Ha pasado un año desde que tomó posesión Andrés Manuel López Obrador como presidente. Una de sus relaciones más tirantes ha sido con los empresarios. Era lógico: al poder llegaba un político de izquierda, lo cual, en principio, nunca gusta a los capitalistas. Además, a lo largo de sus tres campañas presidenciales, López Obrador fue muy crítico con algunos a los que calificó como parte de la “mafia del poder”. Hoy, sin embargo, muchos han decidido cooperar con el gobierno y aplaudir todo lo que venga de Palacio Nacional, hasta las ocurrencias del Presidente.

El más conspicuo es Carlos Slim. El otro día, un pequeño empresario me preguntó por qué “el ingeniero” apoyaba tanto a López Obrador. Le contesté lo obvio: porque es el que tiene más que perder o ganar con este (o cualquier) gobierno. Es el hombre más rico del país, el quinto del mundo, con una fortuna de 64 mil millones de dólares. Además, muchos de sus negocios dependen de su buena relación con el gobierno. Telcel y Telmex son empresas concesionadas por el Estado. Slim tiene constructoras que dependen de grandes contratos de obra pública y fabrica plataformas petroleras cuyo principal cliente es Pemex.

Desde que fue electo, Andrés Manuel López Obrador afectó los intereses de Slim.
Fue el más perjudicado por la cancelación del nuevo aeropuerto de Texcoco. Luego tuvo que renegociar el contrato de su empresa de ductos de gas natural porque el Presidente consideró que las condiciones eran “leoninas” para la CFE. López Obrador, además, ha prometido llevar Internet gratis a las comunidades más apartadas del país. Y, aunque estos mercados no son rentables para Slim, supongo que le preocupa que una empresa del Estado pueda convertirse en competidor potencial de América Móvil.

Slim tiene la edad y la experiencia para saber que, a él, lo que le conviene es estar bien con los gobiernos.
Ha procurado tener una relación positiva con todos ellos desde que Salinas le otorgó el mejor negocio de su vida:
la privatización de Telmex que pasó de ser un monopolio público a uno privado. Ahora, es uno de los mayores porristas de López Obrador porque le conviene a sus intereses y los de sus accionistas.

Lo mismo ocurre con los otros grandes empresarios del Consejo Mexicano de Negocios que dirige Antonio del Valle Perochena. Ellos también tienen mucho dinero en juego y han decidido, por tanto, cooperar con López Obrador. Los acompaña, en esta postura, el Consejo Coordinador Empresarial presidido por Carlos Salazar. Andrés Manuel López Obrador, por su parte, ha nombrado a Alfonso Romo como interlocutor. De esta forma, muchos capitalistas, antes considerados como mafiosos, son hoy, de acuerdo al Presidente, empresarios con “visión social, crean empleo, aceptan utilidades razonables, pagan sus contribuciones fiscales”.

¿Será que la Cuarta Transformación los transformó milagrosamente? Para nada. La verdad es que ambas partes se necesitan. El gobierno para que inviertan y la economía salga de su estancamiento, y los grandes empresarios para seguir haciendo buenos negocios con las mayores utilidades posibles.

Eso explica la cooperación. Sin embargo, la comunidad empresarial es muy amplia y diversa. No tienen los mismos intereses. Los que siguen muy asustados con López Obrador son los pequeños y medianos empresarios. Les disgusta la retórica del Presidente, algunos de sus colaboradores más radicales, decisiones como cancelar el aeropuerto de Texcoco y legislaciones que sienten draconianas (por ejemplo que la defraudación fiscal se considere como delincuencia organizada sujeta a la extinción de dominio y de prisión preventiva obligatoria).

Los pequeños y medianos empresarios saben que difícilmente el gobierno se irá en contra de los grandes quienes pueden agarrar sus aviones, irse a gozar de sus fortunas a un país que no tenga extradición con México y desde allá defenderse con los mejores abogados.
Los chicos y medianos, no. Históricamente, siempre han sido los más perjudicados por la falta de un auténtico Estado de Derecho.
Desconfían de López Obrador y por eso, han decidido abstenerse de invertir o de plano enfrentarse al gobierno. No es gratuito, en este sentido, que la Coparmex sea la organización más crítica de Andrés Manuel López Obrador. El gobierno piensa que esto se debe a la vieja relación que existe entre el PAN y el sindicato de patrones chicos y medianos. Es un error verlo así porque también están en la legítima defensa de sus intereses. Se sienten amenazados con un gobierno que no ha hecho nada por convencerlos.
Y tienen razón, porque Andrés Manuel López Obrador se la ha jugado con los grandes capitales. A un año de tomar el poder, continuamos con el pernicioso capitalismo de cuates, donde las grandes fortunas son producto de las buenas relaciones con el Presidente y no de la competencia e innovación empresarial.

Twitter: @leozuckermann

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