Los objetos de transición son aquellas cosas que ofrecen consuelo emocional a los niños mientras se van haciendo independientes brindándoles confianza mientras enfrentan sentimientos de ansiedad y estrés.
Vemos que usualmente es una mantita, un peluche o un juguete. Como adultos, también las necesitamos, aunque no lo sabemos y a veces pasan bajo el supuesto de “amuletos”, especialmente en épocas de crisis en donde a partir de un suceso se crea un antes y un después en nuestras vidas, un parteaguas en donde todo cambia, nos aferramos a elementos y comportamientos nostálgicos para lidiar con el estrés y la angustia que estamos viviendo.
Personalmente la muerte de mi madre marcó un antes y un después en mi vida. Yo no entendía conscientemente porqué desde el día que falleció necesito traer conmigo algún objeto de ella, como si fuera el mismo aire, y si no lo hago me siento desprotegida.
Puede ser desde usar su perfume, alguna prenda de ella o accesorio. Soy una mujer de 47 años y mi madre falleció hace cuatro años. No soy una niña y me considero autosuficiente. Pero su muerte me hizo sentir por primera vez sin contención y frágil. Sentimientos ajenos a mí que me hacían sentir ansiosa y estresada. Por lo que sin saberlo recurrí a estos objetos de transición para superarlo.
Con la pandemia por COVID-19 que se ha suscitado, se marca un a.c. (antes de Covid) y d.c. (después de Covid) en la vida de todos nosotros. A partir de la pandemia todo ha cambiado y nada volverá a ser igual. Esto es muy fuerte, es un duelo, significa pérdidas y heridas.
Es por ello que hemos necesitado de objetos de transición para afrontar estos momentos de incertidumbre emocional, económica y de salud mundial que se traducen en nostalgia por tendencias de moda de otras temporadas, películas viejas, música, olores, sabores y hasta relaciones.
En estas últimas fechas nos hemos puesto a cocinar platillos que disfrutábamos en otros momentos de la vida, hemos llamado a viejos amigos, visto fotografías y películas de familia todo con el fin de remontarnos a tiempos en donde nos sentíamos contenidos, estables, y sobre todo: a salvo.
Si hay una cosa que seguro nos arrebató este virus fue justo eso, el sentirnos seguros en algún lugar ¿Y qué importa si algún amuleto externo nos ayuda ahora a tranquilizarnos? ¿Qué más da si, como al niño que no suelta su cobijita, necesitamos aferrarnos en este momento de algún objeto para no hundirnos?
Si no lo tienes, ¡búscalo! Puede ser también un lugar en tu mente, en tus recuerdos, algún momento en que te hayas sentido seguro y en calma. También puede ser escuchando una melodía, u oliendo una fragancia. El darle confort a tu alma no es un capricho, es una necesidad que debes atender.