Ayer, en un acto en el Monumento a la Independencia de la capital, el Frente Amplio por México designó formalmente a Xóchitl Gálvez como su candidata presidencial para el 2024 (no le dieron este título para no violar la absurda ley electoral, pero en este espacio sí podemos decir la verdad).
Muchos estuvieron pendientes de cuántas personas asistieron al mitin. Me llama la atención que todavía tengamos esta fijación de llenar plazas cuando hablamos de una elección presidencial. Si algo se ha demostrado es que, en una competencia nacional por la Presidencia, no importa la cantidad de masa que asiste (voluntaria o forzadamente) a un evento. Un candidato, como fue el caso de Cuauhtémoc Cárdenas en 1994 o 2000, puede desbordar los zócalos con entusiastas seguidores y perder la elección. Y es que, en una competencia con un padrón de 97 millones de electores, lo que importa es tener presencia mediática con coberturas predominantemente positivas.
El termómetro de los mítines no es el instrumento correcto para medir cómo va un candidato presidencial. Siendo Xóchitl la que aparecerá en la boleta por parte de la oposición, no importa cuánta gente metió ayer en el Ángel de la Independencia. Lo relevante es, a partir de ahora, su presencia en los medios masivos de comunicación, particularmente la televisión abierta que sigue siendo el lugar por el que más se informan los mexicanos, y el impacto (positivo o negativo) que esta presencia provoca entre los votantes.
Menciono esto porque Xóchitl todavía tiene un enorme tramo que recorrer en materia de presencia mediática con el fin de darse a conocer. Con todo lo que hizo estos meses, que fue mucho, sólo logró que el 53% de los mexicanos reconociera su nombre. Esto, de acuerdo a la encuesta en viviendas de Reforma levantada entre el 18 y 23 de agosto. Todavía hay un 47% de votantes que no tienen idea de quién es la candidata presidencial del Frente.
Entre el 53% de las personas que sí reconocen a Xóchitl, el 42% tiene una opinión positiva de ella y 42% una mala, es decir, su saldo de opiniones es de cero. No es un buen número.
Si bien López Obrador le ha ayudado a Gálvez para hacerla más famosa con sus menciones en la mañanera, también ha perjudicado su imagen al tildarla de corrupta. La intervención de AMLO ha sido un arma de doble filo.
Nadie vota por una persona desconocida ni de la que tiene una mala opinión. El siguiente reto para Xóchitl es darse a conocer en la otra mitad de los votantes que la ignora y concitar más opiniones positivas que negativas. No va a ser fácil porque el Presidente seguirá criticándola duramente y, detrás de él, toda la poderosa maquinaria morenista.
Xóchitl tiene que pasar de las campañas de tierra y una presencia en redes a apariciones en televisión con mensajes que conecten con los segmentos que piensa cortejar durante su campaña.
Se acabó la etapa de las improvisaciones. Comienza la que requiere de profesionales que diseñen una estrategia basada en evidencia empírica a partir de encuestas y grupos de enfoque.
Del discurso de ayer desprendo que ya están haciéndolo.
Lógicamente, la candidata pretende atraer el voto de la gente que, como ella, sale adelante en la vida por medio del esfuerzo y trabajo. Los “aspiracionistas” que tanto critica AMLO.
Se tratará de una campaña incluyente. No es un proyecto de exclusión como el de Morena. Ayer dijo Xóchitl: “Vamos a incluir a todas y a todos los de buena fe que se quieran sumar a esta lucha, yo no tengo formalmente un partido, no tengo filias ni fobias, soy políticamente daltónica, sólo veo un color, el color de México”. Pues sí, tal y como hizo AMLO en 2018, una campaña se trata de sumar todo lo posible.
Gálvez minimizará el papel de los partidos que la han lanzado (por la mala imagen que tienen) presentándose como una candidata ciudadana que procurará la unión del país frente a la fractura que fomentan AMLO y Morena: “No vamos a seguir dividiendo a México. México necesita hoy con urgencia unidad, México necesita una Presidenta que nos ponga a todos a jalar parejo. México nos necesita a todas y todos”.
Xóchitl sabe de la popularidad del Presidente y sus programas sociales. Por eso promete: “Si algo se está haciendo bien hoy, también seré honesta y lo diré […] Nuestra plataforma es simple, si sirve, la vamos a dejar; si podría servir mejor, la vamos a mejorar; y si no funciona, la vamos a cambiar”. Nada de enfrentamientos rabiosos o estériles.
En el acto de ayer vislumbramos una primera estrategia de campaña. El discurso fue breve (lo cual se agradece) con buenos soundbytes para los medios. Un buen saque, creo.
- X: @leozuckermann