«No sabemos cuántos focos de incendios saltarán de las tierras de cultivo y causarán incendios forestales», dice Paulo Brando, experto del independiente Instituto de Investigación Ambiental del Amazonas (Ipam).
Por ahora, los satélites solo identifican la existencia de fuegos en la vegetación. Pero el sistema de monitoreo del Instituto de Investigaciones Espaciales (Inpe) no evalúa la extensión del área en llamas o la «salud» de esta vegetación.
Los incendios en la Amazonía brasileña atraen la atención internacional desde hace semanas. En comparación con el año anterior, de enero a agosto de 2019, el número de incendios aumentó en un 82 por ciento. Solo en agosto, se registraron casi 26.000 focos de incendios.
Históricamente, 1998 fue uno de los años más destructivos: se quemaron 40.000 kilómetros cuadrados de bosques, más de cuatro veces la deforestación registrada el año pasado.
«Día del fuego»
En Pará, uno de los estados con el mayor número de brotes de fuego, la Fiscalía Federal investiga acciones de agricultores en el llamado «Día del Fuego». Según informes, el pasado 10 de agosto, un grupo habría llevado a cabo una tala y quema de bosque en gran escala, para mostrar su apoyo al presidente Jair Bolsonaro. Los satélites registraron el aumento en los incendios.
Sobre esto informó por primera vez el periódico local «Folha do Progresso», de la comunidad «Novo Progresso», en el sur de Pará. «Necesitamos mostrarle al presidente que queremos trabajar, y la única forma es talando. Y para limpiar nuestros pastos, se hace con fuego», citó el periódico a uno de los organizadores.
Según el fiscal investigador Paulo de Tarso, la mayoría de los focos de incendio tuvo lugar, incluso, en áreas públicas federales dedicadas a la preservación. Estas áreas están constantemente bajo presión de los propietarios de tierras, especuladores y operadores de minas. La fiscalía investiga igualmente la reducción de los controles estatales, y la falta de equipamiento y apoyo a órganos como el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama).
«También se ha prescindido de grandes sumas que Brasil recibe a través del Fondo Amazonas para combatir la deforestación», escribió el fiscal, refiriéndose a la ayuda financiera suspendida por Noruega y Alemania a ese fondo de protección de la selva tropical. Durante la cumbre del G7 en Biarritz, el presidente de Brasil, Bolsonaro, rechazó nuevamente la ayuda de emergencia para extinguir los incendios en la Amazonía.
Deforestación
En la selva amazónica, el fuego está asociado con las áreas degradadas por la deforestación. «Cuando una persona deforesta, después quema para limpiar», explica Paulo Barreto, investigador del Instituto Amazónico del Hombre y el Medio Ambiente (Imazon).
«Cuando la deforestación y la búsqueda ilegal de recursos naturales en los bosques primitivos crean claros y fragmentan el bosque, el área marginal crece con árboles secos y fácilmente inflamables», apunta Barreto.
Con una tendencia al alza desde 2012, se espera que la tasa de deforestación en 2019 sea una de las más altas de los últimos años.
A eso se suma que, en años de sequía, el bosque se halla bajo mayor presión y utiliza estrategias de supervivencia. «Para reducir el consumo de agua, los árboles dejan caer sus hojas. Sin la protección de las copas sanas de los árboles, más sol llega al suelo y a la maleza seca. Y, en estas circunstancias, los incendios se propagan de las áreas deforestadas a la selva», aclara Barreto. Las hojas secas, la temperatura elevada y la selva tropical fragmentada aumentan el riesgo de incendio.
Consecuencias drásticas
«En años secos, la mortalidad forestal puede afectar hasta el 90 por ciento de los árboles, especialmente en el borde de los bosques», informa un reciente estudio del Instituto de Investigación Ambiental del Amazonas.
El estudio se basa en un período de observación de nueve años. Con esta alta mortalidad, el paisaje cambia dramáticamente. «Hemos visto una degradación persistente, hemos sido testigos de la muerte de grandes árboles y la vida útil de los árboles se ha reducido significativamente», explica el experto del Ipam, Paulo Brando: «Observamos la invasión de la hierba en el bosque, una reducción muy grande en la biodiversidad, en el número de especies.»
En áreas donde la flora se ha recuperado después de un incendio, el estudio mostró que la selva amazónica necesita al menos siete años para liberar agua a la atmósfera y absorber carbono. En cuanto a la biodiversidad, la investigación también muestra que, incluso cuando una parte del bosque se recupera, la variedad de especies arbóreas no necesariamente regresa.
Además, las condiciones climáticas no son las mismas que hace unas décadas. La región amazónica ya es un grado más cálida que hace 60 años, y la estación seca es tres semanas más larga que hace 40 años, señala Brando. Las consecuencias de los incendios forestales no se observan en un proceso lineal, explica, pero «cuanto más cambiemos el clima, mayor es la posibilidad de que estas consecuencias sean drásticas.»