Escribo este artículo en medio de interrupciones, con un ojo al texto y otro a una chapa eléctrica que el técnico ha venido a revisar. Me dice que hay que cambiarla porque es vieja y no hay refacciones. De paso le echa un ojo al conmutador que últimamente vive entre intermitencias casi humanas, cuando quiere, funciona bien pero últimamente no ha querido. El especialista mira el panel de cables meticulosamente ceñidos por varios cintillos, un orden que sólo entienden los iniciados en troncales y extensiones, se rasca la cabeza y dice: «Estos equipos fueron muy buenos en su tiempo» (de botepronto pensé que era una alusión futbolística a mi afición, que efectivamente tuvo sus años azules en los lejanos setenta). No hay vuelta, uso tecnología obsoleta, algo que, dado el avance de nuevos modelos en todos los órdenes de la vida, se ha vuelto un lugar común.
Escribo sobre mi escritorio donde hay tres objetos que me hablan de lo que significa estar vigente o ser obsoleto. Una réplica arqueológica de un perro prehispánico me mira, me remite al pasado. Una fotografía en blanco y negro que tomé en Pisa muestra un fragmento de una torre irremediablemente inclinada, apenas cuatro grados de desviación que generan millones de euros en derrama turística; otro símbolo de antaño. Una lámpara de escritorio, el diseño clásico de las bibliotecas con su distintivo vidrio verde y base de latón. Entre referencias al pasado están mi computadora y mi celular, que pronto serán vejestorios.
Veo unos papeles unidos por una de las mejores invenciones de todos los tiempos: un clip, creación del siglo XIX pero que, a diferencia de tantas cosas (como chapas y conmutadores), prácticamente no ha cambiado. Además es notablemente sencillo, su simplicidad emula la perfección de lo que llegó para quedarse. Los clips deberían ser motivo de charlas inspiradoras sobre innovación en vez de nada más objetos dentro de un cajón oscuro. Nadie ha preguntado nunca «¿qué modelo de clip usas?» o te recuerda que no estás actualizado: «ya salió el nuevo clip, deberías cambiar los tuyos». Además, no son motivo de asalto y los buenos compañeros de oficina hasta te los regalan.
Como otra intromisión planeada, Pepe Toño manda un video. Sé que no debo verlo para no distraerme pero termino con el celular en la mano y pulso el botón. Cuenta la historia de otro notable invento humano, el avión supersónico Concord, capaz de viajar de Londres a Nueva York en tres horas y media, tecnología que dejó de usarse desde el año 2003 por su alto costo y dificultad para volar sobre zonas urbanas por el ruido de sus motores. El Concord, como mi chapa, es obsoleto. La ciencia augura que en un futuro cercano volaremos comercialmente de nuevo a la velocidad del sonido. En este punto de la escritura y ante tantas referencias al pasado y a la tecnología en desuso, la pregunta es obligada: ¿qué es la obsolescencia? ¿De qué depende que haya cosas que tienen una permanencia a prueba del tiempo mientras que otras duran un suspiro? No tengo una respuesta definitiva.
Las empresas buscan en la tecnología una forma de diferenciarse entre sus competidores. Pongamos de muestra lo que hoy es ir al cine. Sin duda las salas de ahora en nada se parecen a las de hace décadas, nuestros abuelos se maravillarían ante la nitidez de las pantallas y la fidelidad del sonido. En México tenemos muy buenas cadenas de cine. Una de ellas ha tenido una brillante idea, diferenciarse haciendo a la perfección una cosa que todas las otras marcas tienen, pero no igual. Lo entendí cuando escuché a alguien decir que no quería ir a tal cine porque ahí no le gustaban las palomitas. El comentario me pareció intrascendente hasta que empecé a analizar la comunicación de esa cadena y probé sus palomitas. Un eslogan publicitario dice que «están hechas de cine». Su comercial preliminar a la función es una apología al maíz inflado. Su ventaja competitiva está en algo simple que han decidido hacer mejor que nadie. En lo sencillo está la grandeza, en lo aparentemente banal, la potencial ventaja competitiva que nunca será obsoleta. Mientras otros presumen su tecnología, ellos, sus palomitas.
Tendré que cambiar de chapa y conmutador, pero he encontrado una nueva pregunta. En tu actividad, ¿cuáles son tus palomitas?
@eduardo_caccia