Jurídicamente, los partidos políticos en México son “entidades de interés público”. En lo personal, siempre los he considerado como clubs privados de gente que se organiza para conquistar y retener el poder. En este sentido, cada partido puede hacer lo que se le pegue la gana en su vida interna, siempre y cuando exista una democracia liberal donde los ciudadanos podamos elegir libremente a nuestros gobernantes. En este sentido, los partidos pueden designar a sus dirigencias y candidatos en elecciones primarias, por medio de encuestas o a través de asambleas, grupos de notables o el dedazo de su líder máximo. “Cada quien sus cubas”, como dicen los chavos.

Morena es, hoy, el partido más fuerte de México y el favorito para ganar las elecciones presidenciales de 2024. El fin de semana pasado eligieron a los congresos de los distritos electorales, quienes a su vez designarán a los representantes estatales hasta llegar al Congreso Nacional, institución que definirá las reglas para elegir al candidato presidencial del partido. Y aunque yo piense que este candidato lo acabará designando el presidente López Obrador en un tradicional dedazo, los órganos de decisión morenistas tendrán un gran poder para definir los puestos de dirigencia y miles de candidaturas que estarán en juego en 2024.

Por eso era tan importante la elección del fin de semana pasado. Y ya vimos lo que pasó. En algunos lugares fue evidente el acarreo de votantes, robo de urnas, incendio de la papelería oficial, zafarranchos y trifulcas; muchos militantes denunciaron la compra de votos y otro tipo de fraudes.

¿Debemos preocuparnos los ciudadanos que no militamos en Morena por estas prácticas incivilizadas, tan propias del régimen autoritario priista?

En principio, no. Si así se quieren llevar los morenistas, muy su problema. A mí me tienen sin cuidado las trampas y pleitos entre ellos.

Salvo en tres temas.

Primero, el uso de recursos públicos para actividades partidistas. No me refiero, desde luego, a las enormes sumas de dinero que reciben los partidos, incluyendo Morena, de prerrogativas que les otorga el Instituto Nacional Electoral, sino la desviación de recursos de los gobiernos con fines electorales. Esto no sólo está prohibido, sino penado.

Yo no quiero que el dinero de mis impuestos se utilice para apoyar a ciertos candidatos de Morena. Suficiente presupuesto reciben del INE como para que anden desviando el de por sí escaso presupuesto público en sus disputas partidistas. Lo que vimos el sábado y domingo, con esa gran capacidad de movilización de Morena, me lleva a sospechar que algunos gobernantes de ese partido sí utilizaron recursos públicos en esta faena.

Segundo, y esto sí quedó evidenciado el fin de semana, fue la utilización de los programas sociales para acarrear a sus beneficiarios y llevarlos a votar por ciertos candidatos. También está prohibido y penado que un partido utilice el padrón de los que reciben estos dineros públicos para llevarlos a votar y chantajearlos con que, en caso de no hacerlo, perderán sus derechos.

Tercero, y relacionado con lo anterior, está el acarreo de funcionarios públicos amenazados con que, en caso de no ir a votar y hacerlo por cierta persona, perderán sus trabajos. También hay evidencia de que sucedió esto el fin de semana pasado.

El partido gobernante no tiene por qué coaccionar a los trabajadores gubernamentales con el fin de utilizarlos políticamente. Son empleados del Estado, no del partido. Como tales, son ciudadanos que pueden comportarse políticamente como se les dé la gana. Tienen todo el derecho a ser apartidistas o de otro partido.

En cuanto a la compra de voto, pues ahí la pregunta es de dónde salió el dinero para pagar. Eso ya es un asunto que habría que investigar porque la respuesta podría estar relacionada con actos de corrupción cometidos por los gobiernos morenistas o la entrada de dinero de grupos del crimen organizado a cambio de protección política.

Morena es un magma de grupos muy diversos cuyo único pegamento es la existencia de un líder carismático (AMLO) y la ambición de mantenerse en el poder. Para los que todavía tenían dudas, lo que vimos el sábado y domingo es otra prueba más de que este partido va con todo por todo. Están dispuestos a utilizar prácticas legales e ilegales para no sólo ganar la Presidencia en 2024, sino miles de puestos de elección popular que estarán en juego en estados y municipios ese año.

 

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