Familia, dulce familia.
¿Por qué nos sorprendemos cuando nuestros hijos no actúan como un hijo de la familia Pérez? Será porque no son Pérez y porque son hijos propios. Nuestros hijos tienen los valores, principios, debilidades y defectos que han vivido y aprendido en nuestro hogar y con nuestro ejemplo.
‘La Rubia,’ era una mujer guapa, simpática y muy seductora; llena de pretendientes, siempre fresca y coqueta. Cundo tenía 18 años se enamoró de un muchacho que le prometió el sol, la luna y las estrellas. Inocentemente, le creyó y se entregó sin pensar las consecuencias. Al poco tiempo quedó embarazada y el novio al verla panzona la dejó. La Rubia tuvo una bebita tan linda como ella misma. Pasaron unos pocos años y La Rubia recobró su bello cuerpo, su encantadora sonrisa y su vida se llenó de nuevos y mejores pretendientes, La Rubia estaba segura que con sus encantos, su habilidad en la cocina y sus secretos para el amor, pronto encontraría al marido perfecto que se haría cargo de ella y de su bebita.
Más pronto de lo que esperaba, esta mujer se encontró envuelta nuevamente en otra relación que creía que seria muy prometedora, Eduardo, un profesional prominente, estaba a punto de finalizar su divorcio. La Rubia se enamoró perdidamente de él y a los pocos meses quedó nuevamente embarazada. Estaba segura que esta vez su amado no la defraudaría. El divorcio nunca se finalizó y La Rubia quedó nuevamente sola con sus dos niños. Con el paso del tiempo tuvo un par de relaciones con hombres mayores que no tenían intención de formalizar la relación.
Los hijos de La Rubia fueron creciendo. Ella deseaba lo mejor para sus hijos así que los llenaba de consejos. Cuando su hija, Carmen tuvo 18 años, se fue con su novio, quedó embarazada y regreso sola a su casa, La Rubia lloró amargamente. No entendían como Carmen pudo pagarle con tan dura moneda, después de todo lo que ella había hecho por su hija y por su hermano, después de todos los consejos que les había dado. ¿Acaso las palabras de La Rubia no fueron suficientes para su hija o es posible que sin darse cuenta Carmen se limitó a seguir el ejemplo de la mamá?
La Receta
Mi familia, Mis raíces
INGREDIENTES
- 2 Kg. De Ejemplo
- 1 latas de Dedicación
- 3 vainas con Valores
- 1 taza llena de Tiempo
- 2 cucharadas de Comunicación
- Espolvorear con muchas Tradiciones y Costumbres
- 1 litro de Contención
- Enseñanza continua
RECOMENDACIÓN DEL CHEF
El tener amor es un prerrequisito fundamental para asegurar el éxito de esta receta
MODO DE PREPARACIÓN
La familia es lo más sagrado que existe. Conservarla más que ser una responsabilidad es una bendición que nutre y enriquece al alma de las personas que la integran. Una familia no se logra estando a la distancia, una verdadera familia se vive, se siente y se comparte. Las enseñanzas se transmiten con el propio ejemplo, porque un ejemplo vale más que mil palabras. Es imposible predicar aquello que no se hace con las propias manos y que no se siente con el corazón. Un buen cocinero valora tanto a su familia que es capaz de cocinar hasta el platillo más complicado; está conciente que sus acciones, sus valores y su dedicación son los únicos responsables de que sus recetas sean verdaderamente suculentas y dignas de ser transmitidas a futuras generaciones. Tener una familia es tener raíces, es tener un lugar que proporcione contención, seguridad y confianza para salir al mundo con una actitud de ganador. Los miembros de la familia no necesitan el aplauso de los de afuera porque el reconocimiento está garantizado de antemano por medio del amor y el respeto que la familia contiene. La familia debe ser lo suficientemente fuerte para poder resistir los cambios bruscos de temperatura, los condimentos fuertes y picantes, al igual que los momentos de abundancia y de escasez. La familia debe de ser un platillo constante que nos acompañe por la vida brindándonos calor, sabor y mucho amor. Afortunado es aquel que tiene y se mantiene como parte de una familia, la fuerza de la vida.