El volcán Yahualixqui. A lo lejos se divisa ese rojo promontorio explotado por el hombre. Contrasta con las casas grises de bloc que lo rodean. Sus colores, propios de un poético retrato en medio de la mancha urbana, unen el cielo azul con un rojo vivo y al gris ceniciento y degradado. Esos colores mezclan la pobreza con la marginalidad, la naturaleza con la ciudad voraz y la profundidad temporal con el complejo entramado sociocultural de la Ciudad de México.  Casi como un presagio prehispánico la vida y muerte se entretejen en ese lugar como se enlazaron en el Templo Mayor Azteca. El cerro es un axis en donde se teje la vida con la muerte: Tláloc y Mictlantecuhtli habitan el mismo recinto.

San Lorenzo Tezonco, el barrio que lo alberga, tomó su nombre por el tezontle que aún se sobreexplota: el volcán, dicen, ha perdido cuarenta metros de altura. El poblado es uno de los dieciséis barrios originarios de la ciudad prehispánica. Todavía en el siglo XIX contaba con algunas chinampas que unían a esa localidad con Xochimilco. Cuentan las leyendas que en algún momento del tiempo el Señor de la Salud los salvó de una epidemia muy fuerte: los habitantes del lugar pidieron un milagro. Ahí brotó un manantial de agua cristalina: los lugareños bebieron y se curaron. La salud está en su historia. Aún los habitantes van a pedir salud a la capilla El Pocito.

Es mágico que las coincidencias no planeadas tomen tanta coherencia en la historia. Parecería como si las plegarias de los habitantes se hubiesen unido a un nuevo programa de salud. Ahí ya no se erigió una capilla sino un programa universitario:  el que sustenta y defiende la carrera de Promoción de la Salud de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, según el cual la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Tal y como se afirmó en la conferencia sanitaria de la Organización Mundial de la Salud en 1946. Esa definición es la que se persigue en la UACM.

Mi esposa y yo fuimos al plantel Tezonco a ver qué es Chilpayates. Nos sorprendió ver una centena de niños de diversas edades sentados, cantando y escuchando cuentos; después de esa bienvenida, pasaron todos a diversos talleres: desde herbolaria, cine y experimentos científicos. Chilpayates es un programa organizado por la dirección del plantel y un cuerpo académico que entre otros objetivos relacionados con la Salud Social desean integrar a los niños de la zona con el plantel, ocurre cada mes.

La doctora Erika Araiza nos invitó. Erika es una antropóloga interesada en comprender los mecanismos de la movilidad social.  Cuando llegó a la UACM, después de hacer su doctorado en Francia y de estudiar los procesos de movilidad social de Ecatepec, entró al  programa de Salud Social como parte de la carrera de Promoción de la Salud. Contrario al presupuesto contemplativo de la antropología tradicional, la salud social llama a la intervención, a impactar en la comunidad. El antropólogo, según el cánon, es un espectador, un narrador de eventos quien debe afectarlos lo menos posible, su labor es comprender. Erika tuvo que cambiar de paradigma, del de la antropóloga contemplativa por la de una interventora cuyo objetivo es transformar. Entender para transformar, transformar al entender.

Si algo la define como antropóloga es su valentía. Así lo expresa un amigo en común. “Erika va y se mete en el peor barrio de los peores barrios, es ahí en donde le gusta trabajar”, me dice Rodrigo Martínez un antropólogo visual. Durante el último par de años la antropóloga se fue a meter todos los sábados a una colonia debajo del volcán. Ahí los niños de la comunidad planearon rehacer una escuela y trabajaron unos textiles. En Chilpayates conocimos a unos niños que hicieron un cine. Esos niños entre ocho y doce años vienen de la comunidad debajo de la mina del volcán, en donde Erika ha trabajado. La noción no es enseñar sino cocrear, encontrar soluciones en un mundo real. Los niños llegaron solos a la idea de hacer un cine comunitario, su guía fue una estudiante de quinto semestre. Sus sonrisas al ver la proyección expresaban una posibilidad; la estudiante también se veía orgullosa. El proyecto es el trabajo final de la materia de Salud comunitaria 3.

Todo eso es parte de un proyecto mayor llamado: Agencia comunitaria infantil.  La clave está en la palabra agencia. En filosofía y sociología se le conoce al término como aquella capacidad de actuar que tiene cada agente o persona para actuar en su mundo. Como Chilpayates hay otro puñado de programas que buscan interactuar con la comunidad a través de crear agencia. El plantel Tezonco ha realizado esfuerzos por reestructurar el tejido social lastimado. Al llegar a la parte de Tláhuac se pueden leer pancartas en la calle que rezan: “¡cuidado! vecinos unidos, ratero que agarremos te quemamos vivo Cabrón”. Las noticias nos han permitido saber de casos en los que esa advertencia se cumple: la gente toma justicia y en sus manos arden rateros que se convierten en víctimas. No podría pensar en un mejor lugar para practicar la Salud Social.

Mucho se ha hablado y escrito sobre el propósito de las universidades; mucho se ha criticado a la UACM y se le seguirá criticando. Es una Universidad que bajo el velo tradicional de las universidades no cumple con estatutos básicos: ingreso, promedios, ranking. Los críticos no han comprendido que debajo del modelo educativo hay una puesta en duda del modelo educativo imperante. La UACM tiene muchos problemas políticos y de gestión. Lleva casi dos décadas en marcha. Recientemente se supo de cómo el rector estaba inmiscuido en problema de corrupción y tráfico de influencias. A pesar de todos los problemas, veo en el modelo una virtud: promueve que el conocimiento y la educación superior vayan más allá de los estratos sociales a donde, hoy en México, sólo una minoría con privilegios podemos acceder.

Un proceso en la historia de las universidades a nivel global que haya impactado en los estratos sociales más bajos, lo podemos estudiar en la formación del estado alemán. De los siglos XVII al XIX Europa se vio nutrida por muchas universidades. El modelo británico y francés, al igual que el italiano, era para élites y nobles. Oxford y Cambridge así surgieron. Un movimiento intelectual en Alemania trajo consigo el desarrollo de universidades pequeñas, pero orientadas a generar conocimiento en todos los estratos sociales. Nutrido por un sinfín de aristas como el pietismo, ese movimiento dio como resultado que se diera un auge de las universidades alemanas que desembocó durante el siglo XIX y principios del XX como una potencia del conocimiento.

El impacto de ese movimiento también consistió en desacralizar el conocimiento y en establecer una unión de la teoría y la práctica, alejando la religión como eje de pensamiento. Uno de esos precursores, Gerlach Adolph von Münchhausen, introdujo un concepto opuesto a la ciencia de la época por el Wissenchafft, que envolvía al conocimiento en una práctica de descubrimiento basado en la investigación y reflexión de cada individuo a través de proyectos de investigación. El modelo educativo que se forjó en la época establece un valor al conocimiento técnico y práctico semejante al de la religión. Su mayor impacto consistió en que el hábito de la lectura y el cultivo de uno mismo (en alemán Bildung) se hizo una práctica natural en toda la población. Gerlach Adolph promovió becas para estudiantes pobres. Después surgieron vocablos como Lesesucht, término intraducible en una palabra pero que habla de la nostalgia cuando no se tiene que leer, o la adicción a la lectura.[1]

En el fondo, el cambio estuvo en que la educación se convirtió en un vehículo de movilidad social. Para pertenecer a la burocracia se necesitan estudios; para realizar casi cualquier trabajo se requiere un título. Mi abuelo llegó de Alemania a México en la postguerra con dos títulos técnicos: el de pastelero y fotógrafo. Para ambos se necesitaban estudios. El movimiento alemán enalteció el conocimiento adquirido a partir de la unión de la teoría con la práctica y eliminó el valor sacro del maestro. En el modelo de la UACM de Promoción de la Salud hay un símil. Su modelo de agencia, al igual que el de Gerlach Adolph promueve acceder al conocimiento desde la práctica propia.  El modelo de la UACM semeja el propósito de llegar a todos los estratos. Su gestión administrativa, sin embargo, carece de la disciplina pietista. ¿Me pregunto si ese será el modelo de las 100 universidades que está pensando López Obrador? Ojalá y detrás haya una reflexión y una crítica con visión a futuro. Yo sí creo que el impacto en más estratos es la base para llevar a México a ser una potencia y se necesitan nuevos paradigmas educativos, los viejos modelos no sólo están en duda debido a las nuevas tecnologías sino porque no han logrado impactar más allá de un estrato social muy específico.

 

[1] Al lector interesado en profundizar dicho proceso recomiendo la lectura de Peter Watson, The German Genius.

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