Está de moda hablar de las encuestas de medio mandato, de la concentración de Morena en el Zócalo, de los nuevos ataques de Andrés Manuel López Obrador a periodistas, y del llamado “decretazo”. Paso. El mundo y México siguen su marcha, y por desgracia hay temas que no reciben la atención que merecen, en parte por la fascinación de muchos con la moda ya citada.

Ilustración: David Peón

Dos temas me llaman la atención. Hoy se anunció la reanudación del programa Remain in Mexico (Quédate en México) por parte de los gobiernos mexicano y norteamericano. Como se recordará, dicho programa fue impuesto por Donald Trump en 2019, y aceptado por López Obrador. Implica que Estados Unidos devuelve a México a los solicitantes de asilo que ingresen a su territorio para que esperen su audiencia en unos campamentos horrorosos —esa es la palabra correcta— en las ciudades fronterizas, con escasas posibilidades de obtener asilo, ya que carecen de acceso a abogados. Más de 70 000 centroamericanos, sudamericanos, haitianos y cubanos esperaron durante meses o años su hipotética audiencia. El mecanismo fue denunciado por el propio Joe Biden en campaña, por grupos de derechos humanos y por congresistas demócratas. Ahora Biden lo vuelve a imponer, y AMLO lo vuelve a aceptar.

El gobierno mexicano dirá que no es lo mismo. Según los medios norteamericanos, el programa esta vez contempla vacunas contra el covid para los migrantes antes de ser deportados a México, así como recursos norteamericanos para volver más decentes los campamentos. Del mismo modo, sólo se aceptarán devoluciones de habla hispanos y los solicitantes tendrán acceso a abogados estadounidenses antes de ser devueltos. Estarán exentos de la deportación los adultos mayores, los discapacitados y los migrantes gay, lesbianas,  bisexuales y transgénero. La espera no durará más de seis meses. Los solicitantes devueltos a Nuevo Laredo y Matamoros serán trasladados al interior de la república por considerar que dichas ciudades son “demasiado peligrosas” (Ciudad Juárez no fue considerada peligrosa).

Ya se verá si Biden cumple con estos cambios, que no alteran lo esencial: la violación del principio de derecho internacional de asilo llamado de non-refoulement, y la espantosa (ese es el término correcto) situación en la que tendrán que esperar los solicitantes. Por cierto, no me extraña que, en un país tan racista como México, con un gobierno tan racista como el de AMLO,  sólo se acepten hispano parlantes: los demás son haitianos, brasileños y africanos; es decir, afrodescendientes (al parecer, no queremos negros aquí). Ya quisiera ver el escándalo que provocaría una postura semejante en Estados Unidos o cualquier otro país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

El segundo tema se refiere al anuncio del gobierno de Nicaragua hace unos días sobre cómo permitirán la internación de nacionales cubanos sin visa, a diferencia de la situación desde hace algún tiempo. La decisión se puede atribuir a  la reapertura de vuelos y cruceros a Cuba, o al deseo de millones de turistas cubanos de conocer Managua (una ciudad hermosa, sin duda), o a otro factor. Este sería obviamente el siguiente.

La situación económica en Cuba sigue peor que nunca; Biden no hace nada para levantar las sanciones impuestas por Trump; desde 1960 Fidel y sus sucesores siempre han recurrido a la válvula de escape del destierro para controlar el descontento. Lo hicieron en 1965 con el puente aéreo de Camagüey; en 1980 con el “Marielazo”; en 1994 con los balseros; y hace dos semanas con Junior García, despachado a Madrid después de la protesta fallida del 15 de noviembre. Huelga decir que los cubanos que desembarquen en Nicaragua no permanecerán allí. Emprenderán de inmediato el viaje terrestre por Centroamérica a México, para arribar lo más pronto posible a la frontera con Estados Unidos. A diferencia de todos los demás, gracias a la vigencia de la Cuban Adjustment Act de 1965 (a no confundir con el decreto de “pies secos, pies mojados” de Clinton de 1994), al ingresar a Estados Unidos tendrán derecho a esperar su audiencia de asilo dentro del país, con sus familiares en Miami. Es probable que el aumento exponencial del número de cubanos que han llegado a México huyendo del paraíso terrenal isleño crezca, de nuevo exponencialmente.

¿Nos importa todo esto? No, salvo si se apega uno a ciertos principios que deben ser defendidos, aunque nadie los comparta más que de labios para afuera. Pocos principios, y pocos adeptos.

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