Cada mes el país recibe miles de millones de dólares en remesas que envían los mexicanos que viven en el exterior. Estos recursos representan una fuente importante de ingresos para miles de familias mexicanas, ubicadas principal –pero no únicamente- en el sur del país. Gracias a esta entrada de dinero muchas familias pueden consumir y quizás mejorar sus oportunidades educativas y de salud.
En marzo de este año, el país recibió 2 mil 520 millones de dólares, 15.1 por ciento más frente al mismo mes del año anterior, es el mayor monto mensual desde octubre de 2008. El aumento fue sustancial sobre todo después de la disminución observada en febrero. Entre enero y marzo hemos recibido 6 mil 639 millones de dólares, 6% más de lo que se recibió en los mismos meses en 2016. No solo ha subido el monto total recibido, sino también el monto por cada transferencia enviada y el número de operaciones, 8 millones de operaciones con un monto promedio de 316 cada una.
Hay muchas hipótesis que tratan de explicar este incremento, aunque en realidad es difícil saber las razones precisas. Un componente, sin duda, será la mejoría en la actividad económica de los Estados Unidos. Mejores cifras de empleo, una tasa de desempleo que se encuentra ya en 4.4%, la menor desde la crisis de 2008 y mayor crecimiento económico han contribuido al mayor ingreso de las familias, entre ellas las familias de migrantes mexicanos. Otra razón que podría explicar este incremento es el temor a las políticas del presidente Donald Trump. Algunos analistas argumentan que el miedo a que las remesas sean eventualmente gravadas motiva a los mexicanos en Estados Unidos a mandar más dinero antes de que eso suceda. Puede ser, aunque es difícil saber qué se debe a qué.
Este incremento en las remesas, aunado a la depreciación del peso mexicano (no específicamente de marzo), han contribuido al ingreso disponible de las familias que las reciben. En este sentido el incremento de las remesas es un dato positivo. Las remesas se han vuelto una fuente de divisas muy importante para la Balanza de Pagos del país, hoy recibimos más dólares por remesas que por ingresos petroleros.
Pero las remesas tienen un lado oscuro. No podemos perder de vista que son ingresos que mandan mexicanos que no pudieron quedarse en México, personas que salieron del país buscando mejores oportunidades de empleo y de vida. Los estados que más remesas han recibido durante los tres primeros meses de marzo son Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Estado de México y Puebla. En términos per cápita, el estado que más recibe también es Michoacán, habiendo recibido 149 dólares entre enero y marzo, seguido de Zacatecas, Guanajuato, Guerrero y Oaxaca.
Con datos de la Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica (Enadid), sabemos que entre 2009 y 2014, 719,242 personas emigraron del país, la gran mayoría hacia Estados Unidos –casi 621mil personas. Las tasas de migración han ido bajando con el tiempo y hoy incluso regresan más mexicanos de los que salen. Los datos del Pew Research Center difieren de los de la Enadid pero confirman la tendencia. Entre 1995 y 2000, migraron a Estados Unidos 2.9 millones de mexicanos. Entre 2009 y 2014, con datos del think-tank mencionado, migraron 870,000, una clara disminución. Para el mismo periodo, el Pew Research Center estima que un millón de mexicanos, entre migrantes y sus hijos ya nacidos en Estados Unidos, regresó al país.
Antes mandábamos personas con menor nivel de escolaridad. En 2008, las personas sin escolaridad y con educación básica representaban 72.9% de los migrantes, en 2015, eran 63.8% del total. En contraparte, aumentó la proporción de personas que emigraron con nivel de educación media superior y superior, al pasar de 27.1% en 2008 a 35.9% del total en 2015.
Cada vez que hablemos de las remesas pensemos en su importancia. Sin esos dólares, muchas familias vivirían una realidad más difícil en términos económicos. Sin esos recursos, quizás el consumo se frenaría en varios estados. Pero en términos sociales esas mismas familias viven una realidad difícil, en la que algún miembro tuvo que salir del país en busca de una vida mejor, con el impacto que esto tiene sobre sus familias, principalmente las mujeres (porque son más los hombres que emigran) y sus hijos.
Las remesas mejoran la vida de quienes se quedan, pero son resultado de la falta de oportunidades que viven millones de mexicanos. Esas son sus dos caras.