He oído decir que tiene lugar una discusión importante e interesante en las filas de la oposición y del círculo de colaboradores y asesores de su candidata a propósito de dos temas fundamentales. El primero es si dirigir su artillería contra López Obrador o contra la candidata de Morena; el segundo, si centrar todo el discurso propositivo, tácito o explícito, en la seguridad, o ampliarlo a dos o tres puntos más, incluyendo la corrupción y lo que se puede llamar en general el abandono en el que el gobierno ha sumido al país.

En cada uno de estos debates, las posiciones en un sentido y en el otro poseen validez y al mismo tiempo son cuestionables. En lo tocante a si atacar o no a López Obrador, la postura que imperaba a principios de la campaña, digamos por ahí de septiembre del año pasado, era que se cometía un error al oponerse a un presidente tan popular. Convenía más centrar los ataques en la debilidad de la candidata opositora, y en denunciar su sumisión al presidente en funciones. De ahí la consigna “Fuerte como tú”, cuya autoría desconozco en parte, pero creo poder suponer. La otra postura se apoyaba en la idea de que aunque López Obrador es popular como tal, sus políticas, su gestión, y en general su gobierno, no lo son, y por lo tanto la gente puede recibir con beneplácito críticas a él, no en lo personal sino en su desempeño como gobernante.

Aquí se junta la primera discusión con la segunda. El tema más vulnerable para López Obrador ha sido durante todo el sexenio, y ahora más que nunca, el de la seguridad. En su carta a López Obrador del día de ayer, Xóchitl Gálvez concentra sus críticas y denuncias justamente en el tema de la seguridad, leyendo bien, supongo, las encuestas y los grupos de enfoque que su equipo va realizando semana con semana. A juzgar por la misiva dirigida a López Obrador, todo sugiere que ambos debates ya citados se han zanjado claramente, al menos por ahora. Se trata de pegarle directamente a López Obrador, y no tanto a Claudia Sheinbaum; se trata de centrar todo en la seguridad, y no repartir las críticas en seguridad, salud, educación y corrupción. Estoy totalmente de acuerdo con el enfoque monotemático de la seguridad; no estoy seguro de mi propia convicción en cuanto a si conviene pegarle a López Obrador o no.

Fox ganó la elección del año 2000 porque supo transformar esos comicios en un referéndum sobre la permanencia del PRI en el poder. Formuló la disyuntiva para el electorado no entre dos candidatos, sino sobre un partido, un régimen, una historia. Hacer lo mismo con López Obrador hoy parece difícil. No sólo porque lleva poco tiempo en el poder; no sólo porque en el ámbito económico la situación ha mejorado ligeramente en estos últimos dos años; no sólo porque la oposición hoy carga con el lastre de su desempeño mediocre en el gobierno, cosa que obviamente no sucedía en el año 2000, cuando ni el PAN ni el PRD habían gobernado a escala federal. El problema en pegarle a López Obrador radica en hacer del voto del 2 de junio un referéndum sobre él, que probablemente ganaría. Tal vez la cuadratura del círculo pueda hallarse en una variante: dirigir las baterías contra el regreso de un partido de Estado, de un partido hegemónico, de un régimen autoritario, representado no sólo por López Obrador, no sólo por Claudia Sheinbaum, no sólo por Morena, sino por all of the above. No sé si valga la pena probar esta idea con grupos, redes y encuestas.

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