Uno de los aspectos positivos de este gobierno es que está a favor del libre comercio. Recordemos que la izquierda mexicana, tanto la que estaba dentro como fuera del PRI, estaba en contra de la apertura comercial al principio de la década de los noventas. Argumentaba que era una locura que México se abriera frente al mundo y, en particular, que firmara un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Hoy, por fortuna, esta visión ha cambiado. Ante el gran éxito del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), muchos izquierdistas, incluido el Presidente, están a favor de continuar por el camino de la integración económica con nuestros vecinos del norte.

Por eso, en cuanto ganó la elección en julio del año pasado, Andrés Manuel López Obrador nombró a Jesús Seade como su representante en las negociaciones del nuevo tratado. Fue importantísimo que México presentara un frente unido con miembros del gobierno saliente y entrante para defender los intereses de nuestro país. Al final, los ejecutivos de los tres países se pusieron de acuerdo y firmaron el nuevo tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) el último día del sexenio de Peña.

Faltaba, sin embargo, la ratificación de los poderes legislativos. En México, el Senado ya aprobó el T-MEC. Se da por descontado que el Parlamento canadiense también lo hará. En EU, por su parte, se necesita el voto favorable de sus dos cámaras. Mientras los republicanos mantengan la mayoría en el Senado, se da por descontado que aprobarán un tratado negociado y firmado por el presidente Trump.

El problema está en la Cámara de Representantes, donde los demócratas tienen mayoría. México esperaba que el T-MEC se aprobara antes de que terminara este año. Los demócratas dijeron “está bien, pero te va a costar”. Así es la política. Quid pro quo. Lo que están pidiendo es que inspectores estadunidenses puedan venir a México a certificar que se está cumpliendo la nueva ley laboral, que se están respetando los derechos de los trabajadores mexicanos, tal y como ocurre en su país.

Esto, desde luego, es una invasión a la soberanía mexicana. Pero los demócratas saben que el gobierno de López Obrador está dispuesto a ceder si se siente amenazado en el tema comercial. Así logró Trump que López Obrador se comprometiera a utilizar a 26 mil miembros de la Guardia Nacional y de las Fuerzas Armadas para detener a los migrantes centroamericanos que cruzaban por México para pedir asilo en EU. Bueno, pues si López Obrador ha sido obsecuente con Trump, ¿por qué no debía serlo con los representantes demócratas?

¿Debe México, entonces, ceder a exigencias que, en realidad, son de los sindicatos estadunidenses? Soy de los que piensa que no. También pensaba lo mismo en el asunto migratorio que el gobierno de López Obrador aceptó. Muchos piensan que, de esta forma, se tranquilizó al tigre trumpiano. Bueno, pues ya estamos viendo las consecuencias: ahora los demócratas también están rugiendo.

Espero que, en esta ocasión, López Obrador no vaya a ceder. Si es así, el T-MEC no se aprobará este año. El problema es que viene el 2020 donde toda la energía política en EU estará concentrada en la elección de noviembre. El TLCAN (vigente) y el T-MEC (por aprobarse) podrían verse amenazados en este torbellino electoral. Los políticos proteccionistas, de ambos partidos, podrían verse tentados con terminar con el marco institucional de libre comercio que ha regido en los tres países por 25 años.

Habrá que ser pacientes y acostumbrarnos a la incertidumbre económica por no resolverse el tema del tratado comercial. México, sobre todo, tiene que seguir cabildeando en Washington a favor de sus intereses. Hoy, más que nunca, debe identificar a los legisladores que podrían apoyar la continuación del libre comercio con México y convencerlos. Algunos van a pedir cosas que se pueden aceptar (cuando se aprobó el TLCAN en los noventas, un grupo de congresistas afroamericanos solicitó, como condición para votar a favor, que se pusiera una estatua de Martin Luther King en la Ciudad de México que, sin problema alguno, se colocó en Polanco). Algunos van a pedir cosas inaceptables, como que inspectores estadunidenses vengan a acreditar si se está cumpliendo o no con la reforma laboral mexicana.

En todo este proceso hay un riesgo que EU debe tomar en cuenta. Si estiran mucho la liga, puede romperse y regresar al viejo antiyanquismo que existía en nuestro país. México, de ser un defensor del libre comercio, podría unirse a las fuerzas nacionalistas-proteccionistas que hoy están tan de moda en el mundo entero. ¿De verdad quieren eso nuestros vecinos del norte?

                Twitter: @leozuckermann

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