En su gira internacional por Centroamérica y el Caribe, donde el presidente López Obrador fue a recolectar medallas y condecoraciones, además de obsequiar consejos dudosos, no pudo regresar de Cuba sin el encaje revolucionario de otros 500 médicos de la isla.

Es la tercera vez en esta administración que inventan causas, disfrazan emergencias y acuden a los más grandes especialistas de América Latina para insertar médicos cubanos en México.

Es la tercera vez –le ofrezco a usted disculpas– que abordamos el tema en este espacio.

Las brigadas médicas cubanas se pusieron en práctica desde los años 80, como un instrumento para extender, difundir e insertar ‘la revolución’ en otras latitudes.

Eso dice el manual del Comité Central del Partido Comunista cubano, pero el mecanismo es mucho más complejo y elaborado.

Se trata de agentes políticos, operadores de base y agitadores profesionales cuya función consiste en formar comités revolucionarios de base en diferentes regiones.

La cobertura está muy bien planteada con médicos, en efecto profesionales –algunos–, enfermeras, paramédicos y algunos especialistas. Todos los demás son agentes políticos cuya misión es detectar perfiles, formar comités, capacitar y entrenar a futuros líderes comunitarios, partidistas, revolucionarios.

Es una maquinaria muy aceitada con la que Cuba ha enviado a brigadas disfrazadas de salud y derechos humanos, para sembrar semillas con ideología del Partido Comunista cubano.

Lo hicieron en Nicaragua, en Venezuela, en Brasil y en Bolivia, países con los que oficialmente suscribió acuerdos para el envío de las hipotéticas ‘delegaciones humanitarias’.

Es un mito. Pasan factura y cobran por los servicios varios millones de dólares, dependiendo de la estadía de los ‘profesionales de la salud’ en territorio extranjero.

A los enviados se les paga un salario en dólares, pero la mayor parte se entrega al gobierno cubano, tan necesitado siempre de divisa extranjera.

AMLO ya lo intentó dos veces, cuando había que rescatar a varios cientos de estos agentes a quienes les habían rescindido el contrato en tiempos de Bolsonaro, y venían de regreso desde Brasil. México intervino y dijo que aquí eran muy valiosos para luchar contra la pandemia.

Los testimonios que pudimos recabar en hospitales públicos de la Ciudad de México, donde algunas docenas de los mentados médicos fueron insertadas –de varios cientos que recibimos, ¿dónde estarían los otros?–, coinciden en señalar que los ‘doctores’ desconocían procedimientos básicos, el uso de medicamentos y la aplicación de tratamientos. Es decir, mandaron a unos improvisados.

Nadie afirma que el sistema de salud de Cuba no sea uno de los más profesionales y mejor formados, el tema es que esos muy buenos médicos cubanos se quedan en la isla, porque no son agentes políticos.

Más aún, la Ley de Salud Pública en México establece una serie de requisitos para el ejercicio de la medicina en clínicas y hospitales públicos, títulos y certificados que avalen la capacidad y el conocimiento. Nadie sin esos requisitos puede ejercer como médico en un hospital en México. López Obrador y su gobierno violan la ley al permitir la entrada a nuestro país de una serie de pseudomédicos y enfermeras que no poseen títulos ni certificados avalados por instituciones mexicanas.

La finalidad no es la salud, ni la atención de necesidades clínicas especiales “porque tenemos déficit de especialistas”, dice el presidente López Obrador. La finalidad es política.

Y qué tierra más fértil que la sierra de Guerrero, cuna histórica de movimientos revolucionarios en México, para enviar a los cubanos.

Por si faltaran elementos para rechazar a los mentados doctores, que consulte el Presidente en las facultades de medicina, en universidades públicas y privadas, en los colegios de especialistas, para comprobar si, en efecto, tenemos déficit.

Es una patraña de las tantas montadas por AMLO y su movimiento para ‘reeducar’ a los mexicanos en una ideología socialista-comunista. La experiencia de los agentes cubanos en esta materia es invaluable para Morena y sus comités de base, como en los hechos describen los manuales cubanos la formación de dichas células.

Una vez más y con la voz al cuello: no queremos médicos cubanos, no necesitamos de agentes políticos extranjeros que vengan a ‘orientar’ la construcción democrática en nuestro país. No necesitamos de visiones foráneas, de experiencias ajenas, de exportadores de modelos que no tienen que ver con México.

La democracia mexicana, tan golpeada y vilipendiada por este gobierno –basta ver el esperpento de su reforma electoral– no puede correr el riesgo de desvíos con modelos e ideologías de otras tierras.

Nuestra democracia, imperfecta, débil, incompleta y desconfiada, ha permitido alternancias múltiples en los últimos 25 años en todos los niveles de gobierno; ha transparentado la competencia partidista que se ha dado con fiereza y con la poderosa voluntad del voto ciudadano; ha impulsado la convivencia partidista; ha consolidado el respeto inalterable y supremo al voto. Nuestra democracia tendrá mil defectos, pero es nuestra, y rechazamos enérgicamente cualquier intervención extranjera disfrazada de ‘médicos especialistas’.

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