Saber dar es importante pero saber recibir aún lo es más

Es común hablar de dar, de ofrecer y de compartir; sobretodo en épocas tan difíciles como las que estamos viviendo. Cada vez son más los casos que se escuchan en que familiares, amigos, o vecinos se unen para apoyarse y ayudarse mutuamente. Comparten desde una comida hasta consejos y búsqueda de empleos. El poder dar y ayudar, generalmente nos hace sentir muy bien.

Gracias… es una de las palabras más simples y a su vez más poderosas que una persona puede recitar, sale del corazón y llena a todo su alrededor.

Pero ¿qué pasa cuando estamos del otro lado y tenemos que recibir? ¿Somos capaces de aceptar lo que se nos ofrece y sentirnos cómodos?

Poder tomar un regalo o una ayuda que nos brindan es otra manera de sentir que no estamos solos y que no importa que tan difícil o dolorosa sea la situación que se está pasando, hay alguien que nos apoya y nos valora.

Saber recibir con gusto es un acto que implica humildad, aprecio y gratitud.

La hija de Carla, Samanta, sufrió un gran accidente cuando estaba haciendo una investigación en unas ruinas en Sudamérica, muy lejos de su hogar en su país natal. Se fracturó los dos codos y no podía hacer nada sola, ni siquiera comer o ir al baño.

Cuando Carla y su esposo se enteraron, inmediatamente pensaron en la posibilidad de viajar al lugar donde ella se encontraba; pero luego de evaluar la situación con más calma, decidieron que sería mejor que Samanta regresara a la casa, donde pudiera recuperarse bajo los cuidados de sus padres y hermanos.

Juntar el dinero para el pasaje no fue tarea fácil. El costo era muy elevado por la lejanía del lugar y la premura del tiempo. Así y todo, el viaje sería muy duro y complicado para Samanta. Además de 15 horas de vuelo, tendría que hacer conexiones, cambios de avión y largas horas de espera en los aeropuertos. También debería pasar por inmigración y la aduana. Carla lloraba y estaba muy angustiada por todo lo que su hija estaba pasando entre el dolor de las fracturas, la incomodidad de los yesos, la dificultad de viajar sola y la imposibilidad de ir por ella.

Fue entonces, cuando inesperadamente, Carla recibió un regalo. Le llegó a su casa un sobre enviado por una tía, que contenía un boleto de avión a su nombre, con una reservación de hotel para que ella fuera a recoger a su hija y la trajera sana y salva a su casa.

Lejos de alegrarse, inicialmente Carla se sintió ofendida. Pensó que ella no necesitaba nada, tratándose de ayudar a su hija, ella era la única responsable de proveer a Samanta.

Le incomodaba sentir que alguien le tuviese lástima o que la considerara incapaz de proporcionar a su hija con lo necesario.

Momentos más tarde, su esposo conversó con ella y le hizo entender que tan bondadosa que fue su tía al querer ayudarla y la falta de gratitud y el gran rechazo que estaba mostrando al rehusarse a recibir el generoso regalo que le había hecho. A Carla se le llenaron sus ojos de lágrimas, llamó a su tía y aceptó el regalo con un gran agradecimiento. Pudo ir a buscar a su hija y traerla a la casa para cuidarla y ayudarle a conseguir una pronta recuperación.

LA RECETArecetas-titulo1

Aceptando regalos con gusto, porque saber recibir es importante

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INGREDIENTES

  • 1 manojo de gratitud
  • 2 gotas de apertura
  • 1 taza de aceptación
  • 1 pizca de ojo noble

RECOMENDACIÓN DEL CHEF

El recibir es una acción que se hace con gusto, no por obligación.

MODO DE PREPARACIÓN

  1. A veces recibir también es una forma de dar. Al poder crear una oportunidad para los otros de dar con gusto por medio de acciones o regalos que ellos alguna vez también recibieron, les damos la posibilidad de sentirse útiles, valiosos y apreciados.
  2. Es necesario dar y recibir constantemente para mantener el equilibrio del universo. La vida cambia constantemente y otro día será nuestro turno de dar, así que hay que saber recibir con alegría y aprender las lecciones que nos ofrecen.
  3. La gratitud sincera nos recuerda que la vida no nos debe nada. Cuando se elimina el sentimiento del derecho a merecer, el cocinero se libera espiritualmente, se llena de aprecio y se crea una conciencia de hermandad y felicidad, dulce, única y suculenta.

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