Famosa la anécdota de los tiempos de la presidencia imperial, cuando un mandatario le pregunta la hora a uno de sus subordinados y éste responde: “Las que usted ordene, señor Presidente”. Denota la zalamería típica de los aduladores del poder en un régimen autoritario. No: la hora es la hora y punto. No puede ser la que diga el Presidente. Traigo a colación esta anécdota porque veo que muchos están comenzando a repetir un disparate del presidente López Obrador: la idea de que no importa el crecimiento económico de un país.

Entiendo que lo diga un político como el Presidente. Los resultados no se le están dando en esta materia —el crecimiento económico está estancado— y entonces sale con la “brillante” idea de que crecer no es lo importante para la economía nacional, sino desarrollarse, es decir, mejorar la distribución del ingreso y el bienestar de las clases más pobres. El domingo, en otro más de sus informes, volvió a insistir: “Otro elemento básico de nuestra política es hacer a un lado, poco a poco desechar la obsesión tecnocrática de medirlo todo en función del simple crecimiento económico. Nosotros consideramos que lo fundamental no es lo cuantitativo, sino la distribución equitativa del ingreso y de la riqueza. El fin último de un buen gobierno es conseguir la felicidad de la gente”.

Suena bien. Lástima que sea una mentira. El crecimiento económico no es una obsesión tecnocrática, sino una condición necesaria para que un país tenga más ingreso. En este punto me detengo en el caso chino. La economía comunista que implementó Mao Zedong fue un desastre. El ingreso nacional no crecía porque no existían incentivos para mejorar la productividad. Pero, eso sí, había una muy equitativa distribución de la escasa producción nacional: todos eran pobres (salvo, claro, los altos funcionarios del Partido Comunista). La situación era socialmente insostenible. Deng Xiaoping lo entendió y, en la década de los ochenta, reformó la economía hacia un sistema capitalista. Desde entonces, el crecimiento en China no ha parado. De acuerdo al Banco Mundial, gracias a esas reformas, 500 millones de chinos han salido de la pobreza. Sin embargo, la distribución del ingreso empeoró. Hoy existe mucha más inequidad económica en ese país.

Entonces, ¿se equivocaron los chinos al promover un agresivo crecimiento económico? Desde luego que no. Este asunto no tiene que ver con tecnócratas, sino con algo que AMLO mencionó el domingo en otro párrafo de su informe: “El crecimiento económico y los incrementos en la productividad y la competitividad no tienen sentido como objetivos en sí mismos, sino como medios para lograr un objetivo superior: el bienestar general de la población y, preciso aún más, el bienestar material y el bienestar del alma”.

Efectivamente, no puede haber bienestar material sin crecimiento económico (lo del alma que cada quien lo decida de acuerdo a sus creencias). Si es así, pues digamos las cosas como son: AMLO nos está quedando a deber, con la economía estancada no habrá mayor bienestar material.

Es precisamente por la falta de resultados que el Presidente está minimizando la importancia del crecimiento económico. Todos los presidentes, de alguna manera u otra, inventan disparates para justificar carencias o errores. Eso es muy diferente a que gente inteligente comience a repetir esas barbaridades.

Ahí está, por ejemplo, Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo. El otro día, junto al Presidente, dijo: “Estoy convencido de que vamos a crecer bien, y pronto, no este año, probablemente este año, no sé si crezcamos o no crezcamos, es intrascendente, lo relevante es que hay un potencial y grandes posibilidades de crecimiento, como se ha planteado a través de estas grandes inversiones y que los proyectos ahí están y los recursos ahí están”.

¿Es intrascendente el crecimiento? ¡Por favor! No creo que Slim vaya a decirle lo mismo a sus inversionistas. En este caso, supongo que quería quedar bien con el Presidente, ahora que andan, de nuevo, de piquete de ombligo. Pero, como ya se sumó el hombre más rico del país al disparate presidencial, los adláteres de AMLOy gente de todo tipo también comienzan a repetirlo.

Una cosa es que un Presidente diga un absurdo y otra muy diferente es su repetición, que puede acabar en creencia. Cuidado. El crecimiento económico no es algo que pueda minimizarse. Es una variable fundamental en cualquier país. No caigamos en el garlito de AMLO. Las diez de la noche son las diez de la noche. No pueden convertirse, por orden presidencial, en las seis de la mañana.

 

                Twitter: @leozuckermann

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