Las enormes dificultades que han vivido los negociadores canadienses y mexicanos en su esfuerzo por alcanzar de prisa un acuerdo con Donald Trump sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte debieran poner a pensar a partidarios pensantes de Andrés Manuel López Obrador. Sí los hay –no muchos– pero su fe ciega en “el pueblo” y su obsesión –compartida con “el pueblo”– por ganar, por una sola vez por lo menos y al fin (el equivalente social y político del quinto partido), les impide ver el tremendo lío en el que se va a meter al país si se salieran con la suya.
Recapitulemos rápidamente. Las negociaciones se atoraron por los cinco o seis puntos en litigio, dejados hasta el final. Esos requieren decisiones políticas, de Trump, Trudeau y Peña Nieto, no de los técnicos: clausula sunset; reglas de origen para la industria automotriz; tres capítulos de solución de controversias; estacionalidad de productos agrícolas. La imposición de aranceles sobre importaciones norteamericanas de aluminio y acero procedentes de Europa, Canadá y México primero fue una espada de Damocles para el TLCAN, después se convirtió en un litigio adicional en sí mismo, y ahora, debido a las represalias mexicanas y sobre todo canadienses, se ha transformado en el detonador de una crisis mayúscula en la relación entre Estados Unidos y Ottawa. Pero además, debido a la asimetría evidente entre los tres países, Trump ha abierto ahora un nuevo frente, a saber, la opción de construir dos acuerdos bilaterales, en lugar de uno trilateral. Todo esto en el contexto de una virtual guerra comercial de Washington con la Unión Europea, con China, con Canadá e incluso con México.
De verdad, ¿AMLO y su equipo de colaboradores pueden con esto? ¿Queremos un presidente que no ha dicho una sola palabra sobre el conjunto de temas relacionados con Estados Unidos, el TLCAN, la OMC, Trump, etc? Insisto: las personas pensantes que apoyan a AMLO ¿están dispuestas a aventar al país a una barranca como la que ha abierto Trump? ¿Creen en serio las tonterías sobre la mejor política exterior siendo una buena política interior, y hacer entrar en razón a Trump?
Quizás la mayor irresponsabilidad no radica en los partidarios activos, entusiastas, comprometidos, de AMLO. Se ubica en el pacto Peña-López Obrador y la increíble falta de sentido del Estado y de nobleza por parte de Peña Nieto, al anteponer su propio pellejo a la suerte del país. Entiendo la lógica del pacto para López Obrador; a cambio de la promesa de un simple indulto, que puede revertir en el momento que quiera, rompe el monolito de los poderes fácticos que le imposibilitó ganar en 2006 y en menor medida en 2012. Pero para Peña Nieto y sus colaboradores, las consecuencias son incalculables.
El pacto no es trasladable a Trump. Peña puede allanarle todos los caminos a AMLO salvo uno: el de Washington. Ni puede amarrar un acuerdo con Estados Unidos antes de irse –siempre se trató de una quimera– ni habrá cómo transmitirle a AMLO el “mundo” que él mismo nunca tuvo, pero que por lo menos adquirió a lo largo de seis años en Los Pinos. Por eso, el pacto es criminal, y por eso, la única solución frente al desastre de Trump es Anaya.