El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció que está estudiando «muy seriamente» acabar con la ciudadanía por nacimiento (ius soli). La declaración parece ser más una consigna de campaña electoral, ya que eliminar el ius soli en los Estados Unidos es más fácil decirlo que hacerlo.
Acabar con el ius soli significaría conservar solo el ius sanguinis (‘derecho de la sangre’, i.e. una persona adquiere la nacionalidad de un país en función de su origen). Actualmente, en los Estados Unidos existe el ius sanguinis, pero también está vinculado al territorio. De hecho, un ciudadano estadounidense nacido fuera del territorio estadounidense, que nunca ha residido en los Estados Unidos, no podrá transmitir la ciudadanía a sus hijos.
Por lo tanto, si el ius soli, definido en la enmienda 14 de la Constitución estadounidense, fuera eliminado, ¿el ius sanguinis podría ser modificado? Si no fuera así, ¿cuál sería el punto de mantener un ius sanguinis fundamentalmente vinculado a la residencia en el territorio de los Estados Unidos?
Además, según la Constitución estadounidense, para ser presidente y vicepresidente de los Estados Unidos es necesario haber nacido en los Estados Unidos (recordamos la diatriba sobre el certificado de nacimiento de Barack Obama). Pero si se eliminara el ius soli, ¿tendría sentido este artículo de la Constitución? Probablemente no. Pero, ¿tendría sentido un presidente estadounidense nacido en París, Dakar o Shanghai?
La pregunta puede parecer provocativa, pero en realidad los Estados Unidos, a diferencia de los países europeos, no tiene una tradición de memoria colectiva nacional entre los estadounidenses en el extranjero. Además, de acuerdo con la ley actual, una vez que el estadounidense se muda al extranjero dentro de una generación deja de ser estadounidense. Podemos argumentar que los estadounidenses son una nación solo dentro del territorio de los EE. UU., como después de todo lo destaca el ius soli.
El pegamento que mantiene unidos a los estadounidenses en los Estados Unidos es el liberalismo, que por su naturaleza coloca al individuo en el centro y no a la comunidad (en este caso, la nación).
Acabar con el ius soli y conservar solo el ius sanguinis significaría que los Estados Unidos tendrán que construir un nuevo significado de nación estadounidense. Quizás sea posible hacerlo, pero parece una tarea bastante complicada, en un país caracterizado por una sociedad posmoderna que no tiene interés en fijar y definir la identidad estadounidense.
Si el propósito de la administración estadounidense es evitar que futuros padres sin un visado o un permiso regular vengan a parir sus bebé en Estados Unidos para conseguir la ciudadanía americana, entonces parecería más factible modificar el ius soli. Una idea podría ser que los hijos de inmigrantes puedan adquirir la ciudadanía estadounidense al nacer, solo si los padres han sido residentes en los Estados Unidos durante al menos algunos años.
Ciertamente, cualquier cambio del ius soli debe pasar por un debate sobre el futuro de la definición de Estado-nación estadounidense.