Grandes metrópolis estadounidenses que reconocen el aporte que recibieron de los inmigrantes, pero también condados o estados enteros como Nueva York y California, reivindican el estatus de “santuario” .

El nombre tiene sus raíces en los años 1980, cuando muchas iglesias acogieron refugiados de las guerras civiles de Centroamérica que no consiguieron asilo.

Tienen en común que “se niegan a cooperar con las autoridades migratorias”, explica Michael Kagan, jurista y director de la Clínica de Inmigración de la Universidad de Nevada.

Se niegan a cumplir sobre todo con los pedidos de detención de los clandestinos solicitados por las autoridades migratorias. Y se niegan a mantener en prisión más tiempo del requerido a un inmigrante sin papeles condenado para facilitar su deportación.

Algunos adoptaron textos que piden especialmente a su policía municipal, y a veces también a las escuelas o servicios de salud, que no denuncien a los inmigrantes sin papeles a las autoridades migratorias, o hacerlo solo en casos excepcionales.

Algunas ciudades como Nueva York, Filadelfia, Chicago o San Francisco se niegan incluso “a todo intercambio de información” con las autoridades migratorias, según Jessica Vaughan, del muy conservador Centro para Estudios Migratorios.

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