En las escasas pláticas que he sostenido estos días sobre mi nuevo libro en algunos medios —los conductores de Radio Fórmula tienen prohibido entrevistarme— surge repetidamente una pregunta. Joel Ortega y yo sostenemos en Las dos Izquierdas (Editorial Debate de Penguin Random House; lo presentamos con Maruán Soto Antaki el sábado 24 en la Librería Porrúa del Bosque de Chapultepec, frente a Antropología) que desde 1911 y hasta 1988 existieron dos corrientes de izquierda en México.

Una era la izquierda independiente (aunque no de Moscú ni después, de La Habana), opuesta a los sucesivos gobiernos de la Revolución Mexicana, y otra emanada de la misma, que acompañó a dichos gobiernos desde Obregón hasta Salinas, sin jamás ocupar un espacio dominante ni dentro del oficialismo, ni en la oposición. El libro entrega retratos o menciones de personajes de ambas corrientes, desde los fundadores extranjeros del Partido Comunista Mexicano hasta los adeptos de Lázaro Cárdenas y los creadores de la Corriente Democrática en 1987. A partir de 1988 y la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, lo que Joel y llamamos la izquierda de la Revolución Mexicana, fagocita a la izquierda independiente, la absorbe primero vía el PRD, después a través de Morena, y llega, finalmente, al poder en 2018 con López Obrador.

La pregunta que nos hacen es sencilla, o francamente simplista. De ganar Claudia Sheinbaum las elecciones presidenciales de junio, premisa que no aceptamos, ¿será parecida o distinta a López Obrador? ¿Piensa igual o diferente? ¿Es tan priista como él, o proviene de una tradición más de izquierda, ya sea más radical, ya sea más moderna? Obvio ni Joel ni yo somos sus psiquiatras, ni tenemos la menor idea de que sucederá con su gobierno si vence a Xóchitl, aunque yo frecuenté mucho a Sheinbaum, en compañía de su anterior marido a lo largo de los años noventa (asistió a una de mis clases en la Universidad de California en Berkeley). Pero sí podemos ubicarla a ella, y a la corriente a la que perteneció, en la historia de estas dos izquierdas que describimos en nuestro breve libro.

La izquierda independiente —PCM, PMT, trotskistas, ACNR fundada por Genaro Vázquez hace años, otros medio maoístas, veteranos del 68, etcétera— ya había empezado a fundirse con la otra, a partir de la creación del PSUM y luego del PMS (perdón por la sopa de letras y siglas: así es la izquierda en todas partes). Pero la candidatura cardenista del 88 acelera el proceso, y lo radicaliza. Todas las izquierdas, prácticamente, se unen tarde o temprano (Heberto Castillo y el PMS al último) al grupo del ingeniero: los líderes del 68 como Raúl Álvarez Garín de Punto Crítico, trotskistas sin partido como Adolfo Gilly, o anteriormente de partido como Ricardo Pascoe y Pedro Peñaloza del PRT, personalidades de la izquierda de la RM como Manuel Moreno Sánchez, Manuel Marcué Pardiñas, Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Cesar Buenrostro, Amalia Solorzano Vda. de Cárdenas, Rafael Aguilar Talamantes. También se unen los dirigentes del entonces flamante movimiento estudiantil contra la reforma universitaria de Jorge Carpizo de 1986-87: el Consejo Estudiantil Universitario o CEU, apadrinado por otro antiguo combatiente del 68, Salvador Martínez della Rocca, también conocido como el Pino. El CEU fue una típica expresión de la izquierda independiente, como tantas otras en la historia del siglo veinte en México.

El rector Carpizo había propuesto una reforma de la UNAM que se centraba en la introducción de cuotas selectivas para cursar estudios universitarios. Contra esa supuesta barbaridad —propia de un gran número de instituciones públicas de educación superior en el país y el mundo— se levantó un poderoso movimiento de jóvenes, con huelgas y marchas multitudinarias, y que al final tuvo éxito. Se echaron abajo las cuotas, renunció Carpizo, y hasta la fecha nadie paga nada en Ciudad Universitaria. Los tres principales dirigentes del CEU recibieron el apodo de los tres reyes magos: Carlos Imaz, Imanol Ordorica y Antonio Santos.

Ya triunfante el movimiento, se sumaron a la campaña de Cárdenas, y organizaron su impresionante mitin en Ciudad Universitaria en mayo de 1988. Más tarde, se incorporarían al PRD, partido donde convergieron todos los citados grupos y personalidades. Convergencia caracterizada por la completa dominación de las fuerzas procedentes de la izquierda de la Revolución Mexicana. La nueva organización, y todas sus componentes —que después se denominarían tribus— aceptaron todas las tesis de la izquierda de la RM, que Joel y yo sintetizamos en el libro. Claudia Sheinbaum, compañera de Imaz, formaba parte del CEU, parte de esa izquierda independiente, y parte de la organización de la izquierda de la RM que devoró/absorbió/masticó y engulló a la primera. Y que a partir de 1997 sería dirigida por López Obrador, máximo exponente de la izquierda de la RM, con todos sus anacronismos, fetiches, atavismos y paranoias. De allí viene la candidata de la 4T, para bien y para mal.

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