La capacidad de hacer diagnósticos certeros ha sido un tema toral en la narrativa humana, desde la época en que los monarcas consultaban adivinadores esotéricos o estrategas militares de altos vuelos. Contar en el equipo con alguien que tenga buena capacidad para hacer diagnósticos es invaluable en tiempos rotos y de dudas (es decir, todo el tiempo). En buena medida, un gobernante y su gabinete son como un equipo médico que hace diagnósticos y determina formas de actuar. Los diagnósticos equivocados suelen tener resultados adversos.

La historia de Lisa Sanders es particularmente interesante. Podemos decir que confirma el hecho de que la realidad alimenta la ficción y luego ésta a aquella, así, en un círculo que genera una inercia. Ella estudió medicina inspirada por un detective que a su vez se inspiró en un médico. El resultado es que Sanders también inspiró a otro médico. Es más fácil de entender así: para crear a Sherlock Holmes, Conan Doyle se basó en el cirujano escocés Joseph Bell, que colaboraba con Scotland Yard; de él tomó sus métodos de observación y deducción para redondear al detective que vive en la confluencia mental de Enigma con Brillante deducción.

Lisa Sanders creció entre las historias detectivescas de Holmes, trabajó como reportera de la cadena ABC. Motivada al ver a un compañero reportero (que además era médico) salvar la vida a una persona, decidió enrolarse en una segunda profesión: medicina. Combinando sus dos vocaciones, Sanders comenzó a escribir una columna en el New York Times, llamada «Diagnosis», donde refería casos misteriosos de la medicina (desde muy temprano en su carrera como médico asoció la actividad de detective que requiere todo buen doctor). Esta columna dio pie a una de las series más exitosas: House M. D., donde un tipo irritable, arrogante y grosero, también es brillante para diagnosticar casos particularmente difíciles. A su vez, esta serie inspiró la creación del documental seriado Diagnosis, donde la propia Sanders es protagonista.

La visión de Sanders también ha servido para crear personajes como el brillante médico autista (quien además tiene el síndrome de Savant: discapacidad en unas cosas y altísima capacidad en otras) en The Good Doctor, en la que retrata a un individuo con evidente déficit para llevar una relación social «normal» con los demás, pero con elevada capacidad para diagnosticar, diseccionar partes, pensar en imágenes y correlacionar causas y efectos.

Solemos decir que un médico es «muy atinado» por su capacidad de dar un buen diagnóstico. En la serie Diagnosis, Sanders opera bajo un principio elemental (diría Holmes): agranda el foro de colegas a quienes consultar un caso, al valerse de las redes sociales para obtener pistas potenciales incluso de otros pacientes y familiares. Si en un cuarto de hospital entran 4 médicos a ver un paciente, lo que hace Sanders es «agrandar el cuarto» dando cabida a más opiniones. El principio es que más gente con más experiencia es mejor que una persona tomando decisiones. Esta consulta múltiple es la que alimenta muchas de las plataformas tecnológicas que ahora forman parte de nuestra cotidianidad. De alguna forma, somos nosotros más la inteligencia de los otros. La cooperación tribal en redes es, como dice mi colega Alejandro Servín, «como un cerebro biológico que parte de neuronas (individuos) con un grado homologado de conocimientos técnicos y científicos. Si no, abundan las ideas basura».

Los sistemas de gobierno donde un individuo se vuelve todo-poderoso ponen en riesgo a un país completo, pues dependemos de la capacidad de diagnóstico de una sola persona. En otras palabras, es como si Lisa Sanders involucionara su método. Hablando de misterios y pistas dejo aquí el llamado Efecto Dunning-Kruger, «sesgo cognitivo según el cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas, midiendo incorrectamente su habilidad por encima de lo real. Este sesgo se explica por una incapacidad metacognitiva del sujeto para reconocer su propia ineptitud». Una persona con estas características «achica el cuarto», concentra el poder, tiende a tener malos diagnósticos y por ende malas soluciones.

Elemental, querido Watson.

@eduardo_caccia

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