Una como madre aprende a ser muchas cosas, te conviertes en un herramienta viviente por y para tus hijos, además de hacer de todo, yo no soy la excepción, no sabía cocinar, planchar, barrer, atender, cuidar, sólo sabía existir y trabajar, porque para eso crecí, en mi mente el ser madre era una idea lejana, más no imposible, sabía que quería experimentar ese lazo, sin embargo nunca fue una constante en mi vida.
Muchas personas no entienden que no necesitas empatizar con cada niño que conoces para que quieras ser mamá, créanme que a mi no me gustaba estar con niños, ni cargarlos, ni cuidarlos, ¿Por qué voy a querer niños que no son míos?
Hasta que conocí a mis dos hijos me di cuenta que en realidad no era que no me cayeran bien los niños, simplemente no habían nacido de mí, para que yo desarrollará ese afecto.
Me convertí gracias a mis niños en una experta cuidadora, atendía todo y cuanta cosa saliera, dejé de trabajar por un tiempo, sabía que mis hijos me necesitaban y mi esposo tuvo que sacrificar tiempo para poder darnos esa oportunidad como familia, la cual acepté con gusto, mi vida se dividía en dos personitas: Ian e Izan…
¿No había hablado de Izan verdad?… Izan es la chispa de mi vida, es el ser que vino a mi mundo para recordarme que la vida siempre es hermosa, su cara irradia amor, ternura, entendimiento y sobre todo inteligencia, Izan es mi lucecita que me guía en este mundo caótico, a veces es mi torbellino también, pero la vida de eso se trata, es mi equilibrio constante.
Izan llega a esta familia siendo un total niño neurotípico, pero que aprende a adaptarse a las necesidades de su hermano, si su hermano le dice que el cielo es rojo, para Izan el cielo será por siempre rojo.
Izan es tan paciente y entiende que los miércoles son de terapia, sabe que su hermano necesita ayuda, no siempre sabe por o para qué, pero es el primero en preguntar horarios, estar listo y preocuparse de más. Los hermanos son el soporte para los niños neurodivergentes.
Sé que Ian tal vez no sea esa figura de hermano mayor para Izan, pero Izan siempre estará al pendiente de su hermano mayor y eso es importante para todos.
Ian detestaba la idea de tener hermanos, lloró y se enojó conmigo cuando conoció a Izan, no era lo suyo eso de ver bebés, hasta la fecha me dice que no lo soporta, pero en secreto adora a su hermano y saber que lo tiene es más que suficiente.
En el camino aprendes muchas cosas a la mala, entre ellas, el dejar de tener expectativas, las cuales no siempre son malas, pero a veces sí son innecesarias, de repente tenía ciertos sueños de cómo Ian sería, tal vez un niño muy inteligente, o un niño con muchos amigos o simplemente un niño con diferentes enfoques, al final la vida que te llena y deja sorpresas.
Lloré y sufrí por lo que esperaba, pero también añoré lo que no espero, el momento en que dejé ir a Ian, fue el momento en que comprendí que esto no se trata de mí, se trata de él, de lo que construya, claro que con apoyo de los que lo rodeamos, pero al final todo lo que él haga o deje de hacer es para él, sus victorias son de él, no mías.
Cada que Ian desea probar un alimento nuevo es una fiesta en la casa, cada que Ian se aprende un nuevo nombre de un amiguito de él, hay fiesta en la casa, cada que Ian recuerda que debe bañarse, vestirse, comer y hacer otras cosas que no tengan que ver con sus cosas favoritas, hay fiesta en la casa, las victorias de Ian en su neurodivergencia son siempre celebradas, él que mi hijo venga conmigo y me diga mamá pude hacer la tarea, para mi es como si hubiera ganado un maldito premio nobel, a veces las personas no entienden esta parte, pero ya no espero que lo hagan, yo le celebro a mi hijo un día más de vida, esfuerzo y suspicacia, porque a veces la ventana para que estas cosas se puedan cumplir no siempre está abierta, lo cual quiere decir que mi hijo hace un tremendo trabajo por sí solo para romper esa ventana y merece todo el reconocimiento del mundo.