Más allá de las cifras, los números y las estadísticas, que a nivel nacional y mundial son verdaderamente alarmantes porque día a día repuntan y aumentan, el fenómeno de la violencia intrafamiliar merece ser tratado con demasiado tiento, toda vez que se trata de un flagelo sumamente complejo que deriva y del cual se derivan un sinfín de problemáticas sociales que no solamente afectan a los protagonistas directos de ésta (el esposo y la esposa), sino que también impacta a los hijos y al resto de la familia.
En México es común hablar de novios y maridos golpeadores, sin embargo es un hecho contundente que también existen novias y esposas golpeadoras cuyos casos no trascienden tanto ni salen a la luz, porque al ser la nuestra una nación eminentemente machista, resulta sumamente vergonzoso para algunos hombres confesar abiertamente (ante su familia, amigos e incluso las instancias judiciales) que están siendo víctimas de maltrato por parte de su mujer. Pero se sorprenderían que cada vez son más los casos que se ventilan en tribunales familiares en los que la esposa es quien carga con la etiqueta de agresora y no sólo contra el esposo, sino también contra los hijos.
Cierto, los grupos más vulnerables para este fenómeno de ocurrencia universal son los niños y las mujeres (incluso los ancianos también llegan a ser victimizados por los hijos que supuestamente deberían cuidarlos), pero más allá de caer en el debate de «quién más y quién menos», lo importante aquí es recalar en las causas por las cuales en nuestra sociedad cada vez es más frecuente que se presenten casos de violencia intrafamiliar y que éstos se expandan hacia los núcleos laborales (acoso) y escolares (bullying).
Además hay que considerar que la violencia intrafamiliar no sólo es aquella que tiene que ver con el maltrato físico. Bajo este concepto también debemos contemplar la violación (sexual), el abuso psicológico, la falta de comunicación, los insultos verbales, etcétera; y de acuerdo a especialistas todos estos comportamientos se desencadenan por causa de tres factores fundamentales: uno, la falta de control de impulsos; dos, la carencia afectiva y, tres, la incapacidad para la resolución adecuada de los problemas cotidianos. En algunas personas también habrá que considerar como factores detonantes el uso y abuso del alcohol y las drogas.
Es muy importante que si alrededor nuestro o si incluso nosotros mismos estamos siendo víctimas de maltrato podamos contar con la suficiente entereza para solicitar ayuda justo a tiempo. No hay que olvidar que el perpetrador del abuso puede intentar controlar la vida de su víctima de muchas maneras: quitándole dinero, comida, sueño, ropa, transporte e incluso impedir que tengan contacto con su familia y amigos. Y en el caso de las mujeres, existen casos de quienes han controlado sus opciones reproductivas, evitando que usen métodos anticonceptivos, por ejemplo.
Pero lo primero que debes hacer, si eres víctima de maltrato (físico o psicológico), es ROMPER EL SILENCIO.
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