En un llamado por hacerle frente a los efectos de la inflación y a los altos costos de la canasta básica, el gobierno de México está impulsando una Cumbre Antiinflacionaria con once países de América Latina y el Caribe a celebrarse los primeros días de abril para implementar acciones en favor de la “autonomía alimentaria” de la región. Como ha demostrado la historia este tipo de esfuerzos tienen un impacto inicial que se va diluyendo con el tiempo, sobre todo porque cada participante tiene condiciones macroeconómicas diferentes y tipos de políticas que pueden hacer variar la naturaleza de la inflación,
por lo que todo parece indicar que, si bien con buenas intenciones, el resultado será efímero.

Este tipo de reuniones suelen ser simples escaparates en los que no se alcanzan acuerdos concretos, sobre todo cuando los líderes que se reúnen, aun cuando retóricamente compartan los mismos ideales en pro de sus pueblos, tienen diferentes objetivos políticos.

En ese tenor, México ha expresado un sentimiento de pertenencia a la región, intentando ser líder. Sin embargo, la realidad muestra que tiene muy pocas relaciones comerciales importantes con esos países. México pareciera querer tener el liderazgo ideológico de la región a la que no pertenece.

México se ha transformado en los últimos 30 años de ser una economía mono-exportadora y basada en commodities, a una economía con gran fortaleza, diversificada, con alto nivel de manufacturas, lo que la separa del bloque latinoamericano y ha pasado a formar parte de Norteamérica, particularmente con Estados Unidos, con el que tiene una participación de poco más de 82% de exportaciones no petroleras.

Por lo que la intención de México de ser mucho más partícipe en temas de Latinoamérica y el Caribe no tendrá un beneficio importante para el país, especialmente en el tema de la inflación.

Esta idea se refuerza cuando se miran los marcados contrastes en el tamaño y en la capacidad económica y financiera de cada país. Sólo los países grandes tienen comercio destacado, capacidad de producción, infraestructura de transporte, así como mayor diversidad de productos para ampliar su comercio. Si bien es cierto que en los últimos años las exportaciones de América Latina y el Caribe se han dinamizado, sólo Brasil, México y Argentina concentran dos terceras partes de las exportaciones de alimentos, bebidas y
tabaco de la región, por lo que se puede esperar que esta triada siente las bases de cualquier acuerdo al que se pudiera llegar en la Cumbre. Aunque hay que volver a enfatizar que el comercio de México está con Estados Unidos.

Virando al tema de la reciente inflación, hay un factor en común del que pudiesen partir todos los países participantes: los problemas inflacionarios y de incremento de precios en alimentos, para muchos, surgieron con el inicio de la pandemia por COVID-19 que frenó de golpe el comercio internacional y rompió las cadenas de suministro, haciendo que las exportaciones de bienes hacia los países fueran más caras. A nivel interno, las restricciones sanitarias de cada país, junto con sus problemas estructurales y los tipos de políticas para enfrentar la crisis sanitaria, también ocasionaron, entre otras cosas, que se frenara el intercambio nacional o que se demandaran mayores productos básicos hasta que escasearon, provocando que el precio de esos bienes aumentara.

Además de las condiciones divergentes en términos de la inflación que enfrentan estos países, existen otras realidades respecto a la estructura de su comercio. Tomando sólo en consideración a los grandes países que participarán, Brasil exporta soja, minerales de hierro y aceites de petróleo y su principal mercado es China; Argentina exporta cereales y alimentos y su principal destino es Brasil. Tampoco se pueden dejar de lado los asuntos políticos y geopolíticos. Los gobiernos de varios de los países participantes tienen afiliación
de izquierda, con marcados contrastes en términos de visiones de país, lo que también determina las acciones y las políticas que internamente se han establecido para combatir la inflación. Habrá que revisar entonces con detalle los acuerdos y los compromisos establecidos, los mecanismos y los tiempos, así como los posibles beneficios, los costos, los riesgos y las limitaciones.

La solución al problema inflacionario para México no está en el intercambio comercial con América Latina y el Caribe. La solución está en el crecimiento interno vía inversiones (externas e internas) y vía gasto en áreas productivas, en robustecer las instituciones internas, en fortalecer al empresariado para que la producción interna se dinamice. Además de lo anterior, la inflación no se detendrá por decreto y sí por una coordinación fiscal y monetaria eficaz.

Como se expresó líneas arriba, las diferencias profundas entre los países que son difíciles de zanjar, dificultan reducir en bloque la inflación, ello ante un panorama económico, social y político tan divergente, por lo que parece que la idea de un plan antiinflacionario tiene poca solidez y será difícilmente lograble.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®

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