos institucionales efectivos para salvaguardar nuestra democracia y someter al Poder Ejecutivo al imperio de la ley. Imposible olvidar el pútrido «carro completo» o las decenas de millones de pobres como saldo irrefutable de su gestión o el contubernio con los sindicatos, entre otros tantos daños sociales, económicos, políticos, jurídicos y educativos, sí, pero se otorgó independencia al Banco de México para procurar la estabilidad del poder adquisitivo del peso; se constituyó el INE, para garantizar la efectividad del sufragio, la CNDH, para proteger los derechos humanos, el INEGI para coordinar la información geográfica de interés nacional, el INEE, para evaluar la calidad del sistema educativo, la COFECE, para proteger el proceso de competencia de los mercados, el IFT, para regular el espectro radiofónico y las telecomunicaciones, el CONEVAL, para medir la pobreza y evaluar los programas de desarrollo social, el INAI, para garantizar el derecho a la información pública y la FGR, para procurar certeza jurídica y respeto a los derechos humanos.

En la administración anterior, se instrumentaron con gran éxito las llamadas Reformas Estructurales, como la energética, la hacendaria, la financiera, la laboral, la educativa, verdaderamente promisoria, la de amparo, la político electoral, entre otras más. Sí, de acuerdo, pero antes, durante la misma Dictadura Perfecta, se creó el Seguro Social, el Infonavit, comisiones de seguros y bancos, la Financiera de Desarrollo Agropecuario, el IPAB, Bancomext, etcétera…

La dictadura imperfecta, tal vez otro deleznable Maximato que AMLO desea fundar a partir del 2024, salvo que los mexicanos nos hagamos de la mayoría calificada en el Congreso, consistirá en la desaparición de los organismos autónomos, en la cancelación de la división de poderes, en la aniquilación de la Corte, en la derogación de las reformas estructurales, en la extinción de la libertad de expresión, en la monstruosa expansión de la pobreza, en el escandaloso desplome del crecimiento económico.

AMLO viene decidido a cumplir con su histórica amenaza: «Váyanse al diablo con sus instituciones» y, para lograrlo podría apoyarse en el Ejército al estilo de Chávez y de Maduro. Pobre de quien todavía dude de que López Obrador no recurrirá al uso de la fuerza para eternizarse en el poder. Llegaría para instalar una dictadura imperfecta que, con el paso del tiempo, volverá a convertir a nuestro país en astillas al agotarse la paciencia de los mexicanos. Las dictaduras de Díaz y de Huerta acabaron en movimientos armados, entre otras muchas más.

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