La ciencia ficción se ha convertido en oráculo para la humanidad. La distancia entre imaginación y realidad es cada vez más corta; algunas noticias donde se da cuenta de revolucionarios avances científicos parecen un déjà vu. Quienes en 1865 leyeron aquella fantasía de Verne, De la Tierra a la Luna, no vivieron la proeza del Apolo 11. La ficción se desintegra, se vuelve líquida y se integra a la ciencia.
CRISPR es la tecnología que permite la edición de genes, como el ADN humano. Ya no es la ciencia sino la ética lo que marca el avance. Una cosa es manipular la información genética de un cuerpo y otra la de un futuro cuerpo, hablar de terapias (tratamientos para personas con enfermedades hoy mortales) o mejoras que alteran el organismo (el equivalente a la cirugía plástica que te cumple tener menos acá, más de allá). ¿Dónde está la línea que divide terapias de mejoras? ¿Estamos en la antesala de la edición de nuevas generaciones de súper humanos? ¿Sería accesible para todos o acentuaría más las diferencias y el clasismo? El acondicionamiento genético es la solución a la convivencia social en la novela de Huxley, Un mundo feliz (1932), donde los embriones son programados para su rol en la vida. A menos inconformidad, más estabilidad.
La película Gattaca (1997) dibuja una sociedad separada por las capacidades genéticas y por la posibilidad de que los padres (y no el aleatorio cruce de sus genes) definan características en sus hijos por nacer, no sólo para que tengan mejor salud sino más éxito y dinero. Inteligencia, resistencia física, visión, color de piel y más rasgos étnicos, todo sobre pedido. ¿Qué tan cerca estamos de vivir todo eso?
El principio de edición genética puede llevarse a otros campos, como metáfora, claro. Uno es el del comportamiento social para disminuir conductas nocivas (violencia, delitos, corrupción) a través de modificar las acciones de los habitantes, pero también de los futuros ciudadanos. ¿Cuál es el equivalente social a lo que en la ingeniería genética es el rompimiento de la cadena reproductiva de genes indeseables?, por un lado la intervención con políticas públicas que atiendan el problema de forma sistémica, de modo que entren en juego frenos e incentivos conductuales, y por el otro una presión tipo pinza que ataque los problemas (como la corrupción e impunidad) desde la cúpula pero también desde la calle. La reproducción de buenas acciones requiere un entorno propicio, un contagio positivo entre habitantes (ejemplo simplista: durante el Mundial de Rusia se difundió un video de japoneses limpiando la tribuna que habían ocupado en el estadio, a los pocos días circuló otro video similar, esta vez con mexicanos).
Otro campo para aplicar metafóricamente la ingeniería genética es en los negocios, en las instituciones, representadas física y simbólicamente por una marca. Así como la ciencia se prepara para crear personas con ciertas competencias para triunfar, con una marca puede hacerse lo mismo. Las marcas son el conjunto de significados que la empresa o la institución proyecta (voluntaria o involuntariamente, pues no hay marcas sin significados, hay marcas con estrategas que administran sus significados y marcas que han dejado al mercado o al público su interpretación). Si esos significados equivalieran a los genes, conviene preguntarse (cuando pienses en «gen» piensa en «significado»): ¿nuestra mezcla genética es la mejor para competir y ganar o cumplir los fines planeados?, ¿cuál es nuestro gen dominante?, ¿podríamos tener una mejor propuesta de valor si mejoramos nuestra mezcla genética? ¿De dónde podemos importar un gen? Nótese que cuando hablo de «mezcla genética» no estoy hablando del tipo de personas que ahí trabajan, hablo de los significados que la marca proyecta y que en consecuencia influyen en la conducta de la gente que ahí se desempeña.
En Gattaca se llama así a la institución donde se hacen exploraciones espaciales. Sólo aceptan a los genéticamente aptos. Jerome es uno de ellos, pero Vincent, su hermano, no. Dice éste: «Jerome ha sido modificado genéticamente para tener todo lo necesario y entrar a Gattaca, excepto el deseo de querer hacerlo».
Tranquiliza que haya barreras humanas, ¡qué alivio!, la ingeniería del deseo debe ser nada más ciencia ficción.
@eduardo_caccia