Agobiado por múltiples eventos que merecían ser analizados, he atrasado la publicación de este artículo donde voy a hablar de una buena noticia que pavimenta el camino a lo que sería una noticia aún mejor. Me refiero al fin de los aranceles entre Estados Unidos y sus dos socios comerciales, México y Canadá, como condición para la aprobación del nuevo acuerdo comercial de estas tres naciones: el T-MEC.

En su visión de proteccionismo comercial, el presidente Trump impuso un arancel a las importaciones de aluminio y acero a su país. Para tal efecto, invocó una oscura y ambigua disposición que le da poder al Presidente de Estados Unidos para imponer aranceles por cuestiones de seguridad nacional. No exentó de la medida a México y Canadá, a pesar de seguir vigente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

México y Canadá no podían quedarse con los brazos cruzados. Ambas naciones tenían que reaccionar imponiendo sus propios aranceles a importaciones estadunidenses. En nuestro caso, la Secretaría de Economía, todavía durante el sexenio pasado, hizo un excelente trabajo en identificar los productos que políticamente le harían más daño a la base electoral de Trump y los republicanos. La idea era que los productores, afectados por los aranceles, presionaran a los políticos para terminar con los nuevos impuestos que perjudicaban sus ventas.

Mientras esto ocurría, los gobiernos de las tres naciones finalizaron las negociaciones del nuevo tratado comercial que se firmó el último día del sexenio de Peña. Quedaba, sin embargo, la aprobación del T-MEC por parte de los poderes legislativos de los tres países.

Los empresarios estadunidenses afectados por los aranceles impuestos por México y Canadá, en particular los productores agropecuarios que tienen un gran poder de cabildeo en Washington, comenzaron a presionar, de tal suerte que legisladores claves le comunicaron a la Casa Blanca que no había manera de que el T-MEC se aprobara mientras siguieran vigentes los 232 aranceles decretados por mexicanos y canadienses. Los gobiernos de esos países le informaron a Trump que, una vez que Estados Unidos cancelara el arancel al aluminio y acero, ellos harían lo propio con los que habían decretado en retaliación.

Hace unos días, Trump anunció el levantamiento de aranceles al acero y aluminio a México y Canadá. Éstos, a su vez, cancelaron los que habían impuesto a EU. Una buena noticia porque eso permite que el congreso estadunidense comience el proceso de aprobación del T-MEC.

A eso hay que sumar la labor de cabildeo que está haciendo el gobierno de López Obrador en conjunto con los empresarios mexicanos, en Washington. El Senado, donde los republicanos tienen mayoría, no se percibe como un problema para la aprobación de un tratado negociado por Trump. Sería una victoria para el Presidente, quien podría presumirlo en su próxima campaña de reelección.

El problema está en la Cámara de Representantes donde la oposición, los demócratas, tiene mayoría. Ahí hay dos obstáculos a superar.

Primero, que la presidenta de dicha cámara, Nancy Pelosi, acceda a subir al pleno el T-MEC para su aprobación. Tiene esa facultad. La legisladora californiana ya había dicho que no lo haría hasta que México aprobara la reforma laboral a la que se había comprometido y que existieran instrumentos que garantizaran la aplicación eficaz de las nuevas leyes laborales. Bueno, pues el Congreso mexicano ya aprobó la susodicha reforma laboral. Queda pendiente el tema de la implementación.

El hecho es que Pelosi podría bloquear la votación del T-MEC si así lo decide. Si, por ejemplo, se rehúsa a darle una victoria legislativa a Trump un año antes de las elecciones presidenciales. Si, en cambio, Pelosi autoriza la votación en el pleno, lo siguiente es conseguir los votos para su aprobación. Se calcula que se requieren entre 20 y 30 votos de legisladores demócratas para la aprobación del T-MEC, asumiendo que los republicanos votarán a favor.

Aquí entra, entonces, el famoso cabildeo legislativo que es legal en EU bajo ciertas reglas. El gobierno y la comunidad empresarial mexicanas ya están haciendo esta labor, tanto con Pelosi, como con los representantes demócratas.

La idea es que el Congreso de EU lo vote antes del último trimestre de este año porque, ya después, se ve imposible debido a que comenzará la temporada electoral rumbo a los comicios de noviembre de 2020.

Ahí va, entonces, avanzando el proceso para la aprobación del T-MEC. Qué bueno.

Twitter: @leozuckermann

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