Desde el advenimiento del de COVID-19 al mundo occidental, la idea de la epidemia aislada, ajena, en continentes al otro lado del mundo como Asia y África, desapareció de la noche a la mañana. Muchas personas se han visto obligadas a permanecer atentas a los desarrollos mundiales de la pandemia en los medios, a la espera de un día volver a la vida antes de la sana distancia y la nueva normalidad. En los últimos meses pareciese que cada noticia de la economía está relacionada con el coronavirus y que cada mención del coronavirus conlleva menciones de caídas en la economía.

Para brindar claridad al interpretar los desarrollos de la economía durante y después de la pandemia de COVID-19 debemos comenzar con describir el panorama actual que ha causado en gran parte del mundo: La recesión económica.

¿Qué es una recesión económica?

Es un término utilizado en economía que sirve para describir un decrecimiento sostenido en la actividad económica dentro de un territorio, la cual es medida por medio del Producto Interno Bruto, el famoso PIB, un índice que concentra el valor monetario de todos los bienes y servicios producidos en un país a lo largo de un periodo de tiempo.

Cuando el PIB presenta una caída por más de seis meses consecutivos, dos trimestres en economía, puede declararse formalmente que se está experimentando una recesión económica en el país o estado donde sucede.

¿Se puede hablar de una recesión económica causada por el COVID-19? Dependiendo del territorio, la pandemia de COVID-19 y la caída de la economía que acarrea ha tenido ya una duración de, más o menos, seis meses, en los cuales muchos países han visto su PIB reducido en dobles dígitos en dos trimestres seguidos, por lo que es generalmente correcto hablar de una recesión económica en gran parte del mundo, incluyendo en México, donde el primer trimestre del año este índice PIB cayó -1.2%, y el segundo cayó -17.3%.

¿Cómo nos afecta la recesión?

Aunque se trata de un fenómeno de la economía a gran escala, la macroeconomía, una recesión afecta a la economía de un país en forma de un “efecto dominó” que puede sentirse hasta los niveles más bajos, como actualmente sucede con el COVID-19.

Al decrecer la actividad económica, bajan las demandas por productos y servicios, lo cual lleva a que haya menos empleos, lo cual a su vez aumenta los despidos; al haber más desempleo el crecimiento de la economía se detiene o baja porque más personas no tienen dinero, por lo cual se corre peligro de caer en un ciclo que vuelve a terminar con la caída del PIB.

¿Hasta cuando durará la recesión?

Esta es la “pregunta 64 mil” para los analistas alrededor del mundo, pues no existe hasta el momento una verdadera certidumbre de cuando podría controlarse la epidemia de COVID-19 de manera que ya no existan rebrotes significativos que vuelvan a obligar un cierre de la economía para evitar una crisis humanitaria por falta de recursos para controlar la expansión del virus.

Se espera que con el arribo de las vacunas contra el coronavirus se pueda empezar a reabrir la economía con más confianza, de manera más similar a como era antes de la pandemia; también se puede apuntar a una recuperación lenta a través de programas como la nueva normalidad, donde se reabre la economía con precauciones estrictas, se pueden otorgar apoyos para la inversión y la economía de los ciudadanos, todas estas medidas tienen efectividad probada para combatir una recesión, pero los efectos de las que han sido implementadas por el COVID-19 apenas están por verse en el transcurso de los meses siguientes.

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