¿Serás sustituido por una máquina? Es una pregunta que se puede hacer hoy en cualquier sobremesa, para saber qué piensan, qué esperan los demás de la inteligencia artificial. La provocadora ¿cuándo serás sustituido por una máquina? también cabe. La IA ha tomado por asalto la conversación y los diversos foros donde se especula, del asombro al espanto, sobre nuestro devenir con estos avances tecnológicos. En uno de ellos Yuval Noah Harari reflexionó sobre lo que podríamos esperar (AI and the future of humanity, de la organización Frontiers).

Se ha considerado que para que la IA amenace a la humanidad requiere desarrollar conciencia (y luego sentimientos) y ser capaz de tener presencia física en el espacio humano. Para el autor de Sapiens, estas condiciones no son indispensables; la IA ha encontrado la «clave maestra» del «sistema operativo humano»: una creciente habilidad para manipular y generar lenguaje. Es el lenguaje lo que ha permitido al género humano establecer el control de unos sobre otros, mediante la creación de constructos más allá del mundo biológico, creaciones culturales como el Estado, las nacionalidades, las fronteras, el dinero, las religiones y más, narrativas que millones de personas aceptan como realidad, creencias que modulan su forma de pensar, sentir y actuar. Es interesante lo que plantea Harari: la máquina no necesita tener sentimientos, le basta con provocar sentimientos en el humano; esto será posible a través del lenguaje y de forjar relaciones emocionales cercanas con las personas.

Es mediante el lenguaje que se han iniciado revoluciones, forjado mitos y asimilado creencias metafísicas milenarias que han sido parte fundamental en la vida de millones de personas. Es la palabra, el verbo (¿acaso el Génesis es una advertencia?) lo que seduce y motiva (movimiento a la acción), de modo que a la IA sólo le bastaría encontrar las palabras adecuadas, en las personas y momentos correctos, para provocar algo. La pregunta es si ese algo convendrá al género humano. La IA es un intruso seductor en un territorio de gran plasticidad y creación de realidades para el humano, el lenguaje, espacio que antes era sólo nuestro.

Vayamos de Yuval a dos mercados mexicanos para probar la fuerza del lenguaje en la conducta humana. En el mercado de San Juan de Pugibet (quienes me conocen saben que lo tengo como sitio de culto) en el Centro Histórico de la Ciudad de México, hay un puesto donde venden quesos, variedades nacionales e importados. Es atendido por grandes seductores. Te dan a probar de éste, de aquel, te cuentan el origen, el tiempo de añejamiento, te sugieren maridajes y, además, te regalan (porque no tienen permiso de vender) vino tinto. Es casi imposible salir de ahí sin comprar. Hay otro mercado (me reservaré el nombre) donde pretenden hacer algo similar. Es atendido por despachadores. No existe una narrativa seductora, no te venden, te dan lo que les pides; no saben ni el origen ni las características de los quesos. Estos dos comercios pueden tener los mismos excelentes productos, lo que los hace diferentes es que uno seduce con su narrativa, el otro no. Uno es capaz de llevarte a otros mundos sensoriales, el otro se queda en un mostrador.

Para advertir el peligro que implica esta tecnología fuera de control, Harari hace una pregunta fundamental: ¿qué pasará cuando estas narrativas sean moduladas por una inteligencia que sepa manipular a los humanos? Y profundiza: qué pasará cuando la IA pueda influir en las elecciones (amenazar democracias), cuando pueda crear manifiestos políticos o mandamientos religiosos para los cuales habrá adeptos. No se trata nada más de captar la atención de las audiencias, dice el historiador israelí, ahora se trata de generar un vínculo emocional cercano con la gente. Para probarlo recuerda el caso del ingeniero en programación de Google, Blake Lemoine, quien fue despedido luego de afirmar que el chatbot LaMDA era sensible. Lo increíble, dice Yuval, no es esa afirmación per se, sino que fuera capaz de arriesgar su trabajo influenciado por una narrativa (el vínculo que tenía con un programa informático). Mientras especulamos, vayamos a los hechos: ha llegado el intruso, y es seductor.

En el principio era el Verbo; en el futuro también…

@eduardo_caccia

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