El domingo por la noche viendo debatir a las dos mujeres aspirando a la próxima presidencia de México me vinieron a la mente imágenes de la infancia. En las vacaciones pasaba semanas visitando a mi abuela materna en su rancho cerca de Palmar de Bravo en Puebla. De las muchas estampas que se quedaron en mi mente, vi otra vez a las parejas de campesinos transportando leña y mazorcas en burro. Lo curioso era ver a los hombres montados en el burro llevando una parte ligera de la carga y a las mujeres caminando detrás de ellos cargando leña y mazorcas en la espalda… pero sin burro.
Que escena tan mexicana.
Hoy en las ciudades y en el campo sigue ocurriendo lo mismo. Millones de mujeres siguen llevando la carga de la casa, de los hijos, y del gasto. Son ellas las que hacen magia para llegar al fin de la quincena. Y ese es solo el lado amable.
El lado trágico es el de las mujeres lastimadas y muertas por violencia en sus hogares, o por la explotación sexual, y no solo son las mujeres pobres.
Hablando de pobreza, millones de mujeres mexicanas siguen enfrentando desigualdad y hasta discriminación.
Es famoso el acoso por parte de los hombres que ejercen el machismo contra ellas y aunque las mujeres en México están logrando grandes avances, hoy aun en el 2024, se siguen enfrentando a la expectativa tradicional de ser cabeza de familia, sin las ventajas, ni los empleos de los hombres.
La escena del hombre sentado en el burro y de su mujeres cargadas caminando detrás quizás ya no ocurre tanto, pero si usted analiza cifras de población mexicanas se va a dar cuenta de que hay sectores activos en México, como el comercio minorista, los medios de comunicación o la educación, en los que los hombres ganan significativamente más que las mujeres haciendo el mismo trabajo.
Y no es cuestión de educación o estatus social. Es cierto que la brecha es aún mayor cuando se trata de mujeres y hombres con un menor nivel educativo. Eso se debe a que las mujeres con sólo educación pre-escolar ganan alrededor de un 45% menos que los hombres. El poco consuelo es que eso les pasa también a las mujeres mexicanas que tienen educación superior, porque ellas aún ganan hasta un seis por ciento menos que los hombres haciendo el mismo trabajo.
Los hombres mexicanos siguen siendo los que se sientan en el burro
Por eso hoy que México va seguro hacia tener a una mujer presidente, usted se tiene que preguntar ¿cuál de las dos candidatas hará más por las mujeres mexicanas?
Para responder tome usted en consideración el enorme poder que confiere la presidencia de México. Ya con eso en mente, responda usted otra pregunta que hoy es también difícil de concebir.
¿Habrá algún cambio?
Viendo el debate de Claudia Sheinbaum y de Xóchitl Gálvez recordé que el tema de las condiciones de vida de las mujeres mexicanas no está afectado solamente por los feminicidios.
Cuando usted checa las estadísticas sobre México y sus mujeres, las cifras son como bofetadas para un país que se dice contemporáneo. Porque la realidad es que la igualdad de género es uno de los objetivos más fundamentales que la sociedad mexicana no ha logrado alcanzar.
Y es válido preguntar si una presidenta cambiaría esta situación.
Es más, a veces uno hasta se pregunta si realmente la igualdad entre hombres y mujeres es un objetivo de la sociedad mexicana.
De qué otra manera puede usted interpretar que, en el planeta, de acuerdo con Statista, el grupo de análisis, México ocupa el puesto 33 en términos de brecha de género.
De qué otra forma puede usted interpretar que nuestro país, a quien los mexicanos consideran líder en Latinoamérica está detrás de países más pequeños como Chile, y Costa Rica en asuntos de igualdad entre hombres y mujeres.
Bueno, hasta en El Caribe, Jamaica y Barbados tratan mejor a sus mujeres de cómo las tratamos en nuestro país.
Las cifras del Banco Mundial confirman que en México hay más mujeres que hombres, son el 51.22 % de su población. Pero, y este es un pero enorme… su tasa de participación en la fuerza laboral fue menor, sólo el 46 por ciento. Contrástelo usted con la participación laboral de los hombres que es de 76.3 por ciento.
Ahora “ojo” esa diferencia representa un enorme problema para la paridad de género en el país, ya que más de la mitad de las mujeres en edad de trabajar no están empleadas formalmente, y peor aún, ni buscan estarlo porque lo que hay disponible para ellas paga muy mal.
Considere usted que a pesar de las inversiones y los diferentes programas que abordan la discriminación de género, México todavía tiene un largo camino por recorrer para mitigar las actitudes sexistas, los estereotipos y las normas sociales patriarcales.
Por eso hace un mes, el sábado 8 de marzo por las calles de la capital mexicana hubo grupos de mujeres vestidas de color lila llevando pañuelos morados atados en sus cuellos y sus muñecas gritando enfurecidas que ya están hartas de lo mismo. Las cifras de ese día dicen que fueron más de 180,000 las mujeres que salieron a las calles a mostrar pancartas que leían:
“Ya estoy harta de reportar que llegue viva”;
“Ya soy la adulta que necesitaba cuando era niña”;
“Esta marcha es por las que salieron a estudiar y no volvieron para graduarse”.
Esas mujeres en la Ciudad de México formaron una multitud para no solo marchar sino también para cantar a coro y gritar. Para protestar más que para celebrar el Día Internacional de la Mujer.
El canto tenía que ser muy franco:
“¡No somos una, no somos diez! ¡Somos un chingo, cuéntanos bien!”
Contarlas bien es lo de menos, esa no fue su principal demanda. Lo que las mujeres mexicanas quieren, es que el estado cumpla con su función y que las estadísticas brutales y las de victimización dejen de ser lo que caracteriza a las mujeres mexicanas.
Recuerdo haber visto los números de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y haber pensado entonces, y como le explico a quién me pregunte en Washington, ¿porque en el 2023, casi 10 mujeres fueron asesinadas cada día en México?
¿Por qué hubo más de 2,500 mujeres víctimas de homicidio y más de 800 feminicidios?
A qué se debe que, en el año 2021, según el Inegi, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México, más del 40% de las mujeres mexicanas de más de 15 años haya confesado haber vivido algún tipo de violencia en su infancia.
Si a estas alturas en la columna usted aún siente escepticismo acerca de si una mujer presidenta cambiará la ecuación no está solo. Yo mismo creo que es muy difícil que la situación cambie. Y la razón salta a la vista.
¿Ha visto cuántos miembros del Congreso de la Unión y de los congresos estatales son mujeres?
Y eso no es nuevo. Ha habido diputadas y senadoras a nivel federal y estatal por décadas.
La pregunta es: ¿Por qué las cosas no han cambiado?
Durante el debate del domingo 7 de abril, Claudia Sheinbaum afirmó:
“Durante mi gestión, (como jefe de gobierno de la Ciudad de México) la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, que es autónoma, creó la Fiscalía Anti-feminicidios. Gracias a eso, en la Ciudad de México, feminicidio que se comete, feminicidio que es castigado. Es decir, cero impunidad en feminicidios, gracias a un procedimiento de investigación que dio excelentes resultados”.
Pero la realidad es que no hay datos oficiales que respalden esta afirmación.
Los únicos datos que existen son que, en la Ciudad de México, en 2018 hubo 47 feminicidios. En el 2023 hubo 61. Saque usted cuentas. Es un aumento de 29% y eso es solamente en la capital del país.
En la marcha del 8 de marzo, las mujeres en la calle no sólo denunciaron la inacción del gobierno ante los crímenes, sino también la indiferencia a las muchas desapariciones femeninas. Aun así, en los años recientes en el gobierno de la ciudad de México, hubo serios recortes presupuestales a los programas que habían sido creados para beneficiar a las mujeres.
Desafortunadamente no hubo forma de preguntarle a la candidata de “Sigamos Haciendo Historia”, por qué redujo los gastos de los refugios para mujeres y por qué eliminó muchas de las iniciativas de salud sexual y reproductiva.
En el otro lado del debate, la actual campaña presidencial de Xóchitl Gálvez, tiene una agenda de 10 puntos para crear oportunidades y protección a las mujeres. Pero es muy difícil creer que habrá diferencias cuando usted revisa el historial legislativo de la senadora Gálvez, y se encuentra con que en todos sus años como senadora de la república, los únicos temas de igualdad que ella respaldó con su voto fueron los temas de igualdad de género, pero aplicados únicamente a las mujeres que tienen a la política como su principal ocupación.
Apoyó la paridad de las mujeres en las listas electorales o en cargos públicos, y también la nulidad de elecciones por violencia política por razón de género.
Pero eso fue todo.
Usted perdonará el escepticismo. Hoy fue necesario aplicarlo para responder a la pregunta de si ¿una presidenta mejorará la vida de las mujeres mexicanas?
Aquí, le toca a usted responder.