Los smartphones se han vuelto más que comunes y nuestros hogares comienzan a poblarse de robots que automatizan desde las cortinas hasta la lista del súper: lámparas, aspiradoras, refrigeradores… parece que ahora todo tiene una versión inteligente. Pero ¡¿las fábricas?!
Sí, también hay fábricas inteligentes. El sector industrial ha visto innovaciones informáticas como cualquier otro, y desde 2011 –cuando se dio a conocer en la feria industrial más grande del mundo, la de Hannover– hay un concepto que ha permeado la discusión sobre el papel de las computadoras en la manufactura: la Cuarta Revolución Industrial, también conocida como Industria 4.0 o “I4.0”. Luego de la mecanización, la electrificación y la automatización, las industrias ahora se transforman profundamente gracias a la digitalización.
¿Qué significa todo esto para nuestro panorama económico? ¿Están listos los empresarios mexicanos para tomar esta oportunidad? ¿Qué están haciendo las instituciones para que el futuro no nos agarre desprevenidos? Esto es lo que averiguamos.
La revolución está aquí y no es sólo para gigantes
Para México, la instrumentación de la I4.0 es un tema prioritario no sólo porque la inercia económica se dirige hacia allá, sino por los compromisos que nuestro país tiene con el mercado global y por nuestro papel como puente de exportación en distintas cadenas manufactureras, pero especialmente en la automotriz.
La Secretaría de Economía, ProSoft 3.0, la Asociación Mexicana de Tecnologías de Información y otras agencias diseñaron el documento Crafting the Future. A Roadmap for Industry 4.0 in Mexico, publicado en abril de 2016. Se trata de la primera piedra en la creación de un ecosistema para orientar las expectativas del sector privado y de las academias hacia un mismo objetivo: que en la próxima década el país se convierta en un mercado fuerte en el sector del Internet of Things (IoT o Internet de las Cosas, en español), para llegar a 2030 como un proveedor de peso a nivel mundial en soluciones digitales y servicios de análisis de macrodatos o big data.
Esto supone la creación de clústeres especializados en desarrollo y pruebas de nuevas tecnologías y de un Instituto Mexicano de la Industria 4.0; el impulso de una política de desarrollo económico basada en la manufactura de alta especialidad; la creación de infraestructura para la implantación segura y estable del cloud computing (computación en la nube) y el big data, así como para consolidar el ámbito educativo en carreras que sirvan a este modelo, como ingenierías en automatización, tecnologías de la información y sistemas industriales, visualización 3D y modelado.
En entrevistas recientes con los delegados franceses que organizaron el Foro de Negocios Franco-Mexicano en Ciudad de México, las referencias a la transición de México de la manufactura a la “mentefactura” resultó una constante. Todos ellos destacaron la evolución de la economía mexicana, desde la dependencia absoluta de los hidrocarburos hasta la apertura de nuevos sectores: los innovadores (desarrollo de software, fintech, startups de experiencias digitales) y los estratégicos (aeronáutica, energías renovables, ciudad sustentable…).
Una parte de la industria aspira a despegar ya. Las compañías tractoras de los sectores que demandan servicios, componentes y mano de obra de alta calidad –como el automotriz y el aeroespacial–, dicen estar comprometidas con procurar una mayor inserción de las empresas pequeñas y medianas (pymes) mexicanas en las cadenas de valor de mayor complejidad.
Las pymes, a su vez, asumen desde ya su rol en el modelo mexicano de adopción de la I4.0, de acuerdo con un estudio dirigido por la multinacional alemana Siemens para identificar en qué medida sus empresas están dispuestas a integrar programas de digitalización industrial. De las 200 empresas nacionales encuestadas –82 por ciento de ellas pequeñas y medianas, por cierto–, seis de cada diez ya implementan estrategias orientadas a la Cuarta Revolución Industrial.
Por su parte, Jorge Bush, director de Ventas para México de SAP Ariba, una compañía de software con base en Palo Alto, afirma que cuatro de cada cinco pymes ya “perciben beneficios tangibles a medida que se embarcan en procesos de transformación digital”, aunque sólo siete por ciento de éstas cuentan con sistemas que generen información en tiempo real para optimizar sus operaciones. “Es un hecho que las empresas que han optado por introducir la tecnología digital en sus procesos crecen más rápido que las que no han apostado por esta renovación. Según un estudio realizado por IDC en 2016, entre 50 y 60 por ciento de las empresas encuestadas aseguraron que la introducción de las nuevas tecnologías para la transformación digital les ha ayudado a mejorar su productividad.
La misma fuente indica también que para 2020 el 40 por ciento de las 3,000 principales empresas latinoamericanas verán que “la mayoría de sus negocios dependerán de su capacidad para crear productos, servicios y experiencias basadas en la transformación digital”, asegura Bush. Y concluye: “Queda claro que las empresas en todo el mundo, incluyendo a las de México, ven en la tecnología las oportunidades para crecer y continuar innovando”.
Los punteros en México
La “joya de la corona” de las industrias manufactureras mexicanas es el sector automotriz, que con 107.2 mil millones de dólares contribuye con 29.5 por ciento del valor de producción de los bienes elaborados en México (cifras de 2015). Muy pronto se convertirá en el ejemplo a seguir en materia de digitalización de la líneas de producción, gracias al impulso de sus inversionistas y al apoyo de las agencias federales de promoción económica, que harán todo porque esta dinámica se contagie desde las ensambladoras hasta las empresas más pequeñas integradas a las cadenas de proveeduría.
Hay otras industrias que no están simplemente calentando motores, sino que ya metieron el acelerador. Un ejemplo de ello es Fomento Económico Mexicano (Femsa), la embotelladora refresquera más grande del país, que recientemente implementó una solución de la compañía SAP: el sistema inteligente Ariba optimiza sus procesos de compra al controlar sus estructuras de aprovisionamiento y contratos. Permite hacer adquisiciones desde catálogos prenegociados, solicitar la compra de proveedurías especiales o hacer seguimiento de las operaciones previas.
Para SAP Ariba, esta nueva fase supone no sólo la automatización de las labores dentro de la planta a través del despliegue de dispositivos inteligentes y la activación de estructuras basadas en comunicación máquina a máquina (IoT); la I4.0 atañe a todas las áreas de una organización: pasa por la planta, los almacenes y las oficinas administrativas. Las nuevas tecnologías conectarán y ofrecerán información útil a los tomadores de decisiones con el fin de hacer más eficiente la producción, disminuir los inventarios y garantizar un mejor servicio al cliente.
Así, la digitalización de los puestos de trabajo la experimentaremos todos, aunque no de la misma manera: este nuevo entorno supone una era de adaptación, selección y distanciamiento entre el sector de la sociedad mejor capacitado para generar y discernir información y una gruesa capa de ciudadanos, quienes de por sí han lidiado con la falta de acceso a la educación, la capacitación y los salarios dignos.
El mercado laboral apunta al mismo panorama. El portal especializado en empleos Bumeran publicó en julio del año pasado una lista de las profesiones con “gran futuro”: médicos y cirujanos, asesores financieros, analistas de gestión, analistas informáticos e ingenieros. Las dos últimas vinculadas, justamente, a la administración de redes de comunicación empresarial, la seguridad de los documentos compartidos dentro de las organizaciones, el desarrollo de software, la comunicación móvil y el cloud computing.
El papel de los humanos
“En el futuro, el trabajo monótono y duro físicamente pertenecerá probablemente al pasado. En estas circunstancias, las máquinas pueden aliviar las tareas. Las oportunidades que se ofrecen a los trabajadores son excepcionales. Y las cualificaciones y la educación llegarán a ser cada vez más importantes”, suscribió con mucho optimismo Carolin Hänssler, del capítulo alemán de la Organización Mundial de Trabajadores en 2015 sobre la implantación de la I4.0 en las empresas.
La preocupación por la sustitución de los trabajadores por máquinas no es nueva: se ha repetido en las tres revoluciones anteriores. Y no es sólo el obrero quien se pregunta ¿dónde quedarán las personas? ¿Seremos sustituidos de una vez por todas por los robots? Todas son preguntas profundamente relevantes para el sistema económico del que forman parte las industrias. El magnate y fundador de Microsoft, Bill Gates, ha propuesto un impuesto a los robots, en una entrevista de febrero de este año con el sitio Quartz. La idea es que el dinero de este impuesto se utilice para educar a las personas que pierdan su empleo debido a la digitalización de las fábricas, y que se impulsen empleos que no pueden realizar las máquinas, como el cuidado de las personas mayores y de los niños. Una propuesta similar ya fue fallada en contra por la Comisión Europea ese mismo mes, por considerar que una medida así podría tener un impacto negativo en la innovación y la competitividad.
“Más que desplazar a las personas, las estamos preparando para tener otras funciones dentro de las organizaciones”, dice Iván Pelayo, vicepresidente de la Digital Factory de Siemens Mesoamérica, en una entrevista reciente sobre las soluciones que la firma alemana diseña para hacer realidad la I4.0 en México. “Todos los procesos [en las tres revoluciones previas] nos han ayudado a sustituir la fuerza mecánica o manual del ser humano por otras herramientas”.
Pero mañana, cuando el tema sea abordado en otras capas de la sociedad, habrá actores que no se conformarán con la idea de que las industrias tienen algo reservado para quienes sean prescindibles en esta nueva etapa. La creación de la “fábrica inteligente” –conducida por sistemas ciberfísicos, tecnologías de la información, servicios en la nube e Internet de las Cosas– suprimirá cinco millones de puestos de trabajo en los 15 países más industrializados, según se dio a conocer en un estudio sobre el tema presentado en el Foro Económico Mundial de Davos en febrero de 2016.
El diario El País reportó en ese entonces que los expertos vaticinan la desaparición absoluta de trabajos manuales y repetitivos (atender la caja en el supermercado, ensamblar microcomponentes en una maquiladora de Tijuana o Ciudad Juárez o, incluso, ciertas actividades de enfermería), de ahí que países asiáticos y latinoamericanos que encajaron a la perfección en la economía de las últimas décadas gracias a los costos competitivos de su mano de obra viven ahora bajo presión: por un lado, deben tener listas las estrategias de formación académica, generación de empleos y reubicación laboral al tiempo que asumen como política pública la transformación digital de sus sectores económicos estratégicos para no quedarse estancados.
México está entre ellos: el PIB de las industrias manufactureras significó 19.8 por ciento del producto de la economía en el primer trimestre de 2017, según los indicadores económicos de coyuntura del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). En ese mismo periodo empleó a más de 3.6 millones de personas entre obreros, técnicos y empleados administrativos, de acuerdo con datos de la “Encuesta Mensual de la Industria Manufacturera” (EMIM) de la misma entidad. Por supuesto, la duda es: ¿estamos listos para una reorganización de las fichas de esa magnitud? ¿Cómo se ajustarán los sindicatos ante esta inminencia? ¿Quién tomará la iniciativa: empresarios o gobierno?