Hace apenas unos días, comentando sobre el asesinato de cinco jóvenes inocentes y desarmados por parte de una patrulla del Ejército en Nuevo Laredo, decía que estábamos frente a otro caso más del fracaso de la militarización de la seguridad pública en México. Bueno, pues ahora resulta que, este domingo pasado, algunos militares y sus familiares salieron a protestar en contra de la detención de los soldados que cometieron dicha masacre.

Se entiende. Están defendiendo a los suyos. El “espíritu de cuerpo” es muy importante en las instituciones castrenses. Pero lo interesante es que estos manifestantes se mostraron inconformes con la estrategia actual del gobierno de AMLO. Al parecer, están confundidos de qué tienen que hacer al estar patrullando las calles.

Y, sí, efectivamente, la estrategia de AMLO es rara, por decir lo menos.

Por un lado, como Presidente, López Obrador ha profundizado la participación de las Fuerzas Armadas en la seguridad pública. Hoy hay más soldados y marinos en labores policiacas, algunos vestidos de Guardia Nacional, que en el pasado. Sin embargo, por otro lado, el comandante supremo les ha ordenado tratar a los presuntos delincuentes con abrazos, no con balazos, algo para lo que no están entrenados.

Los soldados se encuentran, entonces, en el peor de los mundos. Se les exigen resultados, pero no pueden ejercer su poder, que es el de las armas.

En lo personal, celebro la orden de no disparar a mansalva porque, si de por sí hay masacres de vez en cuando, pues éstas se multiplicarían. Pero también entiendo la frustración de los militares, quienes no saben cuándo recatarse y cuándo apretar el gatillo. En videos que circulan por las redes hemos visto cómo la población a veces los insulta y maltrata y ellos no hacen nada más que tragarse su orgullo marcial.

“En memoria de los militares que murieron en espera de una orden de disparo que nunca llegó”, decía una pancarta en la manifestación del domingo pasado en la Ciudad de México. Creo que resume bien el malestar de estos militares. Me pides que intervenga para resolver el problema, pero no me dejas solucionarlo a mi manera. Las consecuencias son soldados muertos, heridos, mancillados en su dignidad o detenidos por haber abusado de su poder de fuego.

Mi intención no es desarrollar aquí una narrativa de “pobrecitos de los soldados”. Para nada. En este sexenio, las Fuerzas Militares han acumulado un poder como nunca habían tenido en la historia contemporánea del país. Tienen más recursos financieros, materiales, humanos y legales que en el pasado. Además, están metidos en labores de gobierno que deberían estar ejerciendo civiles, como la construcción de obras públicas y la administración de puertos y adunas.

No se trata de expresar conmiseración por las Fuerzas Armadas. Ellas, por lo menos sus mandos superiores, han acudido, felices, al llamado de su comandante en jefe, el presidente López Obrador.

Como nunca han tenido tanto poder. Están cada vez más metidos en el gobierno y, por tanto, en la política. Así que no nos sorprenda que aparezcan grupos de militares disidentes que abiertamente hagan política.

Porque manifestarse en la Ciudad de México, Nuevo Laredo, Cuernavaca, Cuautla, Veracruz, Xalapa, Querétaro, Tampico, Puebla, Acapulco, Oaxaca, Chetumal y Tuxtla Gutiérrez es hacer política. Y el mensaje es muy claro: no están contentos con que los responsabilicen de la seguridad pública y, al mismo tiempo, los obliguen a respetar esas cosas chocantes llamados “derechos humanos”.

Me preocupan estas expresiones. Lo que están demandando es que los dejen disparar. Y a nadie le conviene eso. Por eso, en las sociedades más seguras, son las policías (entrenadas para combatir el crimen respetando los derechos humanos) las encargadas de la seguridad pública, no las Fuerzas Armadas, como tenemos en México.

El Presidente debe tomar nota y reflexionar sobre lo ocurrido el domingo.

No son sus adversarios los que salieron a manifestarse, sino miembros de las instituciones que más lo han apoyado durante su sexenio: el Ejército y la Marina. Están inconformes con lo que está sucediendo.

¿Estamos frente a un riesgo de rebeldía castrense? No lo sé. Lo que sé es que el domingo estuvieron dispuestos a salir a manifestarse en las calles, a participar en la política, y eso no le gusta nada a los mandos superiores, que siempre demandan una obediencia absoluta. Mucho cuidado con eso.

  • Twitter: @leozcukermann

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