Reviso las primeras planas de los periódicos nacionales del martes 14 de noviembre y ninguno trae una nota sobre Acapulco. Las dos excepciones son La Crónica, que habla de un amparo contra el fin de la emergencia de una asociación llamada Acuérdate de Acapulco, y tres fotos en El Sol de México, donde se reportan la improvisación de lavaderos y la posibilidad de epidemias de enfermedades como el cólera y el dengue.

Veo que los noticieros en la televisión cada vez tienen menos notas sobre lo que está pasando en el bello puerto y sus alrededores. En radio, la noticia no es Acapulco, sino las declaraciones de López Obrador justificando su ausencia en las zonas de desastre para cuidar la investidura presidencial. No vaya a ser, dice, que sus adversarios le manden unos provocadores que le mienten la madre y eso salga en los medios de comunicación.

Me queda claro: Acapulco ha desaparecido en las noticias nacionales.

El huracán Otis pegó el 25 de octubre pasado y trajo consigo una devastación nunca vista en una ciudad mexicana. Un experimentado reportero, que vivió los dos sismos de la Ciudad de México del 19 de septiembre y que ha reportado varias guerras en el extranjero, me dijo que nunca había visto tanta destrucción como en Acapulco.

Horas después del huracán, al lugar llegó la natural horda de periodistas, valientes todos ellos, a reportar lo sucedido. Sus imágenes le dieron la vuelta al mundo. Reporteros y camarógrafos con los que he platicado me han dicho que dichas imágenes no le hacen nada de justicia a lo que ellos vieron.

Y, sin embargo, ya no se habla de Acapulco veinte días después del ciclón categoría cinco.

Seamos justos. No en los medios de comunicación tradicionales. Porque en las redes todavía podemos encontrar información valiosa que nos da una idea de cómo están las cosas por allá en Guerrero.

 

Antier, por ejemplo, el chef José Andrés (a quien hay que entregarle ya la Orden Mexicana del Águila Azteca por su labor de llevar comidas calientes a comunidades devastadas por el huracán Otis) reportaba una visita a Apalani, un pueblecito rural y pobre al sur de Acapulco. Ahí, decía el fundador de la asociación World Central Kitchen, el huracán no había arrasado, pero sí encontraron una comunidad hambrienta que vivía de las provisiones que compraban en Acapulco. Como las cadenas de abasto siguen interrumpidas en el puerto, en el pueblecito existía escasez de alimentos.

José Andrés explicaba la situación mientras que, detrás, se veían colas de gente humilde, muy bien organizada, que recibía la comida caliente de los voluntarios.

¿Por qué eso no se reporta en México?

¿Por qué se ha minimizado la emergencia en Guerrero?

Sospecho que tiene que ver con la postura del gobierno de AMLO. Desde antes del huracán, el Presidente empequeñeció este fenómeno. El primer día después del devastador golpe ciclónico trató de llegar a Acapulco por tierra, lo cual resultó en un show que les gustó a unos y les pareció ridículo a otros. Desde entonces, ha ido tres veces más a la ciudad sin pernoctar ahí. El Presidente ha sido muy cuidadoso de no dejarse ver en las zonas derruidas.

En sus conferencias mañaneras, por un lado ha tratado de reducir el tamaño de la catástrofe y, por el otro, de otorgar falsas esperanzas de una recuperación rápida y barata de Acapulco. Se negó a que el Congreso estableciera un fondo especial para la reconstrucción del puerto en el Presupuesto de Egresos del siguiente año. E increíblemente decretó ya el fin de la emergencia en ese municipio y en Coyuca de Benítez.

Es evidente que el tema le molesta. Supongo que tiene que ver con su obsesión electoral. Un evento así puede afectar seriamente las preferencias de los votantes, sobre todo si se comete un error o aparece la imagen de gente mentándole la madre al Presidente in situ por la falta de apoyos. Mejor esconder el problema debajo de la alfombra.

Resulta que en este país los medios de comunicación ya se acostumbraron a que el Presidente sea el que domine la agenda pública. Prefieren seguir a AMLO que a las noticias.

Entiendo que existe un ciclo que naturalmente determina la cobertura noticiosa de un evento. Pero creo que en Acapulco los medios mexicanos se han ido más rápido de lo que la situación apremia. Todavía hay muchas historias que contar. Lo increíble es que López Obrador tiene la desfachatez de insultar a los medios por la escasa y acrítica cobertura de una ciudad que, hoy en día, sigue destruida… y ahora desaparecida.

 

           X: @leozuckermann

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