En su último discurso como presidente de Estados Unidos, Barack Obama dijo que la palabra más importante de la Constitución de su país era «Nosotros», evocando el histórico documento que empieza «Nosotros, la gente…» y exhortó a ejercer una ciudadanía activa. Ahora que los agravios contra México han provocado un brote nacionalista, conviene reflexionar sobre el estilo de ciudadanía que nos ha marcado por décadas, una ciudadanía pasiva que ve la política como algo binario; se es político o se es ciudadano, una dicotomía que debe acabarse. Así como alguna vez el abandono de nuestros territorios en el norte dio pie a la separación de Texas y posteriormente alimentó el deseo expansionista de nuestro vecino, el abandono que hemos hecho de la política ha facilitado que ésta sea ocupada por una cleptocracia depredadora.
En la semana tuve un encuentro con un ciudadano rebelde, profundamente inconforme y ciertamente provocador. Contra todos los pronósticos y cualquier evidencia histórica que le diera una mínima esperanza, Pedro Kumamoto, jalisciense de entonces 24 años, empezó a tocar puertas diciéndole a la gente «quiero que tú también seas político» y buscando apoyo para su idílica misión: ser diputado independiente por el Distrito 10 en Zapopan. Desconocido por todos, alentado por algunos con frases tan estimulantes como «no vas a ganar, pero síguele», un egresado de la carrera de licenciado en Gestión Cultural del ITESO demostró que los muros pueden caer. Con el lema «Ocupemos la ciudad, habitemos la política», creado por su amigo y también activista Luis Sánchez, está logrando pasar de una metáfora con tintes poéticos a una realidad que ya tocó la puerta de la Cámara de Diputados: #SinVotoNoHayDinero.
Kumamoto es otra de las rara avis de la política mexicana. Llega en bicicleta, mochila a la espalda, viste sin pretensiones y usa una camiseta que dice en el pecho: territorio.mx, regalo de cumpleaños que le recuerda la geografía donde forjó su aventura. Habla con la elocuencia que muchos políticos no tienen ni tendrán, parece haber nacido para lo que los ciudadanos estamos llamados: ser políticos. Borda sus ideas con el optimismo de quien ha hecho muchos castillos en la arena y está dispuesto a hacer otro al día siguiente. «La política es hablar de las ideas para el futuro y cómo las vamos a realizar», me dice mientras toma su extracto de café frío, dosis de cafeína que parece no necesitar. Su ejemplo es un café para el país.
La iniciativa Sin Voto No Hay Dinero honra otros intentos similares que no prosperaron. Kumamoto logró pasarla por el Congreso local en Jalisco y ahora la impulsa junto con Manuel Clouthier en la Cámara de Diputados. Es un sensato ejercicio para el país. Se trata de que el dinero que reciben los partidos políticos esté ligado a los sufragios válidos que consigan, y no a una fracción de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral (voten o no). Participar en política tiene hoy el incentivo de quien se saca la lotería, a una gran mayoría los mueve el dinero que hay para dar y repartir. Si queremos mejores políticos necesitamos cambiar los incentivos de participar en política, transformar los méritos necesarios para ocupar cargos de representación popular.
La política no es mala, lo que tenemos (en general) son malos políticos, y un sistema que pervierte. Los ciudadanos estamos llamados a recuperar los territorios abandonados, infiltrar el sistema actual y, esperanzadoramente, rescatar lo sanable de los partidos políticos, no para desaparecerlos, sí para regenerarlos. Necesitamos aceptar la responsabilidad de ser ciudadanos de tiempo completo y hacer algo tangible para cambiar lo que no nos gusta, más allá de marchar un domingo o salir a votar cuando hay elecciones. El adagio «si no votas, no te quejes» ya no funciona, hoy debemos decir «si no participas, no te quejes».
Habitar la política es como habitar una casa, convertirla en hogar, llenarla de esencia, de risas, sueños y lejanías imposibles, no sólo de muebles. Querer a México implica habitar la política, llenarla de gente con buenas intenciones, conseguir pequeñas grandes victorias pues, como me dice un rebelde jalisciense con ahora 27 años: «el optimismo es un acto de rebeldía». Le creo.
@eduardo_caccia