Con un regreso a las oficinas poco probable y el tiempo en contra de un retorno seguro para otras actividades principales, ya no queda más que prepararse en lo económico para 2021.

Presupuestos ajustados, crecimiento del empleo informal, cambios radicales en varios sectores industriales y de servicios, serán el aspecto de un próximo año particularmente cauteloso y austero.

El resultado, en unas semanas, de las elecciones presidenciales en Estados Unidos parece que no influirá demasiado en corregir o entusiasmar a los mercados y a los analistas financieros, sin importar el resultado, a menos de que una indefinición ponga un tono aún más absurdo a la contienda, después de lo que vimos en el primer debate de esta semana.

El sistema entero de nuestro vecino se pondrá a prueba si no hay una transición normal de poderes, reitero, no importa el resultado, lo que debilitaría la imagen y la solidez de esa nación y a favor de su principal competidor, China, que aparentemente ya retomó el camino y será el único país que seguirá creciendo con cierta estabilidad.

Europa, por su parte, busca con desesperación controlar la propagación de este nuevo tipo de coronavirus y mantener las economías semiabiertas de su bloque, frente a repuntes en contagios que los afectan más por la constitución de sus sociedades, con amplios sectores de adultas y adultos mayores solos o en residencias.

Primero tendrán que resolver la crisis sanitaria, acordar al mismo tiempo el paquete regional de apoyos, y luego influir en el comercio mundial, de tal forma que puedan crecer sin un costo excesivo de vidas.

Por nuestra parte, México entra en una nueva elección que define mucho en lo político, pero que no creo que cambie algo sustancial en lo económico para el siguiente ejercicio.

Tanto el Banco de México como la Secretaría de Hacienda tienen elementos claros sobre dónde estamos parados para bien y para mal.

En ese sentido, el manejo del Presupuesto seguirá idéntico, porque forma parte de una plataforma de gobierno, así que los programas sociales y el recorte en cualquier área disponible serán la tónica.

En juego está, no obstante, conseguir la mayoría política tres años más para seguir con los cambios que impulsa el presidente de la República no sólo en la estructura administrativa del gobierno, sino en los grandes rubros de distribución del gasto.

Conforme se aprueben modificaciones legislativas que hagan obligatorios programas y beneficiarios, quedará menos espacio para fondos, fideicomisos y partidas varias.

Hacerlo bien podría reducir al mínimo la discrecionalidad en el uso de cuantiosos recursos públicos; no hacerlo correctamente, traerá un proceso burocrático que se llevará el sexenio para extinguir esas modalidades.

En el fondo, afectará a las y los mexicanos de a pie que, pese a la bolsa que se pretende obtener de esa eliminación, de recortes y otras adecuaciones presupuestales, que el empleo, la inversión pública, privada y externa, no repunten como se espera, mientras el Banco Central batalla con llegar a la meta de inflación proyectada.

Mientras tanto, el año que viene seguirá siendo de prudencia, no endeudarse, gastar en lo prioritario para la familia y analizar, como nunca, a quién le daremos nuestro voto, la mejor herramienta que tenemos a la mano para hacer sentir nuestra presencia como ciudadanos.

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