Tras unas semanas en mi proceso de recuperación post quirúrgico de rodilla, que siempre es un reto y momento de valorar la salud, mi reflexión de esta semana es: Sin salud no tenemos nada, y menos un futuro sostenible. Asimismo, es con la salud del planeta, en el cual no podemos planear un futuro de la humanidad sin un planeta saludable.

En EUA, y en muchos otros países, la vacuna contra COVID-19 se vende como un pase a la libertad, y salir de la cuarentena más extendida de lo que jamás imaginamos. El haber logrado desarrollar la vacuna en tiempo record, y trabajar en muchos aspectos como un sólo equipo global, este último año nos demostró que sí tenemos la capacidad de proteger la salud humana contra los ataques más severos de nuevas enfermedades.

Pero, ¿Qué pasa cuando somos nosotros los humanos la principal amenaza para la salud del planeta? Y es imposible desarrollar una bala de plata o vacuna para nuestro planeta contra cambio climático.

El concepto de salud planetaria está directamente ligado a la disminución de la biodiversidad derivada del cambio climático, y el círculo vicioso en medio de la contaminación tan complicado de sobrepasar.

El cambio climático es la causa raíz de muchas enfermedades amenazando la salud humana. La disciplina de la salud planetaria reconoce que el mismo crecimiento de la población humana, y los asentamientos que la mantienen está provocando un efecto negativo en el medio ambiente y, a su vez, está alimentando resultados nocivos para la salud humana.

El estudio de la salud planetaria es el conocimiento de la interdependencia entre la actividad humana, y los sistemas naturales como el agua, el aire, la tierra o la biodiversidad y su impacto en el bienestar de las personas. El quebrantable equilibrio entre uno, y otro requiere de una propuesta integrada, y multi-sectorial a través de la creación de redes y alianzas que avancen en el estudio de riesgos, en la propuesta de soluciones, y correcta agenda regulatoria, incluyendo a todos los sectores implicados, desde el académico y científico hasta su impacto en toda la humanidad.

Nuestro planeta, y la diversidad biológica que hospeda están en riesgo. La deforestación, la contaminación, el cambio climático, la globalización, y otros factores del desarrollo no bien planeado están provocando la extinción de especies, y dañando los ecosistemas a un ritmo sin precedentes.

Cuando dañamos la Tierra, dañamos directamente nuestra propia salud. Los seres humanos somos tan susceptibles como cualquier otra especie, que habitan este planeta. Hay muchos sectores que preferirían que ignoramos estas advertencias de respetar el balance natural en medio del desarrollo económico, pero es nuestra responsabilidad cuestionar, y replantear los planes estratégicos de todo país asegurando tener la generación de valor económico, social y ambiental en el mismo nivel de importancia.

La pandemia nos recordó que violamos los derechos del planeta, y de todas sus especies, y es fundamental que tomemos en cuenta los conocimientos, y prácticas de generaciones pasadas que tenían un profundo respeto por la tierra.

Tratándose de la salud planetaria, la primicia de precaución y respeto a la naturaleza, es tan importante como la prueba de cambio climático más contundente. Con eso en mente, deberíamos preguntarnos no solo cómo crear vacunas para hacer frente a los efectos de la última enfermedad. Debemos afrontar la salud planetaria como lo hacemos con la nuestra, y subir la barra de ambición mucho más.

El entendimiento y análisis de la salud planetaria se ha desarrollado en esta última década, al igual que nuestro conocimiento del cambio climático en las tres o cuatro décadas pasadas, pero en tanto no hagamos conciencia de la causa no entenderemos el efecto.

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