Parece que finalmente se perdió el sentido común. Hoy en día cuando uno se enoja le grita y le da explicaciones hasta a los animales domésticos, pretende que estos entiendan, cambien su conducta y hasta que se disculpen. Hay veces que hay que aceptar que ciertas cosas suceden y que amargarse por ello no tiene sentido; sería como reclamarle al cielo porque está lloviendo, lo cual es ridículo. No podemos controlar ni cambiar a los demás. De nada sirve pelearse, enojarse, gritar y tratar de cambiar lo que ya sucedió. Cuando uno puede entender la situación sin utilizar el enojo como reflejo, es posible que pueda manejar con más efectividad cualquier imprevista y acto inesperado.

El enojo es un mal hábito que se debe romper y cuando esto se logra se obtiene una conquista inmensamente valiosa.

Irene estaba leyendo en su habitación cuando escuchó un fuerte ruido que provenía de la cocina. Corrió por las escaleras hacia abajo y le llevó menos de cinco segundos descifrar lo que había ocurrido. Su perro, Moca, se las había ingeniado para tirar del mantel de la mesa y conseguir tirar al piso la rica comida qué había preparado para que su esposo pudiese desayunar.

Irene había planeado sorprender a su marido con una atención especial, se había despertado antes de lo usual y se había esmerado más de lo normal en preparar una linda mesa con ricos panes y demás. Ahora su cocina estaba llena de pedazos de platos rotos, comida tirada por todas partes y la gran sorpresa se había tornado en un gran desastre.

Irene le dirigió una mirada a Moca de mucha frustración mientras el perro estaba disfrutando de tan rico desayuno. Empujó suavemente a Moca hacia un lado, dio un gran suspiro y con pesar agarró la escoba, barrió y puso orden en su cocina.

Más tarde, cuando Irene fue al gimnasio, comentó su incidente a sus compañeras. Para su sorpresa una de ellas le preguntó: «¡No lo puedo creer! ¿No le diste un sermón al perro? ¿Lo dejaste tranquilo?»

Irene se sintió confundida. No entendía de qué le serviría aleccionar al perro. La mujer le explicó que si le grita, se queja y le explica al animal por que estuvo mal, al menos ella descargaría la tensión, su frustración y se sentiría mejor.

Irene sin embargo no estaba de acuerdo. Por el contrario, sentía dejar que el enojo la controle, solo le daría más cuerda y aumentaría su malestar; después de todo, el perro no va a dejar de ser perro y siempre va a buscar la manera de hacer de las suyas, por eso es un animal. Conservar la calma y admitir que el perro se comportó de acuerdo a su condición animal, la hizo sentir mucho mejor que si ella hubiese explotado, gritado y aleccionado. Irene deberá tener más cuidado con la comida en el futuro.

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Controlando el enojo

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INGREDIENTES

  • 2 cucharadas grandes de calma
  • 1 rebanada de control
  • 2 pedazos de objetividad
  • 3 gotitas de responsabilidad
  • 1 pizca de humor

RECOMENDACIÓN DEL CHEF

Permitir que el enojo domine el pensamiento sólo conduce a una mayor falta de entendimiento, a perder el control e incluso llegar a la violencia.

MODO DE PREPARACIÓN

  1. El enojo no soluciona los problemas, sólo los empeora. En lugar de buscar culpables o de descargar el enojo sobre otros, es recomendable tomar la responsabilidad y buscar posibles soluciones para mejorar la situación.
  2. La reacción inicial al enojo es un sentimiento natural que todos sentimos. Es imposible nunca enojarse, sin embargo es importante aprender a controlar lo que se siente para poder analizar la conducta propia. Esto ayuda a poder utilizar el intelecto en lugar de responder a los instintos básicos y animales.
  3. Es importante aprender a utilizar el enojo como una señal de aviso. Cuando uno comienza a irritarse puede usar esto como un termómetro que ayuda a monitorear los sentimientos y evitar que lleguen a altas temperatura. Es un mecanismo que sirve para controlase, corregir, limitar o alejarse de una posible zona de peligro.

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