Esta semana he dedicado mis columnas a tres auditorías de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) del primer año de gobierno de López Obrador. No ha sido fácil revisar documentos legales llenos de fárrago. Sin embargo, me parecía muy importante señalar los errores que identificó una institución de gobierno, como es la ASF, sobre la actuación de la administración lopezobradorista en 2019.

El problema para mis artículos es que, conforme avanzaban los días, la ASF perdía credibilidad a pasos agigantados.

Todo comenzó por la auditoría que hicieron para estimar los costos de la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco. Yo leí dicha auditoría y le dediqué mi columna del lunes al tema. Era un escándalo. De acuerdo con la ASF, el costo de suspender esta obra superaba 232 por ciento de lo que había calculado el gobierno de López Obrador. La cifra total era astronómica: 332 mil millones de pesos.

Yo, de buena fe, asumí que los datos de la ASF estaban bien. Estimé que habían cuidado muchísimo esta auditoría que, sin duda, causaría mucha controversia. Supuse, por tanto, que las partidas por la recompra del 30% de bonos que se emitieron para financiar el NAIM, y de la liquidación de certificados bursátiles de la Fibra-E, correspondían a sobre costos incurridos por el gobierno actual al recuperar estos instrumentos financieros. No era así. También pensé que la ASF había realizado un análisis de valor presente neto de las obligaciones pendientes de los bonos aún vigentes. Tampoco fue así.

La ASF se equivocó. A mí lo único que me pueden reclamar es que tomé por buenos los datos que presentaba la auditoría en cuestión.

Todavía sin saber esto, escuché cómo el presidente López Obrador rechazaba los resultados de la auditoria de marras con la consabida frase de “yo tengo otros datos”. Supuse, como muchos, que López Obrador se estaba escabullendo, una vez más, de evidencia que perjudicaba a su gobierno.

Sin embargo, la ASF, muy pronto, emitió un comunicado donde admitía errores metodológicos y prometía corregir la auditoría. Vaya desastre.

Algunos pensaron que el gobierno había doblado a la ASF, como ya lo ha hecho con otros órganos autónomos del Estado. Yo, en este caso, no lo creo. La ASF se dobló sola. Hizo mal su trabajo, como lo demostró con claridad el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, en un video muy didáctico.

El auditor David Colmenares, como suele suceder en México, se escondió de los medios. Conforme pasaban las horas, la credibilidad de la ASF caía como un meteorito.

Una lástima porque, como comprobé en otros artículos, las auditorías de 2019 son muy valiosas para encontrar errores del gobierno de López Obrador y hasta posibles quebrantos al erario. Martes y miércoles presenté, en este espacio, los de dos programas sociales: Jóvenes Construyendo el Futuro y Sembrando Vida.

En realidad, el reporte de la ASF sobre el 2019 es una mina de oro para ver cómo opera el gobierno actual. Ahí está, en blanco y negro, la descripción precisa del desorden, ineptitud y hasta posibles actos de corrupción.

Lástima porque las otras auditorías pasaron, muy rápidamente, a un segundo plano debido al error cometido en la del NAIM. La imagen de la ASF quedó muy perjudicada. En este México polarizado, Colmenares y sus muchachos acabaron mal con todos. Para los lopezobradoristas, actuaron de mala fe para desacreditarlos en la opinión pública y debilitarlos políticamente. Para los opositores, entregaron en bandeja de plata la institución a López Obrador; otro órgano autónomo más capturado por el gobierno.

El gran beneficiario de todo este sainete fue, sin duda, el Presidente y su gobierno. Pudieron desviar la discusión pública hacia los errores de la auditoría del NAIM. Y, con la pérdida de credibilidad de la ASF, se demeritaron los resultados de cientos de auditorías de la Cuenta Pública de 2019. Tanto trabajo para nada. Qué pena.

 

Twitter: @leozuckermann

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