Hace mucho que no visitaba el bello estado de Chiapas. Por fortuna, hace unas semanas me invitaron a dar una conferencia a Tuxtla Gutiérrez. El aeropuerto queda retirado de la ciudad y, en el transcurso del viaje, me di cuenta de que la carretera, y posteriormente la capital chiapaneca, estaba tapizada de propaganda electoral: bardas, mantas, carteles, etcétera. Lo increíble es que todos, absolutamente todos los anuncios eran de un solo partido: Morena.

Conforme seguía el trayecto, y a lo largo de los dos días que estuve en Tuxtla, me di a la tarea de encontrar una sola propaganda de la oposición. No hallé ninguna. Y eso que toda la zona estaba tapizada de anuncios políticos.

Fue un viaje al pasado. Recordé mi infancia, cuando el PRI llenaba de propaganda el país durante el periodo electoral. En aquel entonces sólo existía un partido, el Revolucionario Institucional. Ahora, en Chiapas, el único instituto político que existía en las calles era el Movimiento de Regeneración Nacional. Como si no hubiera pasado nada en el país en las últimas décadas, salvo el cambio en el nombre del partido único.

En aquellos años 70 del siglo pasado la propaganda del PRI solía estar acompañada con la imagen y nombre del Presidente de la República. Si no mal recuerdo, por ejemplo, a la salida de la Ciudad de México rumbo a Puebla, en un cerro junto a la carretera, había un monumental letrero de piedras pintadas con los colores de la bandera (los mismos que los del PRI) con el apellido del Presidente en turno: Echeverría.

Presidente y partido iban en tándem en la propaganda callejera. Bueno, pues algo similar vi en Tuxtla Gutiérrez. Muchas de las bardas pintadas, carteles y/o mantas de color guinda (el de Morena) anunciaban a candidatos junto con la imagen de Andrés Manuel López Obrador. Eran aspirantes a senadores, diputados federales, gobernador, alcaldes y diputados locales. Todos presumían su cercanía con el Presidente.

Era finales de enero, a cuatro meses de la elección, y Morena era lo único que existía en Chiapas. Ante la falta de propaganda de la oposición, pregunté quién era el candidato opositor para este puesto. La respuesta me dejó frío: todavía no había.

Tuve otro déjà vu de mi niñez en los años 70 del siglo pasado. Para suceder a Luis Echeverría sólo hubo un candidato por el que se podía votar, José López Portillo, obvio del PRI, quien recibió 100% de los sufragios (descontando 6% de anulados). Una elección soviética o cubana. Así eran los tiempos del partidazo. Bueno, pues todo indicaba que así sería el caso de Chiapas en pleno 2024. Candidato único del nuevo partidazo.

Sin embargo, apenas hace unos cuantos días, ya muy cercano a la elección, por fin el frente opositor (PAN-PRI-PRD) nombró a su candidata. Se trata de la diputada federal perredista Olga Luz Espinosa, un cuadro político poco conocido en la entidad y quien va más a una labor de sacrificio que otra cosa.

Por lo que toca a MC, todo indica que no lanzará a candidato alguno en la entidad. Ergo, las condiciones están dadas para que el morenista Eduardo Ramírez arrase en la elección de gobernador.

Es tan débil la oposición en Chiapas, que Morena y su aliado, el Verde, han decidido ir separados en la elección de senadores. La apuesta es muy clara. Que Morena se lleve a los dos senadores de mayoría y el Verde al de la primera minoría. De esta forma, la alianza oficialista se quedaría con los tres senadores de la entidad incrementando la probabilidad de alcanzar la tan deseada mayoría calificada en la Cámara Alta.

Regresé de Chiapas con la sensación de haber viajado al pasado. Ese México de partido único del Presidente en turno. Lo inquietante es que a lo mejor más bien viajé al futuro. Al México que añoran los morenistas donde sólo existan ellos y sus rémoras (como las tenía el PRI con el PARM, PPS o el PFCRN). Donde no haya oposición ni contrapesos institucionales. Donde los gobernantes en turno puedan hacer lo que se les antoja sin que nadie les ponga un freno. Ese país autoritario que tanto trabajo costó dejar atrás.

X: @leozuckermann

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