Los 365 días, las 24 horas y los 7 días de la semana -365/24/7- es el nivel de presencia de la televisión y el alcance de los dispositivos tecnológicos en nuestra vida. Se trata de una práctica que, por supuesto, arroja como consecuencia cansancio psicológico, estrés y desinterés en una actualidad política siempre compleja. El esquema 365/24/7, más la espectacularidad del tiempo real al alcance del pulgar y la adicción que generan las nuevas tecnologías en la audiencia, nos lleva a sobrevolar un mar interminable de noticias y notificaciones que en su gran mayoría aportan poco a nuestra cotidianeidad.
Dicho esquema de hiperconectividad absurda ofrece miles de horas anuales en la TV argentina de contenido bajo en calidad y con un discurso casi homogéneo. Ese discurso se reproduce sin cesar -en cientos de radios, canales de TV, portales web y gráfica- y transita a la velocidad de la luz por millones de personas. Todo lo facilita la actual legislación nacional.
El impacto de ese discurso que permanentemente pone en peligro al estado de derecho de cualquier nación, más la agenda de contenido puesta a disposición de un mapa de medios altamente concentrado diluiría los esfuerzos de hasta los ejércitos espartanos mejor preparados para cualquier batalla.
En el actual escenario que describo, tanto las personas como la libertad de expresión están en peligro.
Por eso pregunto: ¿Quién dijo que la libertad de expresión se mide en la cantidad de medios disponibles para la ciudadanía? ¿Qué dicen los organismos de atender y cuidar la salud mental de la población ante la presencia/ agobio de ciento de miles de horas de medios?
El apagón eléctrico del 16 de junio de este año dejó como tema a tratar –además de lo ya publicado por varios medios- el descanso que necesitamos de la presencia agobiante de las tecnologías y de sus usos, la pausa que no existe a nuestra paz más íntima que nos permita procesar, disfrutar y entender lo que vivimos a diario. De seguir así, renunciaríamos a algo tan hermoso como valioso, el uso de nuestro tiempo libre. Ese domingo, por accidente, nos desenchufamos.
Pero luego de apagón, el show continuó. Seguimos encendidos y atentos a las notificaciones de nuestros celulares y -sobre todo- de las redes sociales. Hay que trabajar fuertemente en dos líneas: en un uso más sano/saludable de los dispositivos y simultáneamente repensar si necesitamos tener accesibilidad y/o transmisión de TV como plataformas streaming los 365/24/7. El uso abusivo, desmedido e irreflexivo de la tecnología nos aísla a los unos de los otros, alienándonos en islas personales de un confort tóxico y des-subjetivador.
Si en este país, durante algunas semanas sin fútbol/ distracción social, más de uno se preocupa, deseo saber qué reacción se podría dar si por ejemplo, de 22 a 7 horas de la mañana se interrumpieran todas las señales de TV (públicas y privadas). Sin dudas, la calidad de vida de la población atraviesa un claro deterioro psicológico producto del problema que planteo. Esto afecta directamente al ciudadano. Y esto es grave porque dañar al ciudadano -a la persona-, es afectar a las instituciones democráticas.
Por eso, hay que repensar y rehacer -después de diciembre- el mapa mediático de Argentina e incorporar/ atender cómo afecta a la salud mental nuestra vinculación con el universo de la información y el entretenimiento.