Muy pronto veremos si los dados están cargados a favor de Claudia Sheinbaum, la aspirante predilecta de López Obrador, en la competencia por la candidatura presidencial de Morena.

El Consejo Nacional de ese partido aprobó las reglas para las campañas (que formalmente no serán campañas) con el fin de elegir a su candidato presidencial (que formalmente no será el candidato presidencial).

Como le gusta a la izquierda mexicana —y así lo han plasmado en diversas leyes que ahora aborrecen—, prohíben a los políticos hacer política. En este caso, el Presidente, los miembros de su gabinete, gobernadores, alcaldes, coordinadores de bancadas en los congresos federal y locales, así como los dirigentes nacionales y estatales, no pueden apoyar abiertamente o promocionar a alguno de los aspirantes.

En una verdadera contienda interna de un partido en cualquier país democrático, los candidatos se dedican, en buena medida, a conseguir el apoyo de los cuadros partidistas. Pero, aquí en México, el partido mayoritario les pone un bozal.

Por lo menos públicamente, porque ya sabemos qué va a pasar. Los políticos seguirán haciendo política, es decir, veremos a gobernadores y alcaldes apoyando a cada uno de sus gallos para que tengan los mejores actos de campaña en sus demarcaciones. No aparecerán ellos, pero se verá la mano que mece la cuna. Y ahí observaremos qué tanto “la cargada” que ya se notaba a favor de Claudia continúa durante los 72 días de campaña (que no es campaña, acuérdense).

Pero, además, habrá una segunda pista de qué tan cargados o no vienen los dados a favor de Sheinbaum. Me refiero a la definición de los detalles de las supuestas encuestas que se utilizarán con el fin de elegir al candidato presidencial (sí, ya sé que quien realmente elegirá a la susodicha será AMLO y que la ganadora no se llamará así).

Se aplicarán cinco encuestas, una de la unidad demoscópica interna de Morena, y cuatro de encuestadoras externas seleccionadas al azar de una lista propuesta por los aspirantes. Una Comisión de Encuestas definirá las muestras, el cuestionario y otras reglas metodológicas.

Marcelo Ebrard quería que el asunto se definiera con una sola pregunta. Su propuesta no fue aceptada. Lo que se entiende del Acuerdo del Consejo Nacional es que habrá varias preguntas. ¿Cuáles y qué peso tendrá cada una en el resultado final?

El asunto es toral porque el cuestionario puede sesgar los resultados a favor o en contra de cierto candidato.

Doy un ejemplo. En la última encuesta de mayo de Buendía&Márquez, el 64% de los mexicanos dijo conocer u oído hablar de Ebrard, mientras que para Sheinbaum fue el 60 por ciento. En esta variable de reconocimiento de nombre gana Marcelo.

Entre los que los reconocen, en el saldo de opinión (a las opiniones positivas se les resta las negativas), Sheinbaum tiene un +29 versus un +26 de Ebrard. Por el margen de error de la encuesta (+/- 3.53), prácticamente están empatados en esta variable.

Finalmente, cuando se le pregunta a la gente a quién prefiere como candidato de Morena a la Presidencia, Sheinbaum obtiene un 32% y Ebrard un 23 por ciento. Aquí sale adelante la todavía jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

¿Qué tanto va a pesar cada una de las preguntas en el resultado final? ¿Cómo se fraseará cada una de las preguntas? ¿En qué orden irán en el cuestionario?

Todo eso puede sesgar las respuestas, lo que en la jerga demoscópica se conoce como errores no muestrales.

Por no hablar, desde luego, de los posibles errores de la muestra que también será definida por la dichosa comisión donde, supongo, cada aspirante tendrá un representante para defender sus posturas.

¿Habrá un acuerdo de todos los detalles metodológicos que deje contento a los seis aspirantes que aparecerán en la boleta?

Porque, sí, habrá boleta.

De acuerdo a lo anunciado, cada cuestionario tendrá “número de folio y talón desprendible con el mismo número. Se entregará al encuestado para que marque en secreto el nombre de su preferencia. Se depositará en una urna sellada que será entregada a la Comisión de Encuestas al final de la jornada”.

Las cinco encuestas serán muy peculiares porque acudirán al levantamiento no sólo el encuestador, sino un coordinador designado por la Comisión de Encuestas y un representante de cada uno de los aspirantes, es decir, hasta ocho personas. No me quiero imaginar lo intimidante que resultará este ejercicio para los encuestados.

En cuanto aparezca la propuesta de muestra, cuestionario, el orden de los posibles candidatos en la boleta, la selección de los cuatro encuestadores privados y los detalles del levantamiento podremos hacer un primer juicio sobre si el método favorecerá o no a la predilecta del presidente López Obrador.

 

                Twitter: @leozuckermann

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