La teoría económica señala que, cuando la “tasa libre de riesgo” de un país llega a niveles altos y supera un 7% de rendimiento anual, significa que tiene poca viabilidad económica, y por lo mismo se ve obligado a dar altas tasas de interés en instrumentos de bajo riesgo para evitar la fuga de capitales (convirtiéndose en un “bono basura” de alto rendimiento). Este movimiento se subir tasas, genera paradójicamente el efecto paralelo de desacelerar la economía nacional al encarecer los créditos, y por tanto el consumo y las inversiones.

Es en este contexto de teoría económica que resulta escandaloso que la tasa de interés de referencia del Banco de México se encuentre en su nivel más alto de la década, un 7.75% anual, ejerciendo un efecto restrictivo sobre la economía mexicana. La contraparte a este argumento, que es la “contención de la inflación”, no ha sido precisamente exitosa, pues tuvimos una inflación promedio del sexenio por arriba del 5%, y un dólar que se recibió en 12.87 pesos y casi llegó a los 22 por momentos. Así, tenemos una economía sin crecimiento real, con inflación, moneda débil y alta deuda pública.

Los efectos por supuesto se hacen notar: La economía de México se contrajo un 0.1% en el periodo abril-junio frente al trimestre anterior, arrastrada principalmente por bajas en las actividades agrícolas e industriales. Es la primera vez que el PIB cae en términos reales desde 2015.

Con ello, tenemos un escenario complejo para los sectores productivos y de consumo en México, pues invertir es caro, consumir tiene altos costos financieros, y ahorrar por el contrario genera rendimientos muy atractivos: Hoy en día una persona puede invertir en CETES y cruzado de brazos ganar rendimientos por encima del 8.17% anual. Esta utilidad es más alta que la de muchas empresas productivas en México que trabajan con cientos de empleados y pagan muchos impuestos.

En México, la situación actual de altas tasas de interés, ha generado los siguientes efectos adversos:

  • Bajo crecimiento económico: México promedió en el sexenio un bajo crecimiento de 2.6% anual, siempre por debajo de la inflación. Esto significa que, en términos reales, México se contrajo al tiempo en que los precios y la inflación subieron. Esta situación perpetúa la polarización social.
  • Informalidad: En un país donde obtener recursos resulta caro es difícil, la gente busca evadir impuestos. Es así que tenemos un 57% de la población ocupada en la informalidad, que suma 30 millones de trabajadores con bajos salarios y sin prestaciones de ley.
  • Volatilidad financiera: Hoy México atrae más inversión especulativa que productiva. Las altas tasas de interés se han vuelto un instrumento para atraer grandes fondos y capitales, que sin embargo no tienen ningún efecto productivo en la economía. Pagarles altos intereses a los grandes capitales es una forma de retenerlos ante la amenaza latente de su fuga.

Esperamos así que el siguiente gobierno entienda que necesitamos reactivar la inversión, el consumo y el crecimiento en nuestro país. Esto no será posible mientras las tasas en México sigan subiendo.

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