Hace un par de años, una mañana soleada de junio caminando por el malecón de Playas de Tijuana me puse a platicar con uno de los pocos fotógrafos ambulantes que todavía se veían caminar por ahí ofreciendo la “foto del recuerdo” con sus cámaras instantáneas, al comentar con él que tendría muchas anécdotas de su trabajo afirmó con un movimiento de cabeza y comenzó a narrar sus recuerdos:
-En ese entonces no era como ahorita, antes era fácil acercarse a los presidentes. El banquete fue por allá por la Canaco, le regalaron un águila como de esta altura dice Don Eusebio agachándose un poco y señalando una parte de su pierna, marcando como 70 cms. Era un águila de pura concha muy bien hecha, yo le saqué una foto con ella y otra con su gabinete.
Al otro día regrese a llevársela la hice grande como así y abre sus brazos señalando el ancho y alto; le puse un marco, era una foto doble, arriba el con el águila, abajo su gabinete. Cuando la vio, Echeverría me dijo – ¡ah que bonito esta este trabajo!, pero ¿sabes qué?, no te voy a pagar nada. No pos yo solo quería dársela explica Don Eusebio, y ¿qué cree? Que saca un cheque que lo llena y me lo da, eran $3000 todos los compañeros del gremio me preguntaban cómo le había hecho, no pos nomás, dice limpiándose los labios con un kleenex que trae hecho rollo en su mano arrugada, acción que repite cada veinte o treinta palabras.
Con el sol dándonos de frente, vestido con cuello de tortuga, camisa, rompe vientos, pantalón de mezclilla, tenis negros, una gorra blanca y lentes obscuros, deja su cámara en uno de los postes del barandal de madera del malecón de Playas y sigue platicando moviendo una bolsita negra de plástico que trae en la mano derecha.
Yo empecé a venir aquí hace 40 años, venía a comprar rollos, me llevaba yo 70 u 80 y me iba a las fiestas de los palenques, a Caborca, a Hermosillo, a veces aquí mismo, Guadalajara, Puerto Vallarta, Mazatlán.
Llegaba y preguntaba que le gustaba tomar al artista que se presentaba, y ya me decían pues que le gusta este vino, y pues compraba una botella y mi boleto de entrada y se los llevaba y les decía pues este es mi trabajo, ¿y qué quieres? me preguntaban, pos nomás que al terminar su show me deje sacarle unas fotos ahí con los muchachos y siempre decían que si.
Terminaba el show y a sacar fotos, si me iba bien hasta 15 rollos me llegué a echar, pero lo medio eran 9 o 10, luego ni preguntaban el precio, y cuando les decía cuanto era, muchos me dejaban el cambio, es que todos quieren una foto de recuerdo con los artistas ¿y usted no? le pregunté intrigada, no pos por ahí tengo alguna, pero paqué si yo los veía todo el tiempo a Olga Breeskin, a Lorenzo de Monteclaro, a Lola Beltrán, a Lucha Villa a Lucha Reyes, Vicente Fernández, Luis Pérez Meza, ¿y ese quién es? No lo conozco, le comento, -era un cantante de rancheras que se la pasaba aquí, solo aquí cantaba.
Fijate me dice, antes esto era negocio, yo llegué a sacarle fotos en la Paz a los chinos y mira que no les gustaba que les sacaran fotos porque ellos traían sus cámaras, pero allá ni preguntaban cuánto, con uno que viera una foto y ya todos querían porque les gusta mi trabajo.
Aprendí en el Estado de México con un fotógrafo profesional que me enseñó a usar las cámaras, a revelar, a preparar los químicos y pues cuando llegué aquí me dedicaba a sacar fotos en las escuelas sacaba de dos a tres mil fotos en una semana, porque muchos cobraban caro y yo cobraba 2.50 dlls por las fotos credencial y aparte vendía las de grupo, de a 6 fotos por niño y luego aquí en la playa pues me podía terminar hasta seis rollos, sácale cuentas, cada foto la cobraba yo en 2 dlls. y eso costaba el rollo y trae 10.
Por eso tengo mis casas, tengo tres casas un hijo que vive con mi mujer y conmigo y dos que ocupan las otras porque ya están casados, es que yo me casé grande, y mi esposa es más joven, yo creo que tuve suerte porque yo le llevo veinte años y ya ahorita pues a veces saco diez fotos, a veces ni una, pero ya namás es para distraerme y hacer ejercicio, ya con lo que tengo y mi hijos que le completan ya no necesitamos más.-
Este verano ya no encontré a Don Eusebio ni a ningún fotógrafo ambulante caminando por la playa o el malecón, la tecnología extinguió el oficio que todavía a finales del siglo veinte era para muchos paseantes la forma de inmortalizar el recuerdo de su visita a la playa.