Creer que el enojo es simplemente una emoción o un sentimiento es un error común; va más allá de ello: el enojo es un estado anímico. Cuando una persona se enoja le interesa poco lo que dice, a quien lastima y cómo se comporta. De hecho, cuando el enojo cubre al alma, difícilmente uno recuerda a las personas que quiere o que le son importantes, tampoco escucha razones ni actúa con sentido común. Al estar enojado uno no puede sentir emoción alguna; ya que la cabeza se calienta, el corazón arde y la boca quema con palabras fuertes e hirientes. Conductualmente, las emociones describen la posición de uno frente al entorno, los sentimientos creados entre personas; el enojo por su parte no depende de nadie, busca siempre culpables y es una disposición, una manera de actuar o percibir. El enojo es una elección que nadie puede imponer.

Cuando uno permite que el enojo lo corroa, se transforma en un demonio capaz de arrasar con cualquier cosa por más querida o valiosa que sea.

Es muy difícil reclamarle algo a Geraldo, cada vez que se le dice algo, responde inmediatamente con una serie de acusaciones, blasfemias y humillaciones muy dolorosas. Por ello, en general, su familia evita tener confrontaciones con él para poder mantener la armonía y la tranquilidad familiar. Así y todo, desafortunadamente sus arranques de enojo son tan fuertes y tan intensos que lo han alejado un poco.

Hace unos meses su papá se enfermó seriamente. El doctor había insinuado que los incidentes emocionales y el estrés en la familia habían contribuido en cierto grado al deterioro de su salud.

Fue entonces cuando uno de sus hermanos le habló tratando de medir sus palabras para no ofenderlo y a la vez solicitándole que tratara de controlar sus impulsos, sobre todo frente a su padre. Los gritos de Geraldo llegaron al cielo, el enojo fue tan fuerte que ofendió, gritó, casi no dejó hablar y no ofreció ninguna de la ayuda y el apoyo que su familia requería para poder salir adelante.

Geraldo no le habla a su hermano. Lamentablemente, su enojo lo ciega y lo hace parecer arrogante y caprichoso.

La receta

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Reconociendo el enojo

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Ingredientes

  • 3 tazas de valor
  • 1 racimo de sensibilidad
  • 2 cucharadas de humildad
  • 1 sobre de control
  • 2 cucharadas de perspectiva
  • 1 manojo de práctica picada

 

Recomendación del Chef

La ira intoxica, desconecta y consume cualquier relación.

Modo de preparación

  1. El enojo se puede aprender a controlar. Cada uno tiene la opción de dejar que el enojo se apodere, convirtiéndose en una persona agresiva, desagradable y arrogante o bien puede controlar sus pensamientos y actuar con sensatez y cordura. Hay que aprender a responder con inteligencia para manejar los sentimientos y emociones.
  2. Por mayor justificación que uno pueda tener, el enojo no sirve de nada. Hay maneras mucho más positivas de expresar la decepción, la frustración o el dolor. Es muy desgastante vivir con alguien que funciona como una olla a presión, que explota inmediatamente cada vez que le parece. En cambio, al hablar, entender, indagar con interés y compasión, se puede resolver malos entendidos y fortalecer las relaciones.
  3. Existen personas y valores que son importantes y perduran más allá de las circunstancias. Utilizar excusas para justificar actuar con enojo, es comportarse en una forma infantil. No hay razón suficientemente válida para lastimar a las personas que nos aprecian y necesitan.

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