En 1981, cuando tomó posesión Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos, dijo: “La solución no es el gobierno porque el gobierno es el problema”. Ese país, en ese momento, tenía que replantearse el tamaño de un Estado demasiado intervencionista. Efectivamente: el gobierno era el problema. Nosotros, en México, tuvimos la misma situación, pero más aguda. Cuando llegó el presidente Miguel de la Madrid, en 1982, teníamos un gobierno obeso en tamaño y alcance. Más que la solución, era el problema.

Mucho se hizo desde entonces hasta 2018 para retirar al gobierno de diversos sectores de la actividad económica donde estorbaba. Y si bien no se logró un crecimiento espectacular de la economía durante este periodo neoliberal (2% en promedio anual), el país se modernizó, convirtiéndose en una potencia exportadora.

La historia suele ser pendular y, en 2018, nuestro país dio un giro con la elección de López Obrador. Regresó la idea de que el gobierno era la solución para los múltiples problemas que tenía México en ese momento. Se prometió una intervención más activa del Estado a fin de generar mejores resultados en la economía, educación, salud, seguridad y hasta la felicidad de la población.

Desde entonces han pasado dos años y seguimos esperando. Los resultados no se han dado. Al revés, todo se ha deteriorado.

Tenemos un Presidente muy bueno para la labia, pero incapaz de hacer realidad las múltiples promesas.

Los enamorados de la intervención activa del Estado siempre hablan de gobiernos hipotéticamente eficaces. No obstante, ésos sólo existen en sus cabezas. Nada más lejano que el gobierno mexicano actual en términos de eficacia. Es un desastre que ha reafirmado mi visión de que el gobierno está para resolver las fallas del mercado.

Sin embargo, por sus características, el problema del covid-19 no lo va a resolver el mercado. Ésta sí es una tarea que le corresponde al Estado. Para ello se requieren gobiernos eficaces. Desgraciadamente, no los tenemos en México. Al revés, en este tema, el gobierno federal se ha convertido en uno de los problemas.

Un gobierno populista y demagógico que desmanteló instituciones de salud pública que habían producido buenos resultados, como el Seguro Popular. Un gobierno que, primero, negó la gravedad de la pandemia. Luego, cuando crecían los contagios y fallecimientos, afirmó que estaba “domada”. Que puso al frente del esfuerzo a un charlatán narcisista que ni siquiera tuvo la humildad de adoptar las recomendaciones más básicas de la Organización Mundial de la Salud. Un gobierno que, desde el día uno, politizó la pandemia rechazando los criterios técnicos y científicos; que tomó decisiones para agradar al presidente López Obrador, no para contener la enfermedad.

Esta triste historia sigue ahora con las vacunas. Un desastre por donde se vea. Otra vez, prometieron resultados rápidos y eficaces. Publicaron un calendario donde supuestamente todos los adultos mayores de 40 años quedarían inoculados antes de junio de este año. ¡Hombre!, en un semestre lo arreglamos. Bueno, pues estamos en febrero y ni siquiera han terminado la primera fase para el personal de salud. La realidad es que no compraron las vacunas necesarias. Se les olvidó, al parecer, que sin vacunas no hay vacunación.

El gobierno da bandazos e improvisa. Inoculan a maestros de Campeche, pero no a todo el personal sanitario de ese mismo estado. Compran la vacuna rusa, anuncia el director del Insabi que llegarán las primeras dosis esta semana, pero la Cofepris no la ha aprobado.

¿A qué estamos jugando? ¿Quién es el responsable de este desmadre?

Creen que el gobierno es la solución, pero tenemos uno de pacotilla.

Al parecer, muchos funcionarios sí se creyeron lo que dijo el presidente López Obrador de que gobernar no tiene mucha ciencia. Por el contrario, gobernar sí requiere mucha ciencia. Es administrar recursos escasos, solucionar problemas muy complejos y producir resultados.

En la pandemia, estamos viendo el fracaso de este gobierno. Se ha convertido en un estorbo muy oneroso para el país. Por su culpa, no llegan las vacunas. Sus propagandistas se escudan en el pobrísimo argumento de que todos los países del mundo están teniendo problemas. Cierto, pero, hoy por hoy, México es de las naciones más rezagados en la vacunación. Mientras tanto, ya rebasamos a la India como el tercer país del mundo con más muertos.

Por más bueno que sea el choro mareador del presidente López Obrador, su gobierno es una calamidad. No ha sido la solución a la pandemia sino, por el contrario, fue, es y sigue siendo uno de los problemas.

 

           Twitter: @leozuckermann

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