En un universo paralelo a la Europa renacentista, y a medio planeta de distancia de la misma (es decir, justo dentro de las propias entrañas del virreinato de la Nueva España), surge una economía neo feudal, marcada, entre otras cosas, por ese abismo de desigualdad entre las clases sociales de la región, pero cuyas infraestructuras político sociales logran, a su vez, el milagroso nacimiento del arte colectivo de la talavera poblana y tlaxcalteca (una de las glorias máximas de la artesanía no sólo de todo el continente, sino del mundo entero). En aquellas lejanas tierras en las que el pronunciado humanismo del cinquecento difícilmente lograría penetrar a profundidad, sino tan sólo en algunas cuantas, refinadas y más bien aisladas mentes (pertenecientes a la aristocracia de esa América criolla, saturada de oro y demás riquezas materiales, pero construida más bien sobre la endeble cimiente de una especie de teocracia absolutista, instituida por los reyes católicos un siglo antes del surgimiento de la talavera poblana), en aquellas lejanas tierras, decía, es donde surge un considerable número de gremios post feudales, que son, justamente, los que terminan por atribuirse la autoría de diversos tesoros artesanales mayoritariamente indígenas así como endémicos, como ya lo decía, a ese universo relativamente próspero aunque también marcado de muerte por esa ya citada, así como desfazada y avasalladora desigualdad social, económica y de derechos civiles ante la impecable autocracia del lejano rey español y del también lejano (en el sentido de su carácter de inalcanzable) virrey novohispano. Y es entonces, dentro de semejante realidad político y socio económica, que el arte de la talavera virreinal tiene su origen, durante el siglo XVI y dentro de este nuevo mundo (tan nuevo y tan viejo de manera perfectamente simultánea), así como en las ciudades de Puebla y de Tlaxcala.
En la actualidad, este extremadamente estético producto (creado a partir de una perfecta mezcla de tecnología artesanal antigua proveniente de la China, Europa y el ingenio novohispano), es vendido tanto en un humilde mercado mexicano, como en una exclusiva tienda de Nueva York, además de ser ya considerado por la UNESCO, desde el año 2019, como patrimonio intangible de la humanidad.