Donald Trump dice que no quiere en su país a los mexicanos. Tal vez tenga sus razones, pero la preocupación no es si los quiere o no, el tema que cae como una loza en la cabeza es enterarte que esos seres humanos tuvieron que salir de México porque los 100 pesos por 12 horas de trabajo diario en el campo no fueron suficientes para continuar con una vida digna, peor aún es descubrir que un porcentaje de ellos no ‘llegaron’ ni a la secundaria.
Ese sí es el asunto que cala, porque si en el mundo hay un día para conmemorar la alfabetización sería bueno saber cuál es el plan para atender al casi 70% del total de migrantes mexicanos que van a Estados Unidos y que sólo cuentan con educación básica e incluso algunos ni siquiera tienen estudios.
Por eso el señor Trump dice que México ‘no manda a los mejores’ y subraya: ‘Nos mandan gente con un montón de problemas’, y no se trata de interpretar a este porcentaje de mexicanos como personas con conflictos sólo por no tener la educación suficiente para encontrar oportunidades de mejorar su vida, sino de comprender que la educación en México debería ir más allá de la Alfabetización, es decir, formar académicamente a sus habitantes más allá de reducir el índice de personas que no saben leer ni escribir.
Y es que mientras la Alfabetización es entendida mundialmente como ‘la base del aprendizaje para adquirir conocimientos al ritmo del crecimiento tecnológico’, en México se considera un pueblo alfabeto tan sólo por leer y escribir, así de simple; incluso no importa que en pleno siglo XXI sea primordial utilizar una herramienta digital (smartphone, PC, lap top o tableta) para encontrar empleos que vayan más allá del salario mínimo.
Es así que cuando aquel mexicano que ya había pasado la educación primaria se disponía a llegar más lejos en su país debe tomar la decisión de partir a donde hay gente que no lo quiere (Donald Trump) simple y sencillamente para tener una vida mejor, digna de un ser humano y no de una bestia de arar.
Aún así, Donald Trump se equivoca
En cuanto a educación en México sin duda hay pendientes, muchos pendientes qué atender, sin embargo, hay muchas otras cosas que Donald Trump no sabe (tal vez sí, pero por ahora las ignora) de ese 70 por ciento de mexicanos que llegan a trabajar a Estados Unidos, y una de ellas es que mientras un ciudadano norteamericano en promedio trabaja 1.800 horas al año, un mexicano, de esos a los que se refiere como delincuentes, trabaja más de 2.000.
Algo más, si bien es cierto que millones de migrantes mexicanos llegan al país vecino a tomar los trabajos en los que el pensamiento no tiene cabida y sólo se trata de un esfuerzo físico, eso de ninguna manera significa que un mexicano no tenga la capacidad de estudiar y ser de los mejores. Si a Donald no le convencen las estadísticas que hablan de esto, que le pregunte a Larissa Martínez, o qué tal si se acerca y platica con Alfredo Quiñones-Hinojosa, quien luego de trabajar en el campo norteamericano, ahora es un neurocirujano titulado por la universidad de Harvard.
¡Ah! El punto que más le puede preocupar (por el momento) a Trump es que de los 55 millones de hispanos que viven en Estados Unidos, el 63% (así es, ¡casi 35 millones de seres humanos!) son mexicanos, habitantes y trabajadores de los Estados Unidos quienes directa o indirectamente tiene un poder de opinión acerca de los gobernantes en la ‘Tierra de las Oportunidades’.
Si alguien por ahí puede recordarle esto al señor Donald Trump, hágalo porque le caería muy bien enterarse que hay personas que ni llevan drogas, ni son delincuentes, ni van a robar, que su único pendiente es no haber contado con la educación suficiente para quedarse en México y que a pesar de eso van a su país desde hace más de 100 años a producir y trabajar en donde las manos hablan y donde los norteamericanos no quisieron meterlas: su campo.